Recibo saludos por la serie de columnas que
han sido publicadas. Lito Celis, musicólogo y compositor que reside en
Valparaíso me ha enviado a título de comentario, una cita de Michel de Certeau:
“El espacio es un cruzamiento de movilidades.
Está de alguna manera animado por el conjunto de movimientos que ahí se
despliegan. Espacio es el efecto producido por las operaciones que lo orientan,
lo circunstancian, lo temporalizan y lo llevan a funcionar como una unidad
polivalente de programas conflictuales o de proximidades contractuales. El
espacio es al lugar lo que se vuelve la palabra al ser articulada” ( De Certeau, 1990).
Pienso que
la presencia de una pinturas de Gracia Barrios en esta exposición, dan cuenta de unas movilidades que
desautorizan la lógica de defensa de la exhibición en su provecho. Hay nada que
justifique la tensión entre imagen y palabra, a menos que se reconozca la
generalidad interpretativa de que, aunque ésta no sea manifiestamente visible,
la palabra siempre determina la imagen.
Entonces, me confirma la sospecha según la cual, la pintura chilena no ha sido
más que ilustración del discurso de la historia. Aún, en sus expresiones más críticas,
finalmente, se la somete a semejante destino como una fatalidad estructurante.
La pintura
que reproduce la figura fisurante de una cruz corresponde al período del exilio
de Gracia Barrios. El discurso de su pertenencia ha sido mutilado en cuatro
fragmentos, que corresponden a una escena de desmembramiento de un cuerpo. Si
esa es la escisión de su memoria, entonces no hay imagen susceptible de
reproducir la fisura del extrañamiento.
A lo que más se asemeja esta pintura es a un dé/collage de Villeglé. Lo
cual remite al dolor del deshollamiento.
Eso es el exilio.
Doblemente exilada, esta pintura, colgada en este pasillo entre dos
secretarías. Otra indelicadeza. Habría
que preguntar cuanto costó el arriendo. Todo esto indica la ligereza dolosa con que el curador definió las
obras. Por una parte, para cubrir una
deuda política, y por otra parte, porque
no la conoce.
¿Qué le hubiera
costado solicitar al MNBA el préstamo de Exhalación
del surco? Esa era la imagen de
Gracia Barrios montada sobre la huella escritural de Gabriela Mistral.
Y luego,
la unidad polivalente de programas conflictuales de que habla De Certeau, temporaliza el paisaje pegado a la letra del
deseo de representación, como cuando Gracia Barrios pinta la silueta extendida
de un cuerpo humano que se metamorfosea en cordillera. Pero el curador no
conoce nada de la obra de Gracia Barrios. De lo contrario, no la hubiese
sometido a la humillación de comparecer en un mismo cuadro reductivo, “pintado
a dos manos”, como expresión comercial
de una anécdota privada que la desconsidera, porque jamás, Gracia Barrios, fue
reducida a la pictoricidad de Balmes. Entonces, ¿subirá el precio de esta
rareza pictórica?
No era
necesario que comparecieran en el mismo cuadro. Siempre pintaron, uno junto al
otro, en zonas muy distintivas de sus talleres, mirándose, interpelándose,
retrayéndose, para darse la distancia
afectiva inscrita en la materialidad del color y del trazo. Grave afrenta, entonces, por falta de
rigor formal y de consideración ética. Porque si fuera de esta anécdota, Balmes está
“representado” por NO, entonces el curador debió tener una actitud análoga con
Gracia Barrios y haber buscado la obra que correspondiera al diálogo.
Al escoger
esta “cruz”, el curador ha condenado a Gracia Barrios a ser portadora
del sacrificio del Otro. ¿Qué es lo que,
en términos estrictos, define la pintura de Gracia Barrios?
Convengamos en que
lo decisivo es una certera política de línea que vale por todos las
palabras escritas, articulada con una incierta
proyección de una política de
sombras. Eso lo sabía el curador,
desde cuando fue testigo del trabajo que Gracia Barrios realizó en Matucana 100 –en la exposición Taller por Taller- , trasladando la
silueta de rostros de mujeres -por ponceado-, a través de un género.
Sin embargo, no usó dicho conocimiento y la sometió a un escarnio cuyos propósitos aún no son del todo
claros.
El espacio
de la obra es al lugar de su enunciación, lo que la silueta del cuerpo al
simulacro de su densidad proyectada.
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