La exposición de Carlos Gallardo “A la carne de Chile” en D21 me ha hecho recordar nuestra
presencia en la Bienal de Paris de 1982, a través del envío
chileno “hors-contingent”, entre los que debo mencionar, junto a las obras de Gallardo y de Jaar, las obras de Eugenio
Dittborn y de Marcela Serrano.
Prácticamente no
hay fotografías del montaje, en un pasillo, entre dos tabiques enfrentados. Una
de las fotografías me impresiona hasta hoy. Sobre el lomo de un caballo,
Dittborn hace escribir con pintura la frase “a caballo regalado no se le mira
el diente”. Sin embargo, no he podido
acceder a una imagen precisa. A lo menos, en esta imagen se puede percibir,
debajo del trabajo de Marcela Serrano, una prueba de lo que estoy afirmando. A
su lado, hay una reproducción de la mancha en el desierto. La tercera no logro
identificarla.
También recuerdo
el trabajo de Marcela Serrano, en que se hace fotografiar exhibiendo las
pinturas corporales de mujeres fueguinas,
cuya fuente primera debe ser encontrada en la que ya realizara Martin Gusinde y
cuya reproducción había sido impresa en uno de los números de revista CAL, para
ilustrar un texto de Ronald Kay que llevaba por título “Señales para una mirada
americana”. Su trabajo contemplaba, además, escenas de una acción que se titulaba, justamente, "Autocrítica".
Sin embargo,
Dittborn hacía referencia a su propia "autocrítica", montado en un cruel realismo analítico frente a la oportunidad que le era
ofrecida, de comparecer entrando por la ventana a un evento internacional, que
sería, al parecer, el primero de envergadura al que asistía un conjunto de
trabajos colectivizados por un formato documental que convertía el envío en un
gran diario mural fotográfico.
Pero Marcela
Serrano desplazaba mediante el registro de una acción corporal el sentido que
tenía la referencia al uso que Kay hacía
de la fotografía de Gusinde, en el momento en que preparaba con Dittborn el
catálogo para una exposición en el CAYC de Buenos Aires, que no se llevó a
cabo, pero que sería la base del libro “Del espacio de acá”. Claro que en este caso estamos hablando de
1979, a lo menos, y corresponde a la presencia chilena en las Jornadas de la
Crítica de Buenos Aires que eran organizadas por Jorge Glusberg, quien había
enviado en 1978 a Horacio Safons a Santiago para que le hiciera un reporte de
situación de la escena chilena. Es así como Glusberg comenzó a invitar a Buenos Aires a varios
críticos. No sé si invitó también a Nena
Ossa y a alguien más de ese sector, porque probabemente eran miembros de la
AICA. Pero Nelly Richard y Ronald Kay
asistieron en 1980. Si es que no lo habían hecho ya en 1979. En esa ocasión, Kay habría expuesto un tema teórico,
como el que aparece mencionado en Revista CAL y que está referido a la invención fotográfica de una mirada
americana, pero a nadie le habría interesado escucharlo. Nadie habría querido
entender otra cosa porque esperaban otro
discurso desde Chile. Kay habría quedado muy decepcionado con las condiciones
de recepción de dicha intervención.
Lo anterior
coincide, evidentemente, con el inicio de los viajes de Glusberg a Santiago y
de su participación como jurado de concursos importantes. Al respecto, hay que pensar que en ese
entonces, varios concursos tenían lugar y su espacio de exhibición era el MNBA.
Así mismo, se debe hacer notar que en el
Instituto Cultural de Las Condes tuvieron lugar los Encuentros de Arte Joven y
que el envío chileno oficial a la Bienal
de Sao Paulo (1979) estuvo formado,
entre otros artistas, por Gonzalo
Díaz.
De todos modos, Glusberg
entendió que en Chile había un tipo de trabajos que estaban en la línea de lo
que ya había iniciado el CAYC. A su
juicio, siempre seríamos subordinados, por cierto, a una interpretación en la
que éramos deudores de una información que nos llegaba a destiempo. Él se
encargaría de ponernos “en el tiempo” del circuito que regentaba. Y así fue. Cuando visitó Santiago, no pocos artistas
hicieron cola en el hall del hotel en que se hospedaba para mostrarle su set de
diapositivas correspondiente y pasar el examen para acceder a la nueva
temporalidad.
Pero cuando
invitó a Richard en 1981, en una ocasión en que viajó con Leppe y Altamirano,
en octubre, llevando éste una publicación sobre “Tránsito suspendido”, Glusberg
no calculó que Alessandro Mendini,
editor de revista “Domus”, y que Georges Boudaille, comisario de la Bienal de
Paris, caerían rendidos ante el discurso que Richard pronunciaría en esas
Jornadas, y que se saldarían en una portada y en una doble página en número de
la revista de marzo de 1982 y en la solicitud de participación en la Bienal de Paris, como un
gesto solidario con el esfuerzo que los artistas realizaban en el interior de
Chile. Esto fue lo que Dittborn sancionó como un “caballo regalado”.
En esa ocasión,
Dittborn aprovechó muy bien el “regalo”. Primero, produjo la fotografía del
caballo (de Troya) en la muestra reglamentada; y segundo, escribió un texto
para el numero de septiembre de 1982 de revista Art Press, que tituló
“Nosotros, los artistas de las provincias lejanas”, en que convierte la imagen
de baja intensidad escrita sobre el lomo del caballo, en un agresivo
requisitorio destinado a interpelar a los intelectuales y críticos europeos
sobre su incapacidad metodológica para hacerse cargo de las obras de los
“artistas lejanos”.
¡Glusberg no lo
podía creer! Hasta que en 1985 preparó
su pequeña revancha, invitando a la misma Richard a realizar una muestra en el
CAYC de Buenos Aires. Fue entonces que ésta seleccionó a Díaz, Dittborn y
Leppe, sin saber que Glusberg le metería por los palos a Jaar. Ha sido, creo, la
única ocasión en la que han estado los “cuatro grandes”. Sabiendo todos, que los
tres primeros despreciaban el trabajo de este último, que en cinco años ya
había ocupado todos los espacios de exhibición internacional a los que los tres
primeros aspiraban. No podían entender
cómo, una obra que calificaban de tan poca densidad en relación a las suyas,
pudiera tener semejante éxito. Ciertamente, pensaban que la justicia estaba mal
distribuida. Dependían, entonces, de la invitación de Glusberg, en el grave
entendido que entre 1982 y 1985 no había tenido lugar (casi) ninguna exposición
de artistas chilenos en el extranjero. Salvo una, promocionada por el propio
Jaar, que se llamaba IN/OUT, cuya especificación no tengo a la mano; pero lo
que si recuerdo es que fue invitado el
CADA y que fue esa la ocasión en que enviaron como obra un
fardo de ropa americana usada, como un acto de devolución a quien nos hacía
envío, justamente, de “ropa usada”, en el más amplio sentido de la palabra.
Lo que hay que
recalcar es que ninguno de esos envíos logró constituir una posteridad
orgánica, porque nadie se quiso hacer cargo de su manejo curatorial. Las
relaciones que pudieron ser exitosas para un conjunto de obras, no tuvieron
seguimiento.
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