Es de esperar que en el concurso para la dirección del GAM,
este sea realmente un concurso, y no como
ha ocurrido ya en un caso, en el que se tenía ya resuelto el nombre de antemano
y se realizó el concurso solamente para respetar las formas. Ya lo mencioné en la última entrega. Lo
vuelvo a mencionar porque una de las
cosas que sorprende es por qué el directorio no tomó la decisión –está en su
soberanía si es un directorio legitimado- de nombrar en la dirección a Javier Ibacache . Es un hombre de la casa y
asegura, a mi juicio, continuidad programática.
Sin embargo, lo más probable es que sufra el castigo de haber trabajado
con Alejandra Wood. Lo que salta a la
vista es que el directorio se abstiene
de proyectar a quien ha hecho un gran aporte en la “formación de audiencias” y
pone en duda la pertinencia de su mirada analítica. No soy partidario de esta noción ni del uso
que se ha hecho de ella en el “mundo del teatro”, pero es de justicia reconocer el trabajo (bien) realizado, coherente, en una
perspectiva de larga duración.
Sin embargo, no hay que dejar pasar situaciones que resultan
“muy interesantes”.
Así como se desestimó el ascenso de Javier Ibacache, se abre la posibilidad de “castigar” por partida
doble a otro gran animador de estas luchas por la decibilidad de la cultura-chilena-institucional. Se trata, ni más ni menos, que del gran
derrotado en las dos luchas internas de influenza
que han caracterizado la nominación de los dos últimos titulares ministeriales en la materia.
Para que vamos a decir nombres. El “país ministerioso” ya sabe que desde que se anticipara al
nombramiento de Claudia Barattini,
muchos quedaron con el traje comprado. Había varios en esta situación. Y
como no les resultó la primera pulseada, me los encontré en Valparaíso como
asesores del Ministerio del Interior, apoyando la mala gestión de los efectos del mega-incendio del
2014. Apenas les daba para asesorar jefaturas de gabinete durante la
Era Urrutia, y ya aparecían
dificultando todo en los pasillos de la Intendencia, asesorando a quien debía
adquirir los galones para ser el próximo candidato a Alcalde, y joderse por segunda vez a Paula
Quintana. No hay como la Nueva Mayoría
para tratar a sus propios funcionarios,
¿verdad? Pregunten en qué quedó Ricardo
Bravo. No le dió para Flacso.
El caso es que con el nombramiento de Claudia Barattini,
quedaron muchos heridos en el camino. ¿Qué hicieron? Comenzaron a usar
información privilegiada y desde algunos
medios electrónicos iniciaron una campaña de demolición, que era una
verdadera incitación al asesinato político.
No supieron leer que la señora Presidenta ya los había castigado por su obscena voracidad.
En el verano del 2014, cuando ya estaba resuelta la elección
presidencial, tuvo lugar en la Estación Mapocho un gran encuentro mundial de
consejos y ministerios de cultura.
Uno espera que los funcionarios del CNCA y observadores afines, por ejemplo, asistan a
los plenarios o a alguna reunión de comisión. Cual no sería mi pavor al
constatar cómo, de manera ostentosa, un grupo de estos, se aprestaban a
organizar “el nuevo gabinete”, con un fulgor notorio, gozando la anticipación
representativa.
Sin embargo, en la puerta del horno se puede quemar el pan.
Esta sencilla sentencia parecía no tener
sentido en un grupo tribalizado que consideraba que por haber participado en
Cultura de la Campaña, le correspondía soberanamente el reparto del botín; es
decir, en la cultura de izquierda, Cultura, siempre, ha sido el botín para los
que fracasan en la carrera política efectiva.
La nominación a Claudia Barattini fue un golpe inesperado y
brutal para las pretensiones tribales. De este modo comenzó la fronda, que tuvo su
eficacia, porque explotó los flancos más débiles de la ministra, pero en un
nivel de acoso y deslealtad sorprendentes.
La defenestración de Claudia Barattini les debía brindar una
segunda oportunidad; sin embargo, la violencia del acoso les pasó la cuenta y
la Señora Presidenta les volvió a infligir una derrota, menos visible, pero más
estratégica que la primera, nombrando a Ernesto Ottone.
Doblemente golpeados,
sus nombres no hubiesen atraído mi atención si no es por la realización
de este concurso para el GAM. Y en esa
medida, todo parece indicar dos
alternativas: la primera es que puede ser una tercera derrota, porque a este
sector no se les perdonará jamás la
deslealtad y el acoso; la segunda es que se les conceda la dirección del GAM
para compensar el efecto de las dos derrotas anteriores. Teniendo en
perspectiva una señal para el ablandamiento de una oposición
potencial, justo en la fase de ingreso
del proyecto de nuevo ministerio, satisfaciendo la necesidad de una correcta política
de alianzas del Ministro Ottone.
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