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jueves, 28 de abril de 2016

¿QUÉ HACER PARA RE/MONUMENTALIZAR EL DES/MONUMENTALIZADO MONUMENTO AL GENERAL SCHNEIDER?


Lo de ayer fue una broma. En verdad, el ministro de ceremonias no tiene ningún peso para realizar una inspección de obras.  No es que no esté en sus atribuciones, porque él se acostumbra a atribuirse funciones que no le corresponden. Sino que nadie lo pesca en estas cuestiones, porque tiene tejado de vidrio en las cuestiones patrimoniales. Por otro lado, es tal el embrollo que tiene con los funcionarios del CNM que no se va a arriesgar a usurpar funciones, como lo ha hecho en la dirección de museos de la DIBAM.  Así las cosas, el destino de todo estudio acerca del estado actual de la escultura de Carlos Ortúzar no tendrá curso, a menos que la SOECH (Sociedad de Escultores de Chile), por ejemplo, plantee algunas exigencias para que una comisión especial visite el lugar y constate su estado de conservación.  Está claro que por el lado de Camilo Yáñez y de Gaspar Galaz esto no tendrá ningún efecto, porque no están disponibles para ninguna acción irresponsable, que implique perturbar la indolencia pragmática de los operadores especializados en arte público. Es el momento de que Rivera, por ejemplo, solicite a sus contactos extranjeros que eleven una carta de protesta. Y que los coleccionistas de obras de Carlos Ortúzar eleven una solicitud ante  quien corresponda, para preservar este hito que, en definitiva, garantiza por contigüidad elaborada, el valor de sus propias adquisiciones.  En fin. Hay que hacer algo. ¿No?

La iniciativa de trasladar el monumento a la explanada del Museo de la Memoria, sostenido por algunas personalidades que han sido consultadas, pareciera ser una solución que pondría en relevancia dicha obra, ya que le proporcionaría un espacio de amplitud suficiente, en relación a lo que este monumento podía disponer en los años de su elevación.  Preservar la memoria es también preservar sus monumentos más emblemáticos en la ciudad. ¿Verdad? Porque, dejémonos de cosas, las fotos que subí ayer no le hacen ningún favor a las tentativas de conservación-restitutiva. El “chupete helado” resulta evidente en su inestable erección, entre masas de mala arquitectura. ¿Qué tal?

Se me ocurre, simplemente, reproducir la fotografía en blanco y negro que aparece en Chile Arte Actual (Galaz/Ivelic, 1988), a título de homenaje.  Al menos, es el estado de la obra en 1988. Se nota que ya presenta ciertos grados de merma en las junturas de las placas.  Agrego la fotografía del  único texto que en ese momento fue publicado al respecto.  No había otra manera de hablar de ese monumento. Y me parece que fue un cierto acto de disidencia, el solo hecho de relevar su existencia. 







Hoy día, no hay disidencia posible. El monumento ha quedado des/monumentalizado por el “desarrollo urbano”.  Al fin y al cabo,  el nuevo carácter de “lo público” disolvió toda la “simbología” del acontecimiento escultórico, que sin embargo permanece como una incisión sobre la conciencia de quienes fueron cómplices implícitos (y explícitos)  de la muerte del general.  Para eso sirven los monumentos: para que ciertas “memorias” persistan como indicios  percutores que impiden el “olvido”, a pesar-de-todo.

Entonces, ¿qué hacer, para re/monumentalizar esta escultura, formalmente datada y que corresponde a un debate artístico perimido, que apenas logró levantarse como alternativa de desarrollo de un campo ya precarizado.

miércoles, 27 de abril de 2016

INSPECCIÓN FISCAL DE UN MONUMENTO


A ver si responde. Se supone que el Ministro de Ceremonias debiera ocuparse del estado actual de los emblemas del espíritu novo-mayorista.  Entre ellos, fiel a un populismo  de baja intensidad, está el monumento al General Schneider, tan celebrado por Gaspar Galaz como un hito de la escultura chilena contemporánea, pero que el desarrollo inmobiliario del sector ha convertido en un “chupete helado” solitario condenado a la omisión por una comunidad que considera su permanencia como una agresión.  



Recordemos que está elevada en una  especie de plaza que se encuentra a centenares de metros de la Escuela Militar y de unos edificios ocupados por personal castrense.  El monumento fue emplazado en ese lugar para señalar una advertencia que no fue tomada en cuenta por aquellos a quienes estaba destinada.  Lo que se espera, probablemente, es que el entorno  disuelva su pertinencia y la condene a un rol decorativo primario que la aleja de los motivos por los cuáles fue erigida.  

En esto, debiera entrar a tallar la comandancia en jefe del Ejército. No es posible que el monumento a un general  asesinado no sea tratado con  el respeto debido  por los encargados de  faena. El ministro debiera saber que la defensa de este monumento puede fortalecer la frágil presencia mediática que lo expone como administrador de falencias.  Es cosa que visite él mismo las obras que amenazan la estabilidad  formal del monumento y que actúe como un verdadero inspector fiscal, para así al menos demostrar que una autoridad política  está dispuesta a proteger el patrimonio ejerciendo las atribuciones que le corresponde.

Presento a continuación  una fotografía que me han remitido personalidades del sector para ilustrar esta falta de consideración elocuente.  Incluso,  hay personas que han enviado cartas al Consejo de Monumentos, simplemente para manifestar su preocupación por el estado de la escultura, amenazada por la indolencia de los ejecutivos de terreno.

A dos semanas de la embarrada de Sacyr  en el puente Lo Saldes tenemos todo el derecho a esperar lo peor del criterio de los encargados de las obras.  Pero de la mencionada institución no se dignan responder.  No tienen noción de la urgencia.  En verdad, ya no tienen noción de nada debido a la demolición institucional de que han sido objeto. Es muy probable que sus funcionarios no estén en medida de responder a nada. Es  el efecto visible de la política triunfante conducente a la formación de un ministerio. 

Sería muy considerado de parte de la asociación de  funcionarios  que  realizaran todas las acciones posibles tendientes a que sus autoridades tomen una decisión rápida al respecto. 

Por otro lado, me sorprende que Gaspar Galaz –gran defensor de la obra de Carlos Ortúzar y reconocido intelectual  de la modernidad política- no haya iniciado todavía una campaña pública en favor de la preservación del mencionado monumento, y que no haya iniciado diligencias  ante el ministro, dada las extraordinarias relaciones que sostiene  con el Poder. 

El problema en cuestión tiene que ver con la desprotección del monumento.  Por cierto, se trata de una desprotección frente al entorno; más bien,  habilitada por un sentimiento ideológicamente hostil.   En verdad, la construcción del Hotel  Hyatt lo sometió a la mayor de las ofensas contextuales.   Entonces, ahora solo queda reclamar  por su preservación en la medida de lo posible, porque ya nadie confía en las habilidades sociales finas que las empresas manifiestan en relación a la conservación preventiva de bienes patrimoniales.  




Lo que hay que solicitar de inmediato es la confección de un plan de manejo preventivo, que proteja la dignidad material del monumento.  A menos que ya  se haya comenzado a pensar en su traslado a la explanada del Museo de la Memoria, que ha sido la gran empresa de ghettización simbólica de todo este período.