En www.d21.cl, Pedro Montes publicó
ayer una descripción forense que da respuesta a las objeciones que Scott
Weintraub, profesor de la Universidad de Oklahoma, formula en un paper que publica la revista Latin
American Literature Today, en el que descalifica su trabajo editorial, y de
paso pone en duda la probidad de Eliana Rodríguez, la viuda de Juan Luis
Martínez. Dicha acusación está basada en el testimonio de Ricardo Cárcamo, que
declara haber sido el autor de las anotaciones atribuidas a Juan Luis Martínez, realizadas a mano sobre
un ejemplar de “La Nueva Novela”, que Pedro Montes publica de manera
facsimilar.
La descripción forense que
hace Pedro Montes me ahorra hacer un resumen. Al leer este texto y recordar el paper del profesor Weintraub me formulé
una pregunta comunista. En la retórica del discurso político, una pregunta
comunista contiene tres sub-preguntas encadenadas que forman un bloque
enunciativo: 1.- para quien escribe?; 2.- quien le paga?; y 3.- cual es su
propósito objetivo?
El paper del profesor, en su andamiaje, solo amerita –a mi juicio- que
se le formule una pregunta comunista, como chiste literario, porque asume desde
un comienzo la forma de una maquinaria de desmontaje, destinada a probar que la publicación realizada por Pedro Montes es un fraude.
En esta operación el investigador emplea la literalidad de la versión de
quien reclama la autoría, convirtiéndolo en su ventrílocuo por inversión, sin
realizar el trabajo de verificación de la fuente.
Sorprende, de hecho, que no
haya recurrido a un estudio sobre el estatuto del trabajo de la anotación
literaria, como “género” y puesta en escena de un dispositivo de transmisión ya
sancionado por la french theory.
Hubiese sido un bello trabajo sobre las condiciones bajo las cuáles Juan Luis
Martínez realizaba frecuentes intercambios con estudiantes y jóvenes poetas que
lo visitaban en su casa y en la librería. De ahí a considerar a Cárcamo como un colaborador
autoral hay un largo trecho, que el profesor Weintraub no considera.
Voy a comenzar por la tercera pregunta comunista.
¿Qué intereses sirve? Tengo una idea: sirve los intereses de franjas de
académicos que consideran que solo es válido reconocer las obras publicadas en vida por el autor. En el caso de Juan
Luis Martínez, en la medida que es preciso instalar la pertinencia de una obra
que solo han tenido acceso mediante publicaciones, los académicos solo
consideran lícitas, “auténticas”, aquellas que el propio autor preparó de
manera explícita para su publicación.
El problema con Juan Luis Martínez es que se
debe establecer el nivel de preparación de una edición específica, teniendo en
cuenta que gran parte de su trabajo consistía en preparar sus obras; solo que
no disponía de los medios para llevarlas a la imprenta. Entre tanto, falleció. Le
faltó tiempo. En efecto, no tuvo mecenas y no tuvo acceso a fondos públicos. A
fines de los años setenta no existían.
Ahora, en la medida que estos académicos no
pudieron acceder a las obras que estaban en posesión de la familia, le restaron
validez montando su condición de “resto”,
en la medida que no eran sancionadas por su dispositivo de autovalidación
institucional. La falta de audacia, por no decir, mojigatería de los editores
es que no fueron explícitos hasta que encontraron a Ricardo Cárcamo. Solo en
ese momento les fue posible montar la operación de descalificación, en que
debían demostrar que Pedro Montes y Eliana “fabricaban” originales.
De este modo, el paper del profesor Weintraub satisface los intereses de una secta
de académicos que se instala como garantizadores de la obra de Juan Luis
Martínez, a los que ni el trabajo del editor Pedro Montes ni la acción de
Eliana Rodríguez les merecería confianza. Defensores de la academia, no
trepidan en emplear métodos no académicos para validar sus operaciones. Pero
eso es lo común en el mundo académico. A tal punto, que a veces resulta muy
complejo hacer una distinción tajante entre un mundo y otro. Lo no académico
infracta lo académico como una condición necesaria de su propia existencia. De
este modo, el deseo instituyente del profesor Weintraub encarna los intereses del editor. Por eso afirmo que
se trata de una operación de demolición, en la que éste –al instalar una
entrevista como fuente- hace el trabajo de agitar la mano mora de un comanditario
objetivo, que lo haría compartir sus mismos propósitos. A menos que no sea a la
inversa. Esto es, propiamente, la proposición de una intriga grosera que trabaja
en un terreno de disputa institucional, puesto que se trata, no de un problema
de análisis textual, sino de sociología de la distribución académica de la atribución autoral, en la que los
propios participantes son síntoma. En esta operación es muy importante
descalificar a Pedro Montes como editor independiente “sometido al mercado”,
para recalificar el gesto de los editores de la revista, que para estos efectos
asumirían la bandera de una “política pública” en el campo literario.
Ahora viene la segunda pregunta comunista: ¿quien
le paga? Aquí, el asunto es más difuso, no porque no sea claro el objeto en
disputa, sino porque aviva la cortina de humo. Suele ocurrir que
académicos recurran a la metáfora del financiamiento. Es muy importante saber
de donde proviene la infraestructura que sostiene la producción de los
conceptos. ¿Quién le paga al profesor Weintraub?
No hablo de salario en sentido estricto, sino del valor simbólico que adquiere
una operación de atribución autoral. Por un lado, como se suele decir, tenemos
un chancho; y por otro, quien le da el afrecho. Esa es la figura que habilita
un tipo de administración proveedora de una promesa. Sin embargo, el mecanismo funciona
solo a condición de convertir al chancho en ventrílocuo, bajo la promesa de no
cortar el suministro del afrecho.
La promesa se hace evidente en la medida que se
ofrece en pago simbólico, bajo la figura de un reconocimiento autoral de las
anotaciones de Ricardo Cárcamo. Cabe preguntarse si el rofesor Weintraub posee
facultades para saldar la deuda contraída. Luego de manejar la comparecencia de
Ricardo Cárcamo en la escena literaria que la revista gestiona, no se ha podido
tener acceso a ninguna prueba de una escritura autónoma que refrende la
afirmación de autoría. No solo de las anotaciones. (Al parecer, las anotaciones
serían “la obra” de Ricardo Cárcamo).
¿Existen documentos en los que otros visitantes
de Juan Luis Martínez hayan anotado observaciones semejantes, como sería normal
en un trabajo de “colaboración”? ¿Eso es
todo? El profesor Weintraub no hizo el trabajo previo para establecer la existencia
de un material irrefutable que asegurara la verosimilitud de la versión de Ricardo
Cárcamo. Existiría la posibilidad que algunas de las visitas tomaran apuntes.
Entonces, debiera existir algo así como un inventario de apuntes documentariamente
autentificados.
¿Y si éstos hubiesen “tomado apuntes”, tendrían
la iniciativa –hoy día, con el apoyo del “aparato crítico” del profesor Weintraub-,
para sostener las respectivas autorías; escudados en que los escritos
garantizados por la academia solo cubren los textos publicados por Juan Luis
Martínez en vida? ¿Este sería el pago,
entonces? ¿Producir su autoralidad? ¿Y de paso declarar que lo que no fue
publicado por Juan Luis Martínez en vida corresponde a la “fabricación de un
fraude”?
Finalmente, vamos a la primera pregunta
comunista: ¿a quien sirve la operación del profesor Weintraub y de su editor?
La “dialéctica” puede funcionar de este modo. Es usual en el análisis político
realizado por una cierta tradición del discurso, formular esa misma pregunta
para señalar la posición de clase del adversario. En este caso, esta hipótesis es
sugerida por el juego de oposiciones planteado por el profesor, entre “editor
privado” y “universidad pública”. Así, era común señalar que tal o cual servía
a los intereses del “imperialismo y de la burguesía nacional” que son vectores
generativos de ficción, para revertir el efecto de la pregunta como operativo
de sanción académica. El chiste metodológico consiste en recurrir a los
residuos de una tradición para invertir los términos del problema y potenciar
la explotación de elementos extra literarios.
Lo extra literario se desplaza contextualmente
para servir de acomodo a propósitos de política analítica en el campo de los
estudios literarios. Es la manera más sencilla que existe para realizar un
desplazamiento que busca obtener una determinada rentabilidad textual. Ciertamente,
lo que está en cuestión es la rentabilidad textual de la operación del profesor
Weintraub, estructuralmente determinada.
La pertinencia del texto de Pedro Montes reside
en el carácter descriptivo forense de un procedimiento destinado a validar un
momento significativo de su producción editorial. En este punto, expone de
manera exhaustiva la cadena de graves
falencias sobre las que la puesta en
escena editorial del paper del
profesor Weintraub se instala como un
modelo de trabajo paralelo a su propio trabajo analítico sobre la obra de Juan Luis
Martínez. Lo grave sería que fuese, no un trabajo paródico, sino que ocupara el
espacio de la sub-versión, sosteniendo la
supra-versión de su figuración académica.
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