miércoles, 20 de enero de 2016

CORTINA DE HUMO


En la mañana de  ayer martes,  a propósito del humo del incendio en el vertedero de Santa Marta, autoridades se han hecho notar a través de dos declaraciones: primero, el humo no es tóxico; segundo, el olor es psicológico.  Lo que fascina en esta prestación es la arrogancia enunciativa, donde se hace manifiesta toda una proxémica y una fisiognómica del carepalismo.  Es verdad porque lo digo yo, facultado por quien me autoriza para decirla. 

Estas declaraciones  son ejemplares y  se combinan con las del Ministro Ottone el sábado 16, a propósito del manejo del conflicto de los trabajadores de la DIBAM.  Ambas situaciones están conectadas por el rol de las cortinas de humo en la producción política.   El Ministro posee un eficiente aparato de comunicaciones que ha montado su credibilidad en la procedencia francesa de su (in)formación. De modo que él bien sabe lo que significa, en francés,  el término langue-de-bois. 

Es la lengua que se mueve y que opera  en el orificio vocal de una cara esculpida en un figurín que permanece disociado, en su expresión, del enunciado que sostiene. 

Todo esto tiene que ver con el lenguaje prefigurado de la política, en que las autoridades viven  (por)  la pasión del formato.

De ahí que, diga lo que diga el Ministro Ottone, su palabra no es creíble, sino apenas por quienes operan en sus servicios, porque la principal oposición que debe enfrentar es la fronda permanente que caracteriza la pragmática del CNCA. 

El problema, entonces, no está en lo bien o mal fundado de su proyecto, sino en la escasa confianza que su figura puede imprimir a sus acciones.   El proyecto no importa, sino en cuanto puede disminuir la conflictividad de las demandas sectoriales con promesas de mejoramiento efectivo de la gestión. 

Al Ministro no le queda  tiempo.  El gobierno ya está terminado.  La indicación sustitutiva carece de fuerza en los conceptos y en la legitimidad política,  solo faltando la fase de modulación parlamentaria;  último recurso con que el ministro amenaza a las comunidades artísticas y de la gestión.

El Ministro está seguro de disponer de una correlación favorable, de modo que puede amedrentar a quienes harán fila para presentar indicaciones. Pero es aquí donde su langue-de-bois se desarma, puesto que no ha logrado retenerse al  adelantar una  jugada por la que  presume que  las indicaciones ya están respondidas por anticipado y que el desfile de objetores solo será un ejercicio ceremonial.   

Es así como ya ha legitimado operaciones similares en concursos públicos donde la decisión ya estaba tomada y solo faltaba cumplir con el teatro de una falsa transparencia.   Sacrificando, de paso,  a  cándidos concursantes que habían  ya probado su lealtad en las comisiones de cultura durante el período de la Campaña electoral de la  Presidenta.  El sabrá a qué me refiero.

El broche de oro de su indolencia, sin embargo, está en la frase con que La Tercera ilustra su bajada en la entrevista del sábado 16 de enero: “Fue una señal de alerta no ver público manifestarse por el paro”.  

La comparación directa son los paros del Registro Civil y de los trabajadores de la Dirección de Aeronáutica.  Pero él sabe de sobra que se trata de públicos diferenciados: en ambos casos, el público se manifestaba ante una carencia directa; en el primero, de documentación; en el segundo, de traslado. El público de una biblioteca y de un museo establece relaciones mucho más mediadas con su objeto.  El silencio y la decepción son una forma de manifestarse.  

Sin embargo, con total  indolencia, el ministro   incita al público “a tomar la justicia en sus manos”  para enfrentar a los trabajadores.   Promueve  un “castigo ciudadano” como fetiche comunicacional destinado a desviar la atención de  sus debilidades.  No tiene medida para sus palabras porque sabe que la cortina de humo para su impunidad enunciativa está funcionando. 

El esquema es simple y no menos eficaz: en la introducción de su entrevista endosa a los trabajadores  toda  la responsabilidad  de la situación,  para introducir el relato de su proyecto y la solución institucional que él representa.   La forma es previsible: demonización del adversario y  lengua-de-palo para el relato  de lo que hasta el momento es tan solo un protocolo de intenciones. 

Lo que se prepara, entonces, es el teatro de las observaciones al proyecto, en el parlamento.  Ya fuimos testigos a través del Canal de la Cámara de la sesión en que la comisión de cultura de los diputados recibió al ministro y a los trabajadores.  La obsecuencia  de  algunos diputados en el  trato apresurado y discriminatorio respecto del discurso de los trabajadores es uno de los efectos  visibles  del lobby ministerial para blindar el   texto. 

El trabajo previo de la Ministra del Teatro al liderar la incrustación del teatro como  asignatura en enseñanza básica y media,  ya ha preparado el camino.  


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