jueves, 16 de junio de 2016

MASAS DOCUMENTALES


Marc Augé estará durante el mes de junio en Buenos Aires[1].  Hago manifiesto mi pavor con  solo recordar cómo trabajan los artistas, cuando agarran libros y lo único que retienen es el título, con el cual a su vez se ponen a titular sus propias obras. Ya pasó con  Marc Augé a propósito de los no-lugares. De un momento a otro no hubo escultor expansible sobre Santiago que no se extralimitara en este tipo de consideraciones.  Todo su trabajo era sobre no-lugares. ¡Que curioso!  Pero, ¿acaso la obra no le atribuía uno, verdad?.  Más bien,  le restituía lo que no debió haber sido reconocido como site specific, lo que significaba asumir  algo así como el nuevo impresionismo objetual, propio de la neo-decoración de ambientes eruditos en el capitalismo tardío. 

Hubo un momento en que el trabajo en la objetualidad implicaba una posición crítica. Sin embargo, en la actualidad,  éste ha sido a tal punto banalizado que dejó de sostener toda posibilidad crítica.

Después de la academización de los no-lugares -¡pobre Marc Augé!-  vino la inflación de los archivos.  El gran hallazgo  del momento fue  el descubrimiento de inéditos a la medida de unas tesis ya instaladas,  destinadas a re/posicionar artistas que habían llegado con retraso al reparto de las glorias culturales.  Por cierto, el archivo produce memoria.  Las obras pasaron a ser, visiblemente, memorias de las obras, y las obras, unos indicios de memorias perturbadas.   

Bueno, dejémoslo así y que  Marc Augé disfrute de su estadía en Buenos Aires.  Cuando vino a Valparaíso a Puerto de Ideas, los investigadores locales del patrimonio no podían creer que no se juntara con ellos. Ellos habían sostenido gran parte de sus trabajos leyendo a Marc Augé.  Preparamos un encuentro, que de hecho, fue como una previa.  Pero a fin de cuentas, daba lo mismo. No pasó nada con esa visita.  Algunos lo consideraron demasiado filosófico.  El negocio del patrimonialismo sería tomado  a cargo por algunos arquitectos sociologizantes y unos sociólogos urbanizantes, sobre todo después del gran incendio. Los geógrafos fueron dejados de lado. 

Los archivos, por su parte, pasaron a ser objetos de exhibición y entraron a satisfacer una pulsión de anticuario mal escondida. Cualquier caja de zapatos con cartas y  todo tipo de basurita gráfica pasó a ser considerado un  “archivo”, susceptible de  adquirir valor en un mercado de autógrafos incipiente.

La única artista que  se ha atrevido a trabajar con masas documentales  ha sido  Voluspa Jarpa,  sin perder de vista el objeto, justamente, por la naturaleza del material de base con que comenzó a operar visualmente.  Su antecedente directo fueron los Documentos de la ITT, publicados en los años setenta por Editorial Quimantú, como una prueba de la intervención americana para impedir que Allende accediera al gobierno.  De modo que por extensión, re/semantizaba la noción de intervención en su “traslado” hacia el campo artístico.  Después, recuperó los clasificados autorizados, convenientemente tachados, para designar la zonificación de la impostura administrativa,  que no hacía estado  de la inexistencia de palabras incriminatorias, sino simplemente  indicaba la interdicción visible  de acceder a ellas.  Esto le permitió a Voluspa Jarpa  organizar un espacio gráfico problemático, enfatizando el rol  de la materialidad de la borradura.  




En la conversación del 11 de junio en D21,  Rodrigo Vergara hizo una corta ponencia sobre el modo cómo el  minimalismo no se había hecho  cargo de su contexto histórico.  Era como llevar a  Serge Guilbault a la conversación; solo que los estudiantes  -que no asistieron al conversatorio- no saben quien es porque no leen nada que tenga que ver con una historia de clases en las luchas por las nominaciones representativas.   Y cuando lo hacen, navegan en la vulgarización de un marxismo precario, que convierte las manifestaciones estudiantiles en acciones de arte de “nuevo tipo”.  ¡Pero si ese es el objeto del trabajo que Voluspa Jarpa está preparando para el MALBA!  Los estudiantes y profesores de la Chile y de la Católica van a tener que viajar a Buenos Aires, en julio.  Un mínimo, ¿no?

La  misma  Voluspa Jarpa declara en El Mercurio del 10 de junio, “hago una crítica y una declaración de lo que pienso del arte”. La periodista Daniela Silva concluye que su trabajo  alude a cómo el minimalismo no se hizo cargo de su contexto histórico, con lo cual responde desde la obra a la pregunta  que formula Cristián Silva en la carta-invitación a un encuentro sobre la era neoliberal del arte.  ¡Pero si Alain Badiou, en el mismo Buenos Aires, dijo en una conferencia que el arte contemporáneo había devenido el arte de la era del capitalismo financiero!  ¡Pero si eso fue siempre una evidencia!  No se necesita un encuentro. Hagan obra.

La Voluspa Jarpa de El lugar sin limites y la Voluspa Jarpa de los archivos desclasificados de las agencias  no es la misma. Han pasado los años.  Habría que hablar de cómo atravesó estos años, en el terreno formal.  Algo dice  en la crónica de El Mercurio.

El hecho es que a propósito de su carrera, porque tiene una,  en un país donde no hay carrera, en estricto sentido,  vuelvo en este soporte a mencionar el nombre de Isabel Aninat, la única galerista que sostiene un modelo de negocio que la lleva a reducir la fisicalidad de una galería que no requiere de espacio para exhibir, porque no es un “centro cultural”, sino  un lugar de incidencia que se instala entre lo justo y lo necesario, porque el grueso del trabajo está en las ferias como plataforma de trabajo internacional.  Es decir, con una galería reducida basta para el indigente mercado nacional.  El esfuerzo está concretado en la consistencia de las redes y en las operaciones de colocación externa.  



En la misma crónica de El Mercurio, Daniela Silva hace el relato: “Todo comenzó cuando el curador del Malba, Agustín Pérez Rubio, vio su muestra “En nuestra pequeña región de por acá” (2004) en el Archivo de Bogotá”. 




[1] https://e1-mg6.mail.yahoo.com/neo/launch?.rand=93tvr9ib3ol6i#8173585012

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