lunes, 15 de mayo de 2017

VIOLETA Y SUS CONTEMPORÁNEAS.

El año de celebración del Centenario de Violeta Parra  permite hacer una distinción entre “producción de conocimiento” y conmemoraciones rituales por oficio.  Junto a estas últimas, lo único que queda es re-leer a Violeta Parra y escucharla “en sus fuentes”.  El CNCA habrá encontrado otra oportunidad para  adelgazar una obra mediante un programa de celebraciones que demuestran hasta qué punto es una gran empresa de producciones, sin política efectiva en muchos de los sectores que debe cubrir.

El caso es que la “comisión centenario” y el área de (las) artes visuales le encomendaron a Gloria Cortés la realización de una exposición sobre la  compleja visualidad de  Violeta Parra.  Lo cual pasó a ser un gesto de recomposición de relaciones laborales e institucionales, después del alejamiento de algún “asesor” de Ottone, ya que mientras duró su “intervención” los actos de maltrato sobre   personal  femenino de museos y del propio servicio se convirtieron en un hábito distintivo.  Muchas personas afectadas no se atrevieron a denunciar estos hechos por temor a perder su trabajo. Sin embargo, la complicidad de los afectos mantenidos en la retaguardia de las relaciones,  hacen posible que los servicios sigan funcionando con nuevos  regímenes de colaboración.

De modo que enfrentada a la obligatoriedad conmemorativa de realizar una exposición de Violeta Parra, Gloria Cortés se encontró con la primera dificultad: no podía contar con obras del  Museo Violeta Parra.  Lo cual, a fin de cuentas resultó ser una ventaja.  Eso la obligaba a arriesgar una hipótesis no convencional para salvar la situación institucional, y por otro lado, cumplir de manera convencional con las exigencias propias del medio museal. De ahí que concibió una muestra que lleva por título Violeta y sus contemporáneas. Influencias y transferencias  y que busca establecer las relaciones  que se pudieron establecer entre las artistas chilenas y Violeta Parra entre 1958 y  1967.  

La precisión de esta muestra reside en el hecho de haber tomado a las artistas como agentes de asociatividad, congregadas por afectos y complicidades cuya reconstrucción permite abordar  las exclusiones de que son objeto al interior del sistema de arte local, dominado por una pictórica virilidad.   Se trata de mujeres que están trabajando  sobre imaginarios populares similares,  en  que se cruzan  el grabado popular,  las técnicas  textiles  indígenas y  la cerámica campesina. Todas ellas se encuentran, ya sea  por cortos períodos en el Taller 99, pero también en las salas de clases y talleres de la escuela de artes aplicadas.  Todas se conocen y participan en encuentros y congresos de mujeres. Todas visitan el taller de Inés Puyó.  Teresa Vicuña se asocia con Violeta Parra para un proyecto de universidad del folklore. Es decir, existe una escena que las vincula y que les permite sostener relaciones con otras escenas continentales similares.   


                  (Inés Puyó)


No es casual que las artistas que Gloria Cortés selecciona están ligadas especialmente a la Escuela de Artes Aplicadas y no a la Escuela de Bellas Artes.  Lo que respecto de ese período no es un dato menor.  En 1958 la mentada escuela está dominada por pintores post-impresionistas, pictóricamente convencionales y políticamente conservadores.   Además, todas ellas participan de un proyecto cultural que  modificó “el discurso sobre lo contemporáneo a través de la incorporación de elementos técnicos y visuales del llamado “arte popular”: el oficio de las bordadoras, de las ceramistas de Quinchamalí, de los artesanos de Pomaire, de la trama y urdimbre del norte y del sur o del mundo del campesinado, todos ellos elementos presentes en el complejo entramado social del país”[1].

No es difícil entender por qué Violeta Parra realiza la investigación folklórica en la zona de Florida y se instala en 1956-57 en Concepción con el proyecto de fundar un museo del folklore.  Todo esto es anterior al período considerado por la exposición, que para este caso es una extensión de una mirada que ya existe, pero a la que le hace falta  todavía el grado de institucionalización adecuado. Este  vendrá a consolidarse a través de la organización de intelectuales y artistas en torno a las campañas presidenciales de Salvador Allende, sobre todo en 1958 y 1964.  Pero no solo eso, sino en las ferias de artes plásticas del Parque Bustamante, donde varias de estas artistas se encontraban,  compartiendo stands[2]. 



                          (Ximena Cristi)


Un elemento significativo es que en términos pictóricos, Violeta Parra se acerca a lo que se puede denominar “pintura ingenua”, y comparte un mismo interés por los motivos de Juana Lecaros[3] , que participa en 1967 en la primera exposición de pintura primitivista en Chile[4].  Esto quiere decir que están en los bordes del sistema pictórico chileno, dominado por la Facultad, que se encuentra en un momento de desplazamiento de poderes, ya que se avecina el ascenso de los jóvenes artistas que ocupan los cargos de dirección desde 1962 en adelante. 

Una cosa lleva a la otra.  Las artistas mujeres contemporáneas de Violeta y que comparten la mirada sobre las artes populares  no son admitidas en los círculos decisorios del  sistema de arte local, como tampoco lo serán los pintores muralistas que van a desarrollar su trabajo a lo largo de la misma década ya considerada. De este modo, comparto el interés de Gloria Cortés por el estudio de este período, ya que acabo de escribir un ensayo sobre la obra de Julio Escámez[5] y he abordado la coyuntura de 1957 como un momento capital en las relaciones  entre arte contemporáneo y artes populares.   



[1] Cortés, Gloria. Texto curatorial: Violeta y sus contemporáneas.

[2] La artista Teresa Vicuña invita a Violeta Parra participar de esta feria, donde además de interpretar sus canciones difunde sus figuras hechas en greda. Teresa Vicuña y Matilde Pérez formaron parte, junto a Violeta Parra, de la Feria de Artes Plásticas realizadas en el Parque Forestal entre 1959 y 1968, que reunió tanto a los artistas de la Academia como aficionados y artesanos.

[3] Violeta expone su tapicería, pinturas y esculturas en el Pabellón Marsán del Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre en París. Ese mismo año en París se realiza la exposición El mundo de los naifs, dirigida por Jean Cassou.

[4] “Maruja Pinedo, Ana Cortés, Juana Lecaros, Inés Puyó, Ximena Cristi y Laura Rodig, entre tantas otras, participaron en diversos escenarios políticos, culturales y sociales, impartieron clases en talleres de arte libre y en las escuelas ligadas a las artes y los oficios, y fueron miembras activas en las discusiones sobre el rol del arte en las sociedades latinoamericanas, conformando un grupo consolidado de mujeres que convergen y diversifican la escena nacional. 
Desde estos territorios, las artistas chilenas construyen los lugares de lo femenino, de pertenencia e identificación que, desde una perspectiva colectiva, generan nexos afectivos que las relacionan con las cuestiones sociales, el desamparo, la maternidad y los espacios de subjetividad e intimismo”. (Cortés, Gloria, Texto curatorial).

[5]  El ensayo está incluido en el libro Visiones, Julio Escámez, editado por la Editorial de la Universidad de Concepción y será presentado el 31 de mayo en la Pinacoteca de la misma universidad.

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