miércoles, 24 de febrero de 2016

SIQUEIROS EL INTERMINABLE


La prolongación de La exposición pendiente  hasta el 28 de febrero le deja a la crítica local  una “tarea pendiente”.   Siqueiros es un artista interminable. 

En El Mercurio del 18 de febrero, el mismo día de la carta de Farriol, se publica una pequeña columna sobre el fallecimiento de José Ricardo Morales.   Se señala en ella que en sus tiempos de profesor destacaba por usar diapositivas y que llamaba la atención porque usaba terno y corbata. 

¿Qué habrán querido decir con eso?  ¿Qué era un caballero a la antigua que impulsaba una didáctica avanzada?  Resulta sorprendente esta mención.  Hay en este rescate una nostalgia de un país de caballeros.  El hecho no menor es que le protectaba  imágenes en sus clases.  Es curioso que otro refugiado le pusiera imágenes a la Historia de Chile (Castedo). Y que un tercero, hiciera de la letra (tipografía), imagen (Amster).     Es lo que  he denominado, en otro lugar, la  instancia Winnipeg en la cultura chilena contemporánea.  No cabe duda: José Ricardo Morales contribuyó a que América se hiciera, pero de otro modo.  Quizás, un modo que ya entró en el olvido-de-ser.

¿Qué tiene que ver  todo esto con Siqueiros?  José Ricardo Morales tenía un realista sentido de la historia.  En una conferencia suya,  en el Centro de Extensión de la Universidad Católica, habló de Siqueiros.  Es probable que la fecha coincidiera con una  ceremonia en la que  sería condecorado por el gobierno español.  ¿Mediados de los noventa?

En su conferencia,  José Ricardo Morales se refirió a su participación en la guerra civil española,   donde tuvo un mando en el ejército republicano.  Morales era muy joven y le cupo enfrentar responsabilidades extraordinarias. En esa conferencia comentó  que no durmió  mientras  duró la guerra.  Era una metáfora de su rigor.  Pero no le faltó el humor analítico para referirse a Siqueiros y  rebajar el efecto heroico de las andanzas  de  quien llamaban El Coronelazo.






En efecto.  José Ricardo Morales hizo el relato de una tentativa de Siqueiros por tomarse una posición enemiga, en un pueblo cercano.  La decisión había sido tomada luego de una noche de copas, en la que en un momento determinado  los milicianos  habían  decidido dar este golpe de mano. Siqueiros les ordenó subir a unos camiones y se fueron al combate. Pero esa noche había una bruma tan espesa que los camiones se perdieron en la ruta y  Siqueiros  y sus hombres no encontraron nunca al enemigo.  Regresaron, de madrugada, al lugar del que habían partido, sin haber podido combatir.

Quienes escuchamos con atención la conferencia no pudimos dejar de pensar en la cruel fatalidad de la guerra española.   La fatalidad no es de origen divino, sino que la construyen los hombres.  Y la padecen, sobre todo.

Pues bien:  José Ricardo Morales ya estaba en Chile cuando vino Siqueiros. No estoy del todo seguro que se hayan encontrado.  Sin embargo, esto me recuerda que Siqueiros escribió sobre algunos temas militares. 

Todo el mundo coincide en que no se puede hablar de la obra de Siqueiros sin hablar de política; y que no se puede hablar de política sin hablar de cuestiones militares. 

En 1938, Siqueiros revela su experiencia  durante el conflicto (guerra civil española) en varios textos de carácter castrense como “La ofensiva de la defensiva moderna”, “Se defiende una zona y no una raya”, “¿La guerra moderna es sólo  movimiento y fuego?” y “¿La fortificación militar como un problema de mimetismo?”.   

Estos textos, pocos en realidad,  están en su archivo.  Me parece que jamás han sido publicados.  Es preciso recuperarlos y hacer una edición crítica.  Todos estos títulos poseen una componente que sugiere unos efectos de pensamiento más allá del ámbito militar.  Pareciera que Siqueiros, el interminable, no puede dejar de pensar  en problemas militares sin referirse a la pintura como “ciencia de la superficie”.

Cuatro años más tarde, el 18 de enero de 1943, Siqueiros publica en tres periódicos de Santiago de Chile (La Nación, La Hora y El Siglo) el Manifiesto “!En la guerra, arte de guerra!”, precedido de la siguiente advertencia: “Poco antes de partir a los Estados Unidos, Siqueiros entregó a la Associated Press el siguiente Manifiesto, comenzando su campaña por llevar a todos los artistas de América a realizar un arte que ayude al esfuerzo de guerra de las naciones unidas”. 

No se sabe cual  fue la respuesta de los artistas chilenos de entonces.  Aparte de Carlos Hermosilla, por cierto. 

Es decir, lo que queda claro, es que entre 1937 y 1943 Siqueiros jamás deja de ser un artista en guerra. Primero, como militar, luego como agente, luego como artista. La guerra es la constante diagramática en el triángulo militante/agente/artista.  Sin embargo, la estadía en Chillán  pasa a ser un descanso de retaguardia, que abandona mediante esta proclama en la que señala su regreso a combatir en los nuevos frentes que le ofrece el desarrollo de la segunda guerra mundial.  

Cuestión de contexto:  en esos momentos, se organiza una muestra de arte chileno en la ciudad de Toledo, en Ohio. ¡Que gran logro!  Mientras esto ocurre, a Siqueiros le bajan una exposición en el MoMA.  Y  Matta está en Nueva York haciendo work-shops a los que asiste Pollock, que se amurra al fondo de la sala.  Y la escultora chilena María Teresa Pinto y su marido, el arqueólogo francés Gilbert Medioni –miembro del equipo cultural de la Francia Libre en Nueva York- , publican un libro de fotografías sobre la colección de objetos precolombinos de Diego Rivera.




No hay comentarios:

Publicar un comentario