El viernes 18, mientras
en el Palacio de La Moneda la Presidenta firmaba el proyecto de
Ministerio de las Culturas, de las Artes y del Patrimonio, los funcionarios de
la DIBAM sostenían una asamblea para
discutir sobre su rechazo a la iniciativa.
Ese mismo día, los trabajadores del MNBA iniciaron un paro de
actividades.
Durante el fin de semana, ningún diario se hizo cargo de
esta noticia. Es decir, no fue noticia. Como si nada pasara, en alguno de ellos el tema fue la próxima exposición de
la colección. Es que en verdad, no pasa
nada. Ni pasará nada. Todo está bajo control, político y
comunicacional.
El sábado por la mañana, el Ministro del ramo se refirió con
indolente sarcasmo a la situación planteada por estos trabajadores, dando a
entender que no se entiende por qué éstos últimos no entienden, a su vez, el
rigor de una propuesta cuyo texto final,
por lo demás, no ha sido conocido por la comunidad de gestores, de artistas y
de profesionales del patrimonio.
Asistí el sábado a la conferencia de prensa que los
trabajadores de la DIBAM realizaron en las escalinatas del MNBA. No había
ningún artista. Todas las organizaciones
que los agrupan han guardado silencio, bajo el temor de perder influencia en el
gabinete. Ningún miembro de la comunidad
de investigadores ni de historiadores del arte, exceptuando quien escribe, se ha manifestado. Lo que se espera son noticias sobre promesas
de empleo en nuevas estructuras de
gestión. Dicho sea de paso, ningún
representante del mundo de la gestión ha expresado juicio alguno, frente a la expectativa de
reparto de nuevas funciones prometidas.
Lo cierto es que no hay quien esté en contra de la creación
de un Ministerio, sino bajo qué concepto y qué distribución administrativa éste
se va a regir. De hecho, fui invitado a
la ceremonia de la firma del proyecto,
porque no me voy a restar de la contribución que en este proceso tuvo el
gabinete del ex ministro Luciano Cruz-Coke.
Pero una cosa es apoyar la idea de legislar en la materia, y
otra cosa es aceptar el corpus de la
propuesta, que como ya he mencionado, no ha sido dado a conocer por la autoridad política. Desde
el gabinete se sostiene que al no haber un proyecto definitivo, mal pueden los
trabajadores radicalizar su posición. Lo cual significa aceptar la inexistencia de
un corpus conocido desde el cual las comunidades pudieran debatir. ¡Que ingenuidad! La autoridad considera que ya
ha habido suficiente debate. Por
decreto, ya definió en su favor la aceptabilidad de las consultas
realizadas. Lo que viene ahora son las decisiones que el gabinete anterior no fue
capaz de elaborar. Más que una propuesta razonable, lo que tiene
el Ministro es una voluntad política.
Eso es al menos, algo. En la
actual condición de la política nacional, eso es todo. La joven estrella mimada del gabinete de una deflacionada Presidenta tiene
todo para ganar la partida. Aún cuando
los debates ya realizados no se
traduzcan en resoluciones y propuestas
razonables. Una cosa es lo que se
piense en el gabinete; otra cosa es el
soporte y la reducción política del proyecto.
Sea lo que fuere, artistas, gestores y pequeños operadores se ordenan ante ofertas implícitas y permanecen en una
especie de limbo, esperando la respuesta
a la pregunta “¿cómo voy ahí?”.
Esta mañana, he recibido una declaración de la ANFUDIBAM en
la que interpelan a la Comisión de Cultura de la Cámara para que intervenga en
el debate. Nada. No tienen voluntad para ir contra el Ejecutivo. Anuncian una reunión con su presidente. Veremos
como les va. No sacarán nada en limpio porque el asunto ya está resuelto en las
más altas esferas. Al punto, que ni
siquiera se ha hablado de “mesa de trabajo”, que es lo que se organiza para
seguir discutiendo hasta imponerse por cansancio político. Aquí, ni siquiera. Todo apunta a que el Ministro termine en la
mejor forma, gracias a las protestas de los propios trabajadores, que le
permitirían sacarse de encima al Director de la DIBAM, por no haber cuidado ese
frente. El Ministro estaría logrando un
apoyo ciudadano en contra de un alto funcionario que no responde, por lo demás,
a la confianza política de su gabinete. La jugada es perfecta. En
esta pelea, los trabajadores del patrimonio están solos.
En esta situación, los trabajadores están en la peor posición, no tanto porque
sus objeciones no sean más que pertinentes,
sino porque han sufrido la demolición de su poder de interpelación, gracias a la acción de sus propios directivos. Lo cual significa que existió una confianza previa que fue progresivamente
convertida en procedimiento de neutralización de la oposición interna y en torva mistificación de sus condiciones de expresión.
El propio director actual ha contribuido
a la desnaturalización de la posición de los trabajadores. Lo cual ameritaría,
al menos, un reconocimiento mínimo de parte del gabinete, por haber realizado el trabajo sucio. Pero
como se sabe, en los pasillos de la política no existe justicia
distributiva, sino solo deudas directas. No sabemos qué compromisos internos lo mantienen en el cargo. Su salida estaría justificada, para algunos,
por su pésima gestión en el control de conflictividades internas. Si así
fuera, el Ministro se vería fortalecido,
paradojalmente, gracias a la presión de los trabajadores. En el actual gabinete, hay quienes saben
perfectamente para quien trabajan y esperan.
Esperan. De todos modos, los
trabajadores pagan el costo del maltrato funcionario y de la omisión
discursiva. Bueno, esta última no va sin
lo primero. En eso, este gabinete
acarrea consigo suficiente
experiencia.
Gracias por el apoyo,la participación,la compañía,Justo Pastor Mellado (sábado 19 de diciembre 2015),muy bueno el artículo, me y nos llamo mucho la atención la falta de participación de los "artistas", que pena, nuevamente gracias por el apoyo.
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