sábado, 17 de agosto de 2019

ROMAN DE GARE Y SUB/NOVELAS


En Chile, el nombre “roman de gare” no funciona. No hay ferrocarril en los términos que el género exige. Lo cual reduce considerablemente las formas de narrar. Se narraba, en Chile, de Norte a Sur, o de Sur a Norte, siguiendo la línea del tren. Hay pocas narraciones de ramales. Y luego, vino el derrumbe. Entonces, los camiones. Pero no hay novela de terminales de camiones. No hay novelas de camioneros, tampoco. En el imaginario de los escritores de izquierda tampoco los camioneros son objeto de narración. Es un castigo por su participación en el golpe militar.  Pero tampoco hay narraciones de terminales de buses. No hay historias de rodoviarios. De este modo, ya no hay viajeros que sean objeto de una trama. Ya no hay viajeros que consideren que leer un libro en el trayecto, valga la pena. Los videos y las conversaciones abiertas por celular impiden que el viaje sea, durante el día, un asunto donde un mínimo espacio privado sea respetado.

Recuerdo lo que era viajar en AndesMarBus, a fines de los sesenta. Era elegante. Hasta el modelo cincuentero de las máquinas estaban acorde con un concepto de velocidad y de traslado. Se podía leer. Eran buses Chausson.

En la red de ferrocarriles francesa, en todo caso, la vida del roman de gare no es fácil tampoco. Un Paris-Marsella en TGV no demora cuatro horas. No hay novela corta que resista. Las novelas serán, entonces, de ida y regreso, como los boletos. Los cambios que han tenido lugar en la tecnología ferroviaria ha tenido efectos editoriales.

Había una fórmula que funcionaba en el marco de la ferrovía antigua. Todavía opera en  los pueblos en que los pasajeros atraviesan directamente la vía. Entonces había un letrero que decía: Faites attention / Un train peut en cacher un autre. (Tenga cuidado. Un tren siempre puede esconder otro (tren)). De ahí que un roman peut toujours en cacher un autre. Una novela esconde siempre otra (novela). La que leo, en estas circunstancias, es la novela que está oculta por la primera. En términos vulgares, quiere decir “las apariencias engañan”. Pero al menos, indica la forma de la sobre posición. ¿Qué hay debajo de la novela? ¡Otra novela! Pero bajo la forma de una sub/novela. No de una novela corta, sino de un diagrama que corre bajo la versión. Por eso, siempre, esa novela es sub/versiva. Todo se desliza por la hendidura que la separa de la supra/novela.






Acabo de enterarme que Hueders publica “El niño alcalde”, una nueva novela de Marcelo Mellado. Pero al mismo tiempo, que Random-House re/publica “Informe Tapia”. Ahí está la diferencia: “Informe Tapia” es la supra/novela. Llamémosle así: novela significante. Eso quiere decir que para leer todas las demás novelas, hay que pasar por “Informe Tapia”; es decir, leerlas desde el diagrama inconsciente de  su maquinalidad. Es decir, de cómo funciona, no como narración, sino como escritura.

Ya le han preguntado si el título de la novela sub/versiva tiene que ver con Sharp. Esa es una carajada literaria. (Risas). Marcelo Mellado ha hecho del poder municipal un campo de explotación lexical que define las prácticas de enunciación burocrática de un tipo de funcionariato que reproduce en su estructura obstructiva la retención de roles. Nadie está autorizado a sobrepasar los límites de sus atribuciones ni a suplantar a otro en sus funciones; pero –en verdad- todo funciona gracias a la suplantación generalizada de roles, porque una cosa es la ordenanza, y otra cosa es lo real.  De modo que la maquinaria trabaja con indicios de acción decretal, para luego enumerar los encubrimientos que serán necesarios para distribuir prebendas como sistema relacional, terminando por ejercer las dinámicas de colocación que satisfacen la voracidad de la tribu.

En cultura, la sub/novela está siempre garantizada por un poeta; es decir, todo en Marcelo Mellado está pensado para reivindicar la poesía-trouvée  en la pragmática retórica del concejo, como senado romano de pacotilla. Es decir, espacios de intercambio de palabra que se concreta en enunciados encubridores y compensatorios.  De este modo, no es justo asociar a Sharp, al diagrama de la sub/versión, porque se trata simplemente de un “juego de palabras”, donde el título apela a todos los otros títulos en los que la palabra “niño” trabaja su duelo. Por ejemplo, el niño que enloqueció de amor. O bien: el pequeño vigía lombardo. La asociación funciona: una autoridad ordena a un niño subir a un árbol para vigilar al enemigo. El poder municipal ordena a los ciudadanos a ponerse en riesgo. Y además, los culpa de sus derrumbes. Pero es el derrumbe de sus palabras.

Aquí, la frase puede experimentar cierta variación: detrás de un alcalde, siempre hay otro alcalde. Por eso, “El niño alcalde” es la sub/novela de un fantasma; pero de un fantasma literario donde la narración (siempre) tiene su origen en la búsqueda de un decreto perdido.   


1 comentario:

  1. Es verdad, no hay condiciones de posibilidad para tal emulación... Más, todavía quedan viajeros en buses baratos, semi cama (o semi cripta) , viajes de 18 horas, de Antofagasta a Santiago donde, bajo el sueño y la pesantez del aire se genera el ambiente adecuado para las alucinaciones.. He aquí leyendo, emulando, Río Loa, estación de los sueños, de Zeller.

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