martes, 10 de julio de 2018

POLÉMICAS FORMALES (2)




¿Por qué a los artistas chilenos les preocupa el asunto de la copia y de la matriz? Habrá otros que les ocupará el régimen de la cita. No deja de ser. Las ocupaciones conceptuales están bien distribuidas en la coyuntura de 1978 y 1979, si se piensa en los efectos de la exposición que realiza Juan Domingo Dávila en Galería CAL. Dávila no sería conceptual. Entonces, solo es acreedor a la retórica de las citas pictóricas, con garantía pseudo-semiológica. Los serios del asunto, de acuerdo a las acreditaciones en curso, son aquellos que ponen en escena la cuestión de la reproducción. 

Es a partir de allí que la copia de un original pasa a la reproducción mecánica en sentido estricto, de un texto sobre un soporte plano; mientras que la copia de yeso está referida a objetos determinados que son susceptibles de ser copiados a partir de una matriz determinada.  No se trata, entonces, de falsificar un original, sino de reproducir un original, tantas veces sea posible.  Pero entre medio, los artistas chilenos que se disputan la primacía de la visibilidad en la escena plástica de1980-1981 se empantanan en una discusión que no los conduce a ninguna parte, más que a la autocomplacencia pequeña-burguesa de un don travestido.  Lo que los obsesiona es el aparato del grabado como un modelo de colectivización culpabilizante de las artes, para fines de propaganda[1].  Algunos, como Nemesio Antúnez y otros próceres del Taller 99 habían postulado un grabado abstracto y des/comunizado con el que podían abrir un poder comprador de obras a bajo precio, en un contexto de depreciación de su propio estatuto, ya que ninguno de ellos está en medida de disputar nada en el terreno internacional. A Antúnez, solo le queda convertirse en un “difusor” generalista de arte en el contexto de una televisión mediocre en la que calzaba perfectamente la imagen de un señor “pituco” que hablaba de arte como un patrón paternalizante.  Pero eso era a comienzos de los años 60´s. De hecho, gracias a las bienales de grabado, tanto Nemesio Antúnez como Emilio Ellena –su organizador efectivo-  lograron la apertura de un mercado de pequeña envergadura, porque el mercado en forma ni siquiera alcanzaba a constituirse. 

En esa disputa[2], la izquierda del grabado se viró hacia la serigrafía en los años 70´s   y abrió el camino hacia trabajos de reproducción entendidos como expansión fotográfica en los años 80´s. Es decir, no hubo ruptura entre grabado y fotografía en el universo léxico cercano a Dittborn, sino que él facilitó la comprensión según la cual la fotografía era la continuación radical del grabado clásico[3]. En cambio, para Kay la cuestión era diferente. Estaba pensando un paso más allá, pero sabía que en ese paso Dittborn no lo iba a seguir.  Por de pronto, jamás explicitó dicho paso. Pero dio a entender que no le interesaba el debate en torno al grabado, sino que él buscaba ocupar un lugar en la teoría de la fotografía y de la cultura, a secas. Por esa razón toma cuidado de proporcionar una información inquietante en el colofón de “Del espacio de acá” (1980), que hasta podría calificar de mezquina en relación a su declarado compromiso con la obra de Dittborn.


[1] MELLADO, Justo Pastor, www.justopastormellado.cl (Impostura, transferencia y mitología (de la pintura oligarca a las inflaciones compensatorias en la escena plástica chilena 1891-1973); Teorías sustitutas y parodias locales (de la pintura plebeya a las deflaciones reparatorias en la escena plástica chilena 1950-1973).   

[2]  La hipótesis acerca de la des/comunicación del espacio del grabado la he abordado en La novela chilena del grabado (1995). Emilio Ellena leyó el libro y se enfureció primero, para luego invitarme a almorzar a su departamento para explicarme lo equivocado que yo estaba al respecto.  En verdad, lo que me dijo confirmaba mi hipótesis. Emilio no estaba dispuestoa a realizar un análisis político de la disputa entre la Bienal de Grabado y la carpa  que montaron los artistas de la Universidad de Chile en la explanada de la que entonces era la Escuela de Bellas Artes (hoy MAC). Nemesio Antúnez, en su megalomanía política siempre quiso entender que esa carpa le era levantada en contra de “su” venal. No se daba cuenta que los artistas de la universidad la habían levantado en apoyo a la candidatura de Salvador Allende, esgrimiendo un slogan que se haría famoso: “El pueblo tiene arte con Allende”.  Ahí fue donde ellos montaron el proyecto de las carpetas de grabado en serigrafía, en que cada artista “ilustró” una de las 40 medidas del programa para los primeros cien días de gobierno. Lo que más molestaba a Emilio era que desde la Facultad de Bellas Artes echaron a correr con maledicencia que era un “agente de la CIA”. No entendía que en ese entonces cualquier adversario de la izquierda que tuviera relaciones con los EEUU o con instituciones internacionales era calificado como “agente de la CIA”. Emilio Ellena era un brillante experto en estadística y trabajaba para importantes agencias de desarrollo. En todo caso, mi hipótesis de la des/comunicación no lo hacía responsable de nada más grave que de haber facilitado un corrimiento de la atención crítica hacia un grabado que, en general, había estado ligado a la xilografía de procedencia comunista.

[3] En esta misma lógica, Leppe llegó a sostener que la televisión era la xilografía contemporànea.

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