Un « roman de
gare » es una novela que pertenece a un género literario que se
caracteriza por estar formado de libros de lectura fácil, que se compran en los
kioscos de las estaciones ferroviarias y que se puede leer mientras se espera
el arribo del tren y durante el viaje. Estando en la Gare de Guingamp
(Bretaña), después de una misión de información para montar un proyecto de
intercambio, encontré una novelita a
7euros40, que despertó mi interés por el precio y por el párrafo de la
contraportada. Antoine Duris es profesor en la Escuela de Bellas Artes de Lyon.
Esto es para mí, pensé. He sido director de escuela y jamás había leído una
novela donde un docente de historia del arte fuera protagonista.
De un día para otro,
decide dejarlo todo para convertirse en guardia de sala en el museo de Orsay.
Nadie podía entender el motivo de esta sorprendente decisión de parte de un
especialista que había hecho su tesis sobre Modigliani.
En su metodológica maldad,
Eugenio Téllez me había enviado la semana pasada por whatsapp una fotografía en
la que aparecían (cortados en plano americano), de izquierda a derecha, Modigliani, Picasso y Ortiz de Zárate. Era su
comentario jocoso al descubrimiento que yo había hecho, en la vitrina de un
local de pinturas antiguas y objetos de arte africano situado en la rue
Richelieu, de una pintura de este último, con una tarjeta en la que aparecía su nombre y la fecha;
“Manuel Ortíz de Zárate, 1920”.
Me acordé de la foto y
decidí comprar la novela, que de hecho se titula “Vers la beauté” y ha sido
escrita por David Foenkinos. Entonces,
la pregunta por el motivo de la fuga de Antoine es un misterio que la encargada
de recursos humanos del museo, ha resuelto aclarar. Tres horas por delante, en
TGV, eran las necesarias para no despegar la atención, que seguiría en el bus
95 en dirección a casa y al día siguiente en el 69, con destino al trabajo.
Hasta que supe que era lo que había que aclarar. Pero no voy a hacer un resumen,
sino abordar un aspecto que me produjo ese punctum
, cuyo empleo analítico popularizó la lectura a la rápida del libro que ya se sabe,
en la escena chilena de 1981.
Ese punto “que me
hiere” está en algún lugar entre dos
extremos y se condensa en la movilidad de uso de la capilaridad. El primero es
el título de una xilografía de Edvard Munch (“Tête d’ homme dans les cheveux d’
une femme”), en que un hombre permanece capturado por la cabellera rojiza
tentacular, cuyo efecto refuerzan las estrías de la impresión de la plancha de
madera.
Su alumna predilecta se
lanzó en un brillante análisis de la obra, hasta que en un momento comenzó a
variar de objeto y terminó analizando una obra de Dalí. El escrito era
igualmente brillante, pero está fuera de tema. Si hay un fantasma que
amenaza las correcciones de los trabajos
en la academia francesa es el estar “hors-sujet”. Lo cual es muy complejo
porque en el empleo de este adverbio está disimulada una exclusión
significativa, ya que no solo la estudiante dedicó su tiempo al tema fuera de
lugar, sino que en una traducción literal, se ha puesto fuera de sí, en tanto
sujeto. El profesor escribe su corrección y subraya la palabra “hors-sujet”. Al
día siguiente, la estudiante se lanza desde un quinto piso, en el departamento
de sus padres. El profesor piensa que es por su causa.
Cuando el profesor fugado
se convierte en guardia de sala, le cabe vigilar una pintura de Modigliani:
“Portrait de Jeanne Hébuterne”. Uno de sus tantos retratos. Cuando él fallece,
el 24 de enero de 1920, ella se acerca a su cuerpo y se corta un mechón de sus
cabellos pasados a trementina y lo deposita sobre su pecho. Desconsolada, dos
días más tarde se lanzó desde el quinto piso, desde una ventana en el
departamento de sus padres. Estaba encinta de ocho meses.
Esto es lo que yo llamo
“polos de la capilaridad” sobre los que se trenza la narración. Por mi apuro en
terminar la novela, me pasé dos paraderos.
Superbe.
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