Mostrando entradas con la etiqueta winnipeg. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta winnipeg. Mostrar todas las entradas

jueves, 5 de septiembre de 2019

MURMANSK


La compañía “France-Navigation” fue la base sobre la cual se pudo montar el viaje del “Winnipeg”. De partida, era una empresa naviera comunista, que fue formada por el PCF y la URSS para poder adquirir los barcos que en número suficiente pudieran asegurar el reavituallamiento de víveres y armas para la República española. Estos barcos hacían la ruta desde Murmansk hasta Bordeaux y Le Havre. Estaban impregnados al olor del aceite industrial y el engrase de piezas, municiones y baterías de artillería desarmadas. Después, en 1939, en Le Havre el “Winnipeg” fue acondicionado para recibir a pasajeros en situación vulnerable.  Pero existía la naviera, que bien podía destinar uno de sus barcos a realizar otra ruta, entre Bordeaux y Valparaíso. Existía –entonces- una infraestructura.

El por qué haber homenajeado a la tripulación francesa del barco, en las personas de Paul y Marcelle Hertzog-Cachin, tiene que ver con José Balmes. Fue él quien primero me habló, hace muchos años, de la doctora del barco, que era la hija de Marcel Cachin, uno de los fundadores del PCF y director por muchos años de ”Humanité”, nada menos que el diario del partido.  Balmes me aseguraba que el marido era el comisario político. Lo cual quiere decir que la tripulación actuaba como una célula partidaria. Pero Balmes estaba equivocado en un punto. Paul Hertzog no era el comisario político, sino Emile Sellon. Su testimonio ha sido depositado en el Museo de la Resistencia en Champigny-sur-Mane, bajo la rúbrica dossier Winnipeg.

                                (Paul y Marcelle Hertzog-Cachin)

Es Emile Sellon el que se enfrentó al Capitán Poupin cuando éste, luego de conocer la existencia del pacto germano-soviético intenta hacer regresar el barco a Francia. Ya era el 23 de agosto. Hubo intensas discusiones entre los refugiados, como es de imaginar. Para la tripulación el problema era otro. Eran comunistas y en este momento el PCF es severamente perseguido por Daladier. Es más: promueven una política de rechazo a la posición de Francia e Inglaterra, naciones capitalistas, que declaran la guerra a una Alemania que ha firmado el pacto de no-agresión con la URSS.  

Nada sería tan simple. Hace muchísimos años atrás me fui a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y pude revisar los diarios de antes y después del 3 de septiembre. El barco llegó el 2 de septiembre en la noche. Se dice que esperaron para desembarcar en la mañana, a pleno día. Se dice, también, que había dudas acerca del desembarco, porque Francia estaba a punto de declarar la guerra a Alemania. Si esto se hiciese efectivo, el barco pasaba a tener otro estatuto, ya que sería reconocido como navío de una nación beligerante. Pero la declaración tuvo ,lugar el dia 3 a las 19 hrs, hora de Paris.

Para colmo, los refugiados irían a desembarcar en medio de una epidemia de tifus que se había declarado en el país, de modo que todos ellos, al momento en que finalmente desembarcan, fueron vacunados. El doctor Allende está con su delantal blanco, conduciendo la vacunación. Se bajan del barco y son “higienizados”. Es una imagen muy “fuerte”.

José Balmes me hizo el relato. No durmieron en toda la noche mirando las luces del puerto. De noche, me dijo, se parecía a Lisboa.

Pero no. El doctor Allende los fue a recibir porque era el sub-secretario de Salud del gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Era miembro del mismo gabinete  que el ministro Abraham Ortega. Pero no hay otros funcionarios que los de migración. La campaña de la oposición había sido extremadamente dura en contra del ministro. Pablo Neruda había cumplido su tarea en su doble condición.  Es decir, como poeta y como “cónsul Reyes”. Aquí la palabra poeta significa, por extensión, otras cosas. El “Winnipeg” habrá sido el más importante poema que haya escrito. De algún modo, prepara el tono, el estilo, la proyección simbólica de “Canto de amor a Stalingrado”.

No deja de ser compleja la imagen en que el arribo es  saldado con una ceremonia de vacunación. Es una imagen  a conjurar gracias a la ciencia comunista. En la pintura política chilena ya hay una escena de vacunación. Está en el mural de la Farmacia Maluje, de 1957. El marxismo hubiera sido la vacuna.  Pero a los refugiados solo los vacunan contra el tifus, cuya amenaza los espera. En el barco, por lo demás,  hubo un caso. Y más de veinte personas con fiebre tifoidea. El equipo de la doctora Cachin y las enfermeras realizaron un enorme trabajo, con medios de a bordo, para aislar el brote y mantener a raya toda posibilidad de contagio. En un barco se lucha, siempre, contra el fantasma de una cuarentena.

El barco había hecho  ruta desde Murmansk, en 1937. Balmes, exilado por segunda vez, esta vez en la Francia de 1974, ingresa a trabajar a la Sorbona (Paris I ) donde será colega de Jean Lancri, que vendrá a Chile en los noventa para levantar una maestria en la PUC. Está presente el 3 de septiembre recién pasado en el homenaje a la tripulación francesa y me dice que él también, en otra ocasión, fue a Murmansk, siendo colega de Balmes, a dar una conferencia.

Murmansk es una palabra que resuena como un santo-y-seña en esta historia de “vacunaciones”; en el sentido que tiene en Chile el ser “vacunado”. Jean Lancri es el crítico y artista cuyo trabajo me acompañó y me sostuvo cuando escribí, en 1988, “El fantasma de la sequía”. Mientras se realiza este homenaje en Paris, en Santiago comienza a circular el libro “El fantasma de la sequía y otros textos”, editado por Ediciones UDP, que reúne ese texto de 1988 y otros dos textos escritos en torno al 2006 y 2008, en que celebro el aporte de Jean Lancri.

¿Qué ocurrió, entre tanto, con el comisario político? El capitán del “Winnipeg”, al verse obligado a cumplir el contrato y llevar el barco a Valparaíso, a su arribo a este puerto acusó a la tripulación de amotinamiento. Era su venganza por haber sido conminado a continuar el viaje. El cónsul francés y el capitán Poupin se dirigieron a las autoridades marítimas chilenas y lograron que  infantes de marina ocuparan el barco y se llevaran a toda la tripulación, detenida, al cuartel Silva-Palma. Todo esto aparece en la prensa porteña de esos días. Resulta extraño que no haya mención en el discurso de quienes manejan las conmemoraciones.

La paradoja es que mientras los refugiados ya estaban en Santiago, en su gran mayoría, siendo acogidos por diversas organizaciones de ayuda, la tripulación francesa estaba presa en Valparaíso. El gobierno protestó contra la medida y fueron dejados en libertad.  Pero como eran tripulación de un barco francés, fueron detenidos en el barco y regresados a Francia. Muchos de los tripulantes sufrieron golpes y agresiones durante el viaje. Finalmente, son desembarcados en Brest y llevados al Fuerte de Ha, en Burdeos. Fueron sometidos a un juicio por amotinamiento, en el que finalmente fueron absueltos. Pero ya a esas alturas, Alemania estaba a punto de invadir Francia y gran parte de los tripulantes del “Winnipeg” se preparaban para enfrentar la amargura de los años que vendrían.


miércoles, 4 de septiembre de 2019

CÓNSUL REYES


Numerosas manifestaciones fueron programadas, en Chile y en el extranjero,  destinadas a celebrar el 80º aniversario del arribo del “Winnipeg” a Valparaíso. En el espacio europeo hubo que esperar hasta el 3 de septiembre, porque el 4 de agosto, que fue el día de la partida, toda Europa –digamos- estaba de vacaciones. El sentido común hizo que la celebración se corriera hacia la fecha del arribo a Valparaíso. Lo cual, a la postre, sería más conveniente, porque permitiría reproducir la escena en la que Salvador Allende espera a los refugiados en la misma pasarela que une al barco con el muelle de arrimo. Y luego, ya sabemos el discurso: la solidaridad del pueblo chileno y el arribo de refugiados cuya contribución al desarrollo de la cultura chilena contemporánea es indesmentible.  

Nunca antes se ha celebrado con tanta ansiedad  una fecha. Es muy probable que  esté ligado a un sentimiento de frustración de parte de quienes consideran que determinados acontecimientos históricos han dejado de ser un coto de caza exclusivo. En efecto, es comprensible que al experimentar una tradición política  ciertas derrotas estratégicas ,  apueste a la inflación simbólica de un inventario de fechas “emblemáticas” pensadas como índices de  moralización de la política.

En este relato adquiere relevancia la reproducción del rol asignado a Pablo Neruda como  articulador de una acción que supera al Estado de Chile. Resulta conmovedor, a estas alturas, leer esos magníficos párrafos de sus confesiones en que el propio vate hace mención al “Winnipeg” como la escritura de su mejor poema. Digamos, un poema performativo que  condensa los términos de un viaje,  realizado en condiciones de extrema complejidad.

Aclaremos una cosa: en esta historia, el cónsul Reyes no se mandó solo. Fue, primero, portador de una solicitud de organizaciones de ayuda a los refugiados españoles. La solicitud estaba dirigida al ministro de RREE, don Abraham Ortega, quien había dado suficientes muestras de cumplimiento de una “política de Estado”. En Chile gobernaba un Frente Popular, donde dominaban los radicales. Es decir, unos reformadores respetuosos de la ley, del orden, de una cierta idea de la justicia y del funcionamiento de las instituciones. Lo menciono porque hay que remitirse a la actitud del gobierno de Chile en 1937, cuando releva al cónsul Reyes de su cargo en Madrid, por expresar de manera inadecuada sus simpatías por el bando republicano. Pero convengamos en que dicha inadecuación está en la base del capital político del poeta. El funcionario es sancionado, pero el poeta alcanza la gloria. Con ese capital simbólico a su haber, las organizaciones de ayuda a los refugiados españoles le encomiendan hacer efectiva  la solicitud. La correlación de fuerzas en Chile ha cambiado en 1939. De cónsul destituido en 1937, Neruda pasa a ser cónsul especial en 1939.

Existe, sin embargo,  un contexto preparatorio sin el cual no se puede entender la posición del ministro Ortega.  Por la embajada chilena en Madrid pasaron alrededor de 2000 asilados políticos, pertenecientes al bando nacionalista. En 1937, el encargado de negocios debe discutir con el gobierno republicano establecido en Valencia la evacuación de los asilados. Se inicia entonces una serie de intercambios de notas oficiales en las que se consigna la posición del Estado de Chile en relación a dos puntos: la extraterritorialidad y el derecho de asilo.

Estos mismos puntos estarán presentes en la serie de intercambios que el nuevo gobierno de Burgos (Franco) sostendrá con la embajada de Chile. Burgos exige la entrega de diecisiete asilados políticos republicanos.  Es tal su insistencia que amenaza en tres ocasiones ingresar al recinto de la embajada. Chile defiende sus derechos, consignados en tratados. Y mantiene su posición en Derecho, del mismo modo como lo había hecho en 1937 respecto de los asilados nacionalistas.

En las Memorias del Ministerio de RREE, en los libros referidos a los años 1938 y 1939 aparece consignada esta discusión, que resulta de vital importancia para escribir alguna nota sobre la ejemplaridad de la posición jurídica de Chile.

Hay tres nociones que aparecen: derecho de asilo, extraterritorialidad e internación.

Esta discusión tiene lugar entre los meses de abril y septiembre de 1939. Es decir, en el mismo período que en Francia han ocurrido dos cosas. Primero, el ingreso de entre 400 y 600 mil refugiados que el gobierno de Daladier confina en campos de internamiento en el sur de Francia. Segundo, la solicitud que organismos de ayuda vinculados a la posición de Juan Negrín, dirigente republicano exilado, solicitan al gobierno de Chile por intermedio del cónsul Reyes.

Existen, en el Estado de Chile, antes incluso del arribo del Frente Popular al gobierno,  condiciones formales para la recepción de tal solicitud. La oposición al gobierno intentará impedir que éste cumpla con su política de asilo. Sin embargo, la firme posición del ministro Ortega le proporciona al cónsul Reyes, el piso político para que realice la misión que le encomienda como “cónsul especial para la emigración española”.

Ciertamente, el cónsul Reyes dependía del apoyo que le brindara el ministro Ortega. Lo que se jugaba era el destino de una política, la construcción de un prestigio y el comienzo de una leyenda.  Pablo Neruda sabía que era portador de una solicitud que ya estaba refrendada por una infraestructura que precedía la existencia de las organizaciones de ayuda.

Me refiero a la existencia de la compañía naviera “France-Navigation”, propietaria del “Winnipeg”. Desde 1937 funcionaba como un pivote fundamental de la ayuda soviética a la república española, realizando el viaje desde Murmansk a los puertos de Burdeos y Le Havre, transportando vituallas y armamento.


miércoles, 3 de julio de 2019

PADRES



Al final, todo se reduce a una historia de (los) padres. Reducir, en términos culinarios consiste en dejar de manera voluntaria que el agua se evapore de un líquido para que éste adquiera una textura untuosa que facilite la concentración de los sabores. No funciona la metáfora cuando se deja olvidada la olla sobre el fuego y se evapora toda el agua. Las historias de padres deben ser evaporadas con el fin de concentrar las amarguras de una vida texturada por el delirio de la inscriptividad. En una cierta (dudosa) historia chilena de las obras esto ha pasado a ser un fenómeno que reproduce una pasión distintiva por la precursividad.

En el uso que hace Dittborn de la imagen de Benny Kid Paret en la serie de obras que va a titular Pietà -a comienzos de los años ochenta y que va a imprimir a todo lo largo de su carrera aeropostal-, hay una historia de padres. Sostengo que existe una fase no-aeropostal en la obra de Dittborn que resulta supra determinante. En cambio, la fase aeropostal ha sido infra determinada. En la foto de portada de Jaime Vadell, en el ya emblemático catálogo cosido a máquina de 1977 –delachilenapintura, historia- que reproduce la pose de un caballero-chileno-que-pinta, Dittborn hace una oda a la costura y al corte, porque el hombre de la pose ya sabe llevar la ropa puesta, y solo viene a confirmar la predicación por la cual “hay que tener ropa” para poder responder a la pregunta “¿con qué ropa?”

La ropa es un doble-de-cuerpo. Cuando descubrí los antiguos moldes McCall´s vendidos en una feria en Curitiba mientras montaba un envío chileno en la Muestra de Grabado me calzó perfectamente la hipótesis de asociarlos con los esquemas de corte de carne de res. Hay un corte argentino, un corte americano, un corte brasilero, un corte francés.  Pero todos los cortes remiten a la experiencia previa de un mapa de corte.  

Dittborn emplea  una vieja portada de revista VEA donde aparece impresa la imagen de un traje extendido sobre la mesa de comedor en una modesta vivienda, en la que velan a un pescador que ha desaparecido en el mar y cuyo cuerpo no ha sido recuperado. Brugnoli le reprochaba a Dittborn no emplear imágenes de detenidos-desparecidos. Dittborn nunca le respondió. No valía pena. Brugnoli nunca supo de distanciación. De modo que la exploración y la investigación en compraventas de fotografías “encontradas” le proporciona a Dittborn el argumento para hablar de la sustitución y de la sustracción de los cuerpos, de otro modo.  Brugnoli tendrá que recordar el tipo de objeción y el desprecio objetivo que tenía sobre el trabajo de Dittborn, en el auditórium de la CEPAL, cuando éste presentó el video “Lo que vimos en la cumbre del Corona”, en abril de 1982. Datos sobre los cuáles hay que elaborar distinciones mayores.  

Ahora bien: en el letrero que cuelga del cuello de Leppe en la performance de octubre del 2000 en el MNBA, hay otra historia de padres. Leppe caminaba de rodillas portando una pizarra en la que había escrito con tiza “yo soy mi padre”, en alusión disolutiva directa a la interpretación canónica del “cuerpo correccional”, donde las “maternaciones huachas” (a)firmaban la certificación de(l) abandono como condición referencial del arte chileno, mismamente.  Lo que no deja de ser un chiste duchampiano completamente fuera de lugar. Duchamp, en el arte chileno, siempre fue una cita a destiempo. Es muy probable que de la estrella tonsurada, Leppe haya leído primero solo a la estrella como vedette (la vida en rosa). La ingenuidad del título reside en que no hay corporalidad sin restricción.  Padre es una definición que se habilita como política de la  castración, en el discurso. En sentido contrario, en 1947 Antonin Artaud ya había señalado moi, Antonin Artaud, je suis mon fils, mon père, ma mère et moi.  Obvio: Leppe repite lo que Artaud había quebrado; es decir, el orden de las generaciones y la diferencia de los sexos. Obvio: se des-apropiaba  para excederse, al punto de devenir miembro genealógico de sí mismo. Lo que no se ha abordado nunca, sin embargo, es la pregunta por cual es esta hybris que conduce al cuerpo a romper con su propia condición.

Paso al relato sobre la tripulación francesa del Winnipeg (1939). Allí hay (también)  una historia de padres. Lo que no se ha abordado, sin embargo, es la pregunta por el fatum que conduce a los refugiados españoles a romper con su propia condición de desagregados y des/madrados. En la decisión de Juana Muller, para permanecer en Francia durante la guerra, hay otra historia de padres. Más aún, sabiendo que el suyo era negociante en textiles.

En la descripción del brazo mutilado que Eugenio Téllez reproduce en la pintura que todavía está en su taller de la rue Bichat, hay más historias de padres. Reinvertida y travestida, pero ahí está, como antecedente de una escena de conyugalidad desplazada, como cuando contrae matrimonio el día en que se firman los Acuerdos de Evian y que sellan otra historia general de separación y de abandono.

La trama de la novela de Alice Zaniter “El arte de perder”, es una historia de padres  que se despliega en el marco narrable de la guerra de Argelia, sobre los despojos de unos olvidos forzados en la historia del Estado, a propósito del destino dramático de fuerzas supletivas del ejército francés. De modo que, así como la reducción de los relatos conduce el trabajo de la lectura como un duelo, la supletividad remite al hueco incolmable de la política de reconocimiento. En la novela hay una escena en que los fellaghas obligan a los antiguos combatientes, que estuvieron en Monte Cassino, a devolver las medallas y las pensiones. Hubo uno de esos veteranos que se negó y fue degollado.

¿Por qué haber mantenido la pensión y las medallas? Simplemente, porque no estaba dispuesto a cortar una relación con la madre colonial. No hay manera de borrar de ese modo la historia, aun cuando se nos hiciera citar a Frantz Fanon pensando que la lucha anti-colonial tenía lugar en la comuna de La Florida como centro operativo de la saga local de Carlos Montes. 

Desde siempre tuve la certeza de haber sido fuerza supletiva de una completud definida como delegación subordinada de una sagrada escritura.  Tropas levantadas temporalmente para apoyar al ejército regular. Esa es la definición. Al parecer, los senegaleses de la primera guerra fueron más regulares que supletivos en las trincheras. Es decir, dieron regularmente su vida. El brazo de Cendrars sería una metáfora de las mutilaciones del espíritu, en esa coyuntura. Reproducido en la pintura de Téllez, marca a dimensión de su distancia crítica con el país paternizante de la poesía y de la pintura.

Cuando Téllez dejó Chile en 1960, lo despidieron poetas que nunca habían estado en Paris y que le recomendaban lugares como si hubiesen estado allí toda su vida. Se sabían la ciudad de memoria y anticipaban en el relato, el viaje por trasposición. En verdad, siempre estuvieron fuera, porque solo accedemos a las ciudades por el modo como éstas han sido nombradas en una escritura regular. Por eso, el turismo es siempre supletivo, aunque París no le hace ningún asco a los ocho millones de visitantes que recibe al año el Museo del Louvre.  

Hay una variante, en todo caso, en esta mención a las fuerzas supletivas, que remite a quien acude en ayuda de aquello que es incompleto o insuficiente. Acostumbrados a leer la discursividad lacaniano-platense ya sabemos que existe una palabra que designa todo esa incompletud acarreada: el fallo.  Verán, está escrito en viril. No en femenino. La falla es asociada a una perturbación geo-morfológica. O sea, igual: naturaliza a la mujer como cuenca. En cambio, cuando se escribe “el fallo” o “nuestros fallos” la cosa se pone dura, porque se refiere a la condición erectiva del Estado-Nación, cuya historia parece no ser más que el acto de hablar-por-la-herida. De ahí que el fallo sea la sobredosis de la letra “l”, para conjurar el temor a la caída-del-falo, como derrumbe simbólico. Regreso a la hipótesis de la reducción voluntaria, con que se da comienzo a esta columna. Esta solo puede concentrar la heroicidad seminal imaginaria  que instala a la oligarquía en lo real de su facultad enunciativa. Por eso, la exposición que hice en el 2000 en el MNBA –Historias de transferencia y densidad- coincidía con dos situaciones: la publicación de un libro sobre los nombres de las familias chilenas “fundadoras” y la promulgación de una nueva ley de filiación en la que se disolvía la distinción entre “hijo natural” e hijo legítimo.