lunes, 27 de noviembre de 2017

NOVELA


Así definida la retaguardia textual  como efecto directo de “18BRUMARIO” hice mención en la columna anterior a los textos de la izquierda extra-parlamentaria italiana que sostuvieron el primer acceso al  “Gramsci de los consejos”, en contra del “Gramsci del príncipe moderno”, en un intento por luxemburguizar su lectura y rescatarlo del fatalismo orgánico leniniano, en un momento fatal. 

Ese fue el propósito de la ponencia en el Simposio Gramsci de mayo de 1987, que proseguía lo que ya había experimentado como derrota, en la cercanía de la producción de un centro de izquierda alternativa que se ganó muchas propuestas de exploración y explotación de los despojos del movimiento popular, en provecho de las re/articulaciones partidarias que sabotearon el movimiento social que, suponían, había emergido de las protestas contra la dictadura.  Todo esto no era más que la continuación de lo que había publicado en Revista Margen: “La representación de Nicolás Maquiavelo” (junio, 1980).  Lo que hay que buscar es el nexo explícito entre este trabajo y la ponencia del Simposio, siete años después. Y lo que es más grave,  demostrar que “El misterio de la gran pirámide”, el ensayo sobre Downey para el catálogo del Festival Downey que tuvo lugar en noviembre de 1987 es la continuación de la ponencia en el simposio de mayo de ese año.

Respecto de esto debo señalar lo mismo que  respecto de la escritura sobre Díaz:  no tuvo utilidad alguna para el desarrollo de su carrera ni para el reconocimiento de su trabajo.  Este ensayo sobre Downey jamás fue traducido. Era in/traducible. No servía para  fortalecer la inscripción de su  obra. Ya estaba suficientemente consolidado en un medio analítico que me des/calificaba por "afrancesado".  

Solo puedo decir que tuvo utilidad solo para el desarrollo de mi escritura,  operando en varias capas simultáneas, tales como historia del video, escena de artes,  discurso político,  análisis del discurso y del uso de “ciertas palabras” y los efectos de su inflación.




Lo cierto es que el texto “El misterio de la gran pirámide” es inútil para ser invertido, siquiera, en el ambiente del video-arte. Ya señalé que era el fragmento de una novela.  El momento en que se conectan, este texto con la ponencia  sobre Gramsci es cuando menciono el título del último capítulo de El Príncipe –“Exhortación a liberar Italia de los bárbaros”-, en relación a la posición que éste asume cuando escribe los “Discursos sobre la primera década de Tito-Livio”, escrito por Maquiavelo a la medida anticipativa de la fabulación marxiana del 18 Brumario, como un momento en la historia de los discursos, en cuanto a la necesidad que tienen las clases ascendentes, para cumplir la misión de su tiempo, de vestirse con la ropa de épocas pasadas. Esta es una buena explicación de porque mi propia sujeción al modelo del corte y costura. Y no como reclaman algún@s artistas que fue gracias a sus trabajos. Más bien habría que decir que la matriz  narrativa ya estaba establecida y que sus obras  calzaron con esa preocupación pre-existente.

Ahora bien: la relación entre la ponencia y el texto de la Gran Pirámide no ha sido suficientemente establecida. Espero hacerlo en la jornada del 29 de noviembre. Solo puedo sostener que la ponencia posee dos antecedentes documentales que aparecen publicados en los números 1 y 2 de Revista Margen. El número 4, en cambio, es una propuesta visual, ya que reproduce la contra/portada de Protocolo 5 (Acuerdo Díaz-Mellado), en que aparece la reproducción de la pintura de David y el fotograma del film de Abel Gance, “Napoleón”.  Nadie que no haya seguido estudios mínimos en arte no sabe que se trata del gesto neoclásico del pintor jacobino.  Este es, propiamente, un texto visual que se presenta como el reverso de la portada de esa publicación, en que aparece la foto de Gramsci que luego es empleada en el diseño de la tarjeta y de la portada del catálogo de la exposición “Hegemonía&Visualidad”.  Es de ahí que hay que saltar –hacia atrás- a la ponencia, que es escrita en mayo, mientras que la “gran pirámide” es de noviembre.






Si se quiere discutir, hoy día,  sobre cultura y hegemonía, no se puede dejar de considerar  que el texto que escribí como presentación de dicho catálogo posee un título en el que hay una pequeña variante: “Hegemonía de la visualidad”.  En algún momento, pensé que ciertas prácticas artísticas habían pasado a ocupar el rol que en los setenta había jugado las ciencias sociales, como  escena de anticipación crítica de la sociedad. En los ochenta, desde Flacso y Sur se entendió, sin duda, que las ciencias mencionadas solo servían para producir los insumos de la industria de la transición.  Todo eso venía experimentando situaciones de inversión garantizadas por las ciencias rockefellerianas que ya  se venían preparando desde el momento que en Sur montaban los seminarios de lectura indirecta del Gramsci-de-Laclau y que en Flacso  se ponían a la saga del discurso de Touraine para asegurar sus presupuestos de funcionamiento. En los noventa, las prácticas artísticas diluyeron la densidad imaginada y montaron la función de un arte oficial de la infracción.

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