sábado, 11 de mayo de 2019

TRAZABILIDAD



La necesidad de elaborar una teoría de la trazabilidad se justifica por el imperativo de desbenjaminización de la historia del arte en Chile, para dejar el terreno accesible a la diagramaticidad de las obras entre-las-lecturas en disputa. Declaro mi pertenencia metodológica: entre Leroi-Gurhan y Lyotard. Es decir, entre la materialidad de los utensilios y el color  y la pulsión que sostiene los dispositivos de inscripción gráfico-cromática del territorio, para su habilitación en paisaje.  De modo recursivo frente a la distinción  traza/huella solicito el reconocimiento de los campos de color y del efecto afectivo del utillaje de la incisión. Mancha balsámica  y línea incidente.
Dos libros escogidos por la imagen de portada. Jorge Semprún, “L´écriture et la vie” (La escritura y la vida), con una reproducción de la pintura de Zoren Music (autoretratot-detalle);  J.-B.Pontalis, “Le dormeur éveillé” (El durmiente despierto), con el detalle de una reproducción de “El sueño de Constantino”, de Piero della Francesca. Lo que las imágenes nos dicen es más que una estrategia de adquisiciones, sino una plataforma de lectura que pone en crisis las operaciones de inquisición. De todos modos, la magia homeopática funciona cuando se ingresa -desde ya-  al edificio de la librería y se asocia la decisión de compra con el principio warburguiano de la buena vecindad (temático investigativa) de los libros (no acorde con el código de organización bibliotecológica  de Dewey).
En tal sentido, Pontalis es el co-autor del ineludible diccionario de psicoanálisis con el que (tanto) hemos trabajado en la interpretabilidad de algunas obras claves del período[1]. Laplanche, por su parte, está en el origen de nuestra precupación decisiva por los problemas de filiación y transferencia en el arte chileno contemporáneo como zona de reconfiguración discursiva de la nobiliaridad. Cuando tuvo lugar la exposición del 2000 en el MNBA, me ocupé particularmente de  mencionar que ésta coincidía con dos operaciones extra-artísticas: la edición de un libro sobre los apellidos de las “familias fundadoras” y la reforma de la ley de filiación.


Pues bien: el librito de Pontalis habla de pintura, en la retaguardia de los conceptos, siendo fiel a la logística argumental que hace posible la lectura de la escena chilena como una escena-de-celos, sometida tanto a la horda-florida-primitiva como a las acometidas institucionales de sectas universitario-administrativas que no pueden ya encubrir sus fallas.
De todos modos, existe otra escena de sutura independiente que trabaja sobre  distinciones habilitadoras de sujetos insomnes operando en el entre-dos del sueño y la vigilia, aunque un paso adelante de la reproducción post-dadá-para-wostelliana que tanto daño ha ocasionado en las huestes de quienes carecen-de-poder[2] y solo operan mediante delegación pactada.
La figura del “durmiente despierto” precede a todos los usos del oximoron convertido en canon provincial y disocia la memoria de la consciencia respecto de la memoria de los cuerpos. Más que nada, atraviesa las disciplinas, desde la historia del arte a la política y a la historia de las mentalidades. Entonces, aparece el momento de recordar la introducción del libro tomado a préstamo en la biblioteca barrial de la rue de Grenelle, que menciona tres casos: Foucault escribiendo sobre Velázquez, Merleau-Ponty escribiendo de Cézanne, Lacan escribiendo a partir de Holbein. Todas esa pinturas han sido motivo de portadas. Existe la diplomacia editorial del entre-dos. En el momento de hacer la recapitulación del psicoanálisis como ciencia, el maestro se resbala sobre aquello que, fuera de lenguaje, hace imagen[3].
¿Cuál es la función del vigilante? ¿Cuál es la función de la portada como vigilante?[4] En la pintura de Piero hay dos guardias; uno se llama Arcis y el otro La-Chile[5]. Vigilan el acceso al recinto privado del emperador, donde está guardada la prueba documental del dinero chavista y los recibos de Fondecyt “retrasados”. (Risas). 
Pero después de la línea de los guardias conceptuales, el primero premunido de una  lanza-Laclau y el otro de una espada-Mouffe, aparece un sirviente "sentadito" a un costado del umbral, con la cabeza apoyada en una de sus manos, como una madre que cuida el dormir afiebrado de un hijo enfermo después de entererse de los resultados del Fondart. Sin embargo, los vigilantes no suelen ser (tan) eficaces. Al final de cuentas, siempre, en los consejos académicos de una escuela el concepto de hegemonía se valida por mayoría de votos, que viene a ser el único “recurso epistemológico” validado.
La portada del libro de Jorge Semprún produce, por su parte, la confirmación del ensayo que escribe Jean Clair sobre Zoran Music. Patricio Court me presentó a Jorge Mara en Buenos Aires, hace muchísimos años. Este nos mostró en su casa una parte de las obras de Washington Barcala. Pero sobre todo, me enteré que había realizado una exposición de Zoran Music, con un catálogo cuya presentación estaba escrita por el propio Jorge Semprún. 
Era la época en que yo asesoraba a José Balmes en el MSSA. Fue  ese el momento que descubrí una pintura pequeña de Zoran Music en la colección del museo. Nunca supe cómo tuvo lugar  su ingreso. Pero es la pintura que más aprecio de toda esa colección. Cuando Todorov visitó Valparaíso en el marco de Puerto de Ideas, estando en mi oficina del PcdV le hice obsequio de ese catálogo que tanto apreciaba, luego de que éste me dijera que Music era uno de los pintores que más amaba.


[1] Me refiero a la época en que a la escena corporal del arte chileno “le bajó el período” y la abundancia de flujo fue enfrentada con efecto moderno de un discurso-apósito- absorbente.

[2] El político italiano Giulio Andreotti es autor del aforismo “el poder corrompe … a quien no lo tiene”. Esta sentencia, aplicada a la administración académica, suele significar que la localización del poder nunca se encuentra allí donde los agentes suponen. Siempre está en otro lugar del cuadro.


[3] LOJKINE, Stéphane. “Image et subversión”, Éditions Jacqueline Chambon, Paris, 2005, p. 9.

[4] En París, una mesa de exhibición de libros en una librería, con sus portadas desplegadas, suele ser más significativa que la programación de reputadas instituciones canónicas de arte contemporáneo.

[5] Denominaciones que adquieren el valor de significantes institucionales.

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