Hablé en las columnas anteriores del biografema.
Es eso. Una anécdota significante que es empleada como dispositivo generativo,
a partir de su materialidad. En este caso, hay dos casos en que las
materialidades técnicas, son la base de investigaciones que dar crso a efectos
curatoriales específicos. Para eso no me fue necesario pasar por Benjamin. Me
bastó con Lewis Mumford y la historia del maquinismo, incluyendo la válvula de
Newcomen, para entender el inconsciente termodinámico en cuya cuenca se forja
la fotografía como tecnología maníaco-depresiva. No hay que olvidar a la fotografóa judicial.
He aprendido más de Gilardi que de Kay. Y estoy seguro que Kay nunca conoció la
obra de Gilardi. Pasemos.
Bien. Dije: hay dos diagramas de los cuáles podemos, en el arte chileno,
recurrir a la hipótesis de la etnografía como plataforma crítica, antes de que
Foster instalara su canon. Es cuestión
de lectura. Prefiero a Clastres y la angustia del guerrero salvaje. En Foster,
todos corren riesgos medidos a costa de los otros, en los pasillos, en las
librerías y en la galerías donde pululan los hombres vestidos de negro y las
curadoras con zapatos de taco bajo. Bien.
Entonces, vamos a las dos obras, ambas, de 1988. Primero: en la penúltima
sección de El fantasma dela sequía,
escribí un título, La pintura como
etnografía. Es lo que define el trabajo de Dittborn. Desde la famosa
historia del cuaderno de los sacos. La resumo: Dittborn se remite a Leroi-Gourhan
y no al Benjamin-de-Kay. Y de Leroi-Gourhan, pasar por Morin es muy sencillo: El paradigma perdido. No había para qué
hacer resúmenes de la Kristeva. Si la teoría del cuerpo en Dittborn ya era
hipocrática.
Entonces, es ahí que Morin escribe este capítulo sobre pintura y sepultura
en el que me baso para todo lo que hago. Segundo: en el texto sobre Banco(Marco) de Prueba, (Díaz, 1988)
insisto en el hecho de que hay que poner atención en el mecanismo, en cómo
funciona el aparato tecnológico de referencia, para que la metáfora pueda
funcionar. Pero lo primero es lo primero: el torno para fabricación de
balaustres. Eso es lo principal del diagrama, porque solo desde ese torno, en
su materialidad, es posible entender por qué el balaustre es lo que sostiene la
reflexión proyectiva de Gonzalo Díaz sobre la escritura del Código de Andrés
Bello, relativo a la partición de las aguas, para regresar a las formas de
propiedad y tenencia de la tierra. Claro que sí. De eso le va a preguntar Fichte a Allende. Va
a insistir en eso. En la reforma
agraria.
La curatoría como investigación, en estos dos casos, privilegia la
investigación, por sobre todo. A condición de definir investigación. Pelotudez
básica: no es la investigación entendida por los decanos de medicina y de
ingeniería, cuando se discuten los presupuestos. Arribismo de las artes para
ser consideradas en el mismo nivel de distribución. Pero no tienen con qué. No
se trata de ese tipi de investigación. (Risas, Aplausos prolongados).
La Cuestión del Método es Otra: regresiva-progresiva (Mas risas: Sartre
prologando a Fanon, en la misma época en que publica la Crítica de la Razón Dialéctica). Pero el método es el mismo:
materialista histórico. No el manual de materialismo dialéctico de Kuusinen
publicado por Quimantú. ¡Por favor! Desde la materialidad de las palabras hasta la
materialidad de los artificios básicos.
A Dittbotn le dicen: pinte con óleo.
¿Quien le dice? El super-yo de la
pintura occidental, poh! Claro. Con aceite-quemado-de-auto.
Y luego le dicen: pinte sobre tela. Claro, responde. Con tela de yute paquistaní. Ya marcada, de fábrica, porque no existe
la página en blanco. O sea, la tela en blanco. Siempre está la sutura como
costura de una vestimentareidad decisiva de la letra, como doble-de-cuerpo. Pobre.
Leppe creyó que todo se jugaba en el des/nivel de la simulación. No poh. El
secreto estaba en el traje y se vestía como Gardel. Mentira. Dittborn se lo dijo: el traje era del
Tani Loayza. El significante
vestimentario era el que determinaba a investigatividad de los cuerpos en el
Chile que vino Fichte a “investigar”. Por eso escribe, en la página 57: “Movilidad y ropa bien planchada: eso es lo
primero que se ve”.
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