En la mañana de ayer
martes, a propósito del humo del
incendio en el vertedero de Santa Marta, autoridades se han hecho notar a
través de dos declaraciones: primero, el humo no es tóxico; segundo, el olor es
psicológico. Lo que fascina en esta
prestación es la arrogancia enunciativa, donde se hace manifiesta toda una
proxémica y una fisiognómica del carepalismo. Es verdad porque lo digo yo, facultado por
quien me autoriza para decirla.
Estas declaraciones son ejemplares y se combinan con las del Ministro Ottone el sábado
16, a propósito del manejo del conflicto de los trabajadores de la DIBAM. Ambas situaciones están conectadas por el rol
de las cortinas de humo en la producción política. El Ministro posee un eficiente aparato de
comunicaciones que ha montado su credibilidad en la procedencia francesa de su
(in)formación. De modo que él bien sabe lo que significa, en francés, el término langue-de-bois.
Es la lengua que se mueve y que opera en el orificio vocal de una cara esculpida en
un figurín que permanece disociado, en su expresión, del enunciado que
sostiene.
Todo esto tiene que ver con el lenguaje prefigurado de la
política, en que las autoridades viven
(por) la pasión del formato.
De ahí que, diga lo que diga el Ministro Ottone, su
palabra no es creíble, sino apenas por quienes operan en sus servicios,
porque la principal oposición que debe enfrentar es la fronda permanente que
caracteriza la pragmática del CNCA.
El problema, entonces, no está en lo bien o mal fundado de
su proyecto, sino en la escasa confianza que su figura puede imprimir a sus
acciones. El proyecto no importa, sino
en cuanto puede disminuir la conflictividad de las demandas sectoriales con
promesas de mejoramiento efectivo de la gestión.
Al Ministro no le queda
tiempo. El gobierno ya está
terminado. La indicación sustitutiva
carece de fuerza en los conceptos y en la legitimidad política, solo faltando la fase de modulación
parlamentaria; último recurso con que el
ministro amenaza a las comunidades artísticas y de la gestión.
El Ministro está seguro de disponer de una correlación
favorable, de modo que puede amedrentar a quienes harán fila para presentar
indicaciones. Pero es aquí donde su langue-de-bois
se desarma, puesto que no ha logrado retenerse al adelantar una jugada por la que presume que
las indicaciones ya están respondidas por anticipado y que el desfile de
objetores solo será un ejercicio ceremonial.
Es así como ya ha legitimado operaciones similares en
concursos públicos donde la decisión ya estaba tomada y solo faltaba cumplir
con el teatro de una falsa transparencia. Sacrificando, de paso, a
cándidos concursantes que habían
ya probado su lealtad en las comisiones de cultura durante el período de
la Campaña electoral de la Presidenta. El sabrá a qué me refiero.
El broche de oro de su indolencia, sin embargo, está en la
frase con que La Tercera ilustra su bajada en la entrevista del sábado 16 de
enero: “Fue una señal de alerta no ver público manifestarse por el paro”.
La comparación directa son los paros del Registro Civil y de
los trabajadores de la Dirección de Aeronáutica. Pero él sabe de sobra que se trata de
públicos diferenciados: en ambos casos, el público se manifestaba ante una
carencia directa; en el primero, de documentación; en el segundo, de traslado.
El público de una biblioteca y de un museo establece relaciones mucho más
mediadas con su objeto. El silencio y la
decepción son una forma de manifestarse.
Sin embargo, con total
indolencia, el ministro incita
al público “a tomar la justicia en sus manos”
para enfrentar a los trabajadores. Promueve
un “castigo ciudadano” como fetiche comunicacional destinado a desviar
la atención de sus debilidades. No tiene medida para sus palabras porque sabe
que la cortina de humo para su impunidad enunciativa está funcionando.
El esquema es simple y no menos eficaz: en la introducción
de su entrevista endosa a los trabajadores
toda la responsabilidad de la situación, para introducir el relato de su proyecto y la
solución institucional que él representa.
La forma es previsible: demonización del adversario y lengua-de-palo
para el relato de lo que hasta el
momento es tan solo un protocolo de intenciones.
Lo que se prepara, entonces, es el teatro de las
observaciones al proyecto, en el parlamento.
Ya fuimos testigos a través del Canal de la Cámara de la sesión en que
la comisión de cultura de los diputados recibió al ministro y a los
trabajadores. La obsecuencia de
algunos diputados en el trato
apresurado y discriminatorio respecto del discurso de los trabajadores es uno
de los efectos visibles del lobby ministerial para blindar el texto.
El trabajo previo de la Ministra del Teatro al liderar la incrustación
del teatro como asignatura en enseñanza
básica y media, ya ha preparado el
camino.
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