miércoles, 15 de junio de 2016

PUSILANIMIDAD POLITICA (2).


Estaba en el colegio iniciando el curso sobre Arte, cuando me acordé de subir la columna de ayer, titulada PUSILANIMIDAD POLÍTICA.  Ya la había escrito y  pensaba dejarla de lado.  Pero  resolví subirla después de haber recibido una invitación de Cristián Silva para participar en una mesa redonda sobre  artes visuales en el contexto neoliberal (educación, prensa, mercado) (sic). La carta  me pareció  completamente fuera de lugar.  Me invitaba  a una reunión con un grupo de agentes cuyas posiciones todos conocemos y sabemos hasta qué punto son refractarias y antagónicas a mi  trabajo.  Hay invitaciones que son agresiones invertidas. Entonces resolví subir la columna.

Mientras, en clases   presentaba un video de ocho minutos sobre el artista francés Pierre Pinoncelli, que en mayo de 1994 realizó una performance en la calle de la Republica, en Lyon, frente al local de la FNAC.  Desnudo y cubierto con polvo blanco se introdujo en un barril y colocó  un cartel en el que escribió “Diógenes, ¿el primer s.d.f?”. Es decir, sin domicilio fijo, que es el eufemismo empleado por la administración francesa para designar a los “sin casa”.  Es como la sociología gubernamental chilena que habla de poblaciones vulnerables. 

Vino la policía y se lo llevó a la comisaría sin tener muy claras las razones de por qué había que meterlo preso.  Evidentemente, se trataba de  un loco  perturbando la circulación peatonal en el espacio público.  Luego fue maltratado por el comisario, que no sabía quien era Diógenes. Finalmente, fue liberado gracias a la intervención del Prefecto de la ciudad, que lo conocía como artista y que tuvo que explicarle al comisario que lo que él hacía era una acción de arte.   

Todo esto me hizo pensar en el Centro de Arte Contemporáneo del que se ha hablado sin  evocar mayores precisiones  sobre sus propósitos estratégicos.  Pero sobre todo, en lo extemporánea que era la invitación de Cristián Silva,  conocido por descalificar  mi trabajo.  No entiendo el carácter de su invitación ni por qué debiera darle curso.  Le recordaré  que en nuestro último encuentro, hace algunos años,  cuando al enterarse que iba a hacerme cargo del Parque Cultural,  la observación que me hizo fue que no entendía como  (yo) podía caer tan bajo.   Siempre ha presumido de estar bien informado.
A propósito de caída,  Occidente es una caída, escribe Nancy;  el cuerpo es el último peso.  De seguro,  Silva no estaba pensando en esta caída.  Pensé en Leppe, que  recupera en pintura la caída de los cuerpos; que valoriza la gravedad de los cuerpos desastrosos; incluido de su propio cuerpo, convertido en un desastre alimentario.  El cuerpo de Leppe puesto-en-escena con su diagrama encarnado responde a las dudas de Cristián Silva, respecto de su propio derrumbe como obra.  Peso muerto.
Todavía no he tenido mayores explicaciones  de su parte  acerca de  esta caída. De mi parte, ya le he respondido con Escritura Funcionaria (2014). 

A Cristián Silva le puede ser útil saber  que aquello que puso en crisis Pierre Pinoncelli fue la noción del domicilio del arte.  El arte chileno no tiene domicilio fijo y su comportamiento es el de un  indigente que hace cola frente a las oficinas de atención de urgencia de  un Estado  que no le destina más que migajas para su  sobrevivencia.  Que tome de botón de muestra  la carta de protesta que los gremios le acaban de enviar al Ministro de  Manejo de Vanidades, para resolver cuestiones muy atingentes  y legítimas que corresponden a  montos relativos a  honorarios declarados en  formularios, para que  las cifras  supuestamente “elevadas”   no  se conviertan en  causal de rechazo de un proyecto. Pero eso tiene que ver con el dispositivo punitivo implícito que acarrea consigo la fondarización de todo recurso, que no es más que la expresión del rencor histórico de  los funcionarios que gozan sometiendo los proyectos a las exigencias  de su impacto social.

El video de Pinoncelli  podría ser visionado durante el encuentro al que me invita.  Le sugiero poner atención en  la situación del Prefecto de la ciudad, que a la cabeza del poder político  reconoce como artista  a Pinoncelli y  le hace entender a su funcionario que lo deje en libertad, porque en ese terreno no le hace daño a nadie; es decir, no representa un peligro para  la seguridad interna.   

Cristián Silva  y sus amigos que convocan al encuentro no le hacen daño a nadie.  Pero necesitan juntarse para demostrar que están preocupados por el destino de la escena, cuando sabe perfectamente que todo esto se resuelve a nivel de obra. Y que lo que le falta, justamente, es obra, para sostener su carta. 

En cambio, lo que hace Ottone es declarar –como autoridad del arte-  la ausencia de peligrosidad de cuanta iniciativa formal pudiese existir, porque a través de la Obra Institucional de Camilo Yáñez  produce la percepción de que los tiene a todos en el bolsillo, con unas promesas que corresponden a la dimensión de una gran superchería, en la que están todos contentos. 

Finalmente, el modelo neoliberal  de las artes visuales al que Cristián Silva  alude, ¿no es el que  “instaló”  el Estado  Concertacionista?.   

A partir del video de Pinoncelli es posible pensar que el Ministro de Ceremonias ocupa el lugar de Alejandro Magno, que visita a Diógenes  porque –dentro de todo- desea ser respetado por los artistas,  ya que no pasó el curso de  lectura dramatizada de una  Cuenta Pública.  Este ministro sabe que no hay obras suficientemente densas y  que ningún artista  chileno está en posición de pedirle que se corra para un lado porque le está tapando el sol.


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