lunes, 21 de noviembre de 2016

METODOLOGÍAS SOSTENIBLES

El martes 15 de noviembre abordé una situación editorial altamente significativa, en la que en un mismo soporte aparecían dos maneras de hablar de política cultural. Una, por sus defectos; la otra, por su soporte metodológico. Hasta ese momento, lo que me importaba era establecer la existencia de dos discursos en el CNCA; el primero, del ministro; el segundo, de Estudios. La paradoja es que el discurso del ministro no se ajusta a la tradición de los estudios internos, sino que se revela como expresión de un  gran oportunismo que vive y se des/vive para “las comunicaciones”, mientras que el discurso de Estudios recupera y reproduce la memoria de la institución. Aún a riesgo de no ser considerado y de estar constantemente amenazado por el habla de un ministro, no solo incontinente, sino desinformado de algunos procesos. 

Lo que cabe, sin embargo, a cuatro días de un encuentro participativo para el diseño de una política de artes de la visualidad, es analizar al pie de la letra el discurso de Constanza Symmes, porque más allá de demostrar la pertinencia de su trabajo, expone y arriesga su metodología.  Por lo cual, no me cabe más que ejercer el derecho a contra argumentar  la valiente defensa que hace de su trabajo.

Lo que está en juego, al parecer, es la metodología.  El rol de Estudios queda claro: aportar sustento metodológico.  En el enunciado está muy bien, pero la descalificación es clara.  De partida, nos dice que ancla el método en la memoria de los dos grandes planes aprobados por el directorio.  

Nótese: nuestro punto de vista no puede pretender enfrentar a la memoria acumulada de estas dos grandes instituciones textuales.  Mi punto de vista no recogería memoria colectiva alguna. Es más: desconozco un cierto aprendizaje institucional que me impediría el acceso a un manejo de masas documentales expresivas de una voluntad estatal.

¡Curiosa manera de invitar a participar!   Porque en definitiva, lo que hay que aprender primero es que, de toda evidencia,  no manejo un concepto ampliado de cultura.  Y lo segundo, es que tampoco combino saberes relativos a prácticas tradicionales, a entramados comunitarios y a nuevas  experiencias estéticas.  Peor aún: soy autor de opiniones y aseveraciones en muchos casos infundadas, acerca de la forma en que se desarrollan las políticas sectoriales en cultura.  En verdad, no es un asunto personal.  Analizo un modo de escribir.

Al menos en el campo de las artes visuales, en lo relativo a las prácticas tradicionales, los entramados comunitarios y la nuevas experiencias estéticas, hay gente que  a través de prácticas muy consistentes,  ha sostenido la articulación de estas tres instancias, siguiendo un principio muy simple y que  se ha revelado de gran utilidad analítica: muchas prácticas rituales y sociales poseen efectos estéticos más consistentes que muchas operaciones de arte contemporáneo. 
A riesgo de sostener un argumento falaz, no puede Constanza Symmes poner en duda la pertinencia de  un conjunto  de experiencias transversalizantes sobre las que se ha montado un concepto “realmente ampliado” de cultura, con la agregado de que  las personas a las que me refiero están  absolutamente conscientes de su compromiso como sujetos inmersos, etnográficamente, en los procesos involucrados.

No puede descalificar una experiencia  ya sistematizada recuperando “hechos concretos” que ponen en duda aseveraciones del propio servicio sobre las relaciones entre  práctica artística específica y prácticas culturales singulares. 

La metodología de Estudios no se expresa “metodológicamente”, más que para separar los roles de los profesionales del CNCA y la ciudadanía participativa, en contra de unos agentes, que a raíz de sus prácticas específicas perderían la calidad de ciudadanos y cuya “participatividad” estaría reducida a la defensa de sus intereses particulares.  

En las artes visuales, ¿qué entiende Estudios por ciudadanía participativa?

Lo que hace Estudios  es promover el antagonismo entre artistas y ciudadanos, de un modo muy similar a cómo en la teoría leninista clásica se construía la alianza entre el-intelectual-pequeño-burgués y la-vanguardia-obrera.  El problema es que ese modelo de intelectual y de esa vanguardia han sido disueltos por los mismos “hechos concretos” a los que alude Constanza Symmes, cuando establece las base distintiva de una descalificación, en la que se  excluye  a artistas y operadores de artes visuales de la cobertura de ciudadanía. 

En las artes visuales, ¿qué entiende Estudios por la categoría de “artista/ciudadano”?

Al parecer, la definición de ciudadanía  cultural estaría asegurada por la cobertura metodológica de Estudios, que convertiría en verdad revelada la sistematización de opiniones recogidas en “eventos conversacionales”, donde hay un relator que construye realidad a partir de la confección de un texto-en-mil-hojas, combinando todo tipo de propósitos; desde la expresión de deseos gremiales hasta las exigencias de recuperación académica de un sector depreciado, pasando por la nostalgia de un estado providencial que asegure la permanencia de subsidios de sobrevivencia, por mencionar algunos.  La única “metodología participativa” que  se conoce es la recolección de opiniones en “mesas de funcionamiento rápido”, que dan lugar a documentos que no pueden ser tomados como base para el diseño de una política.  

Los documentos que han sido redactados a partir del encuentro de una tarde, al final de un coloquio en que la participacióntica"﷽﷽﷽﷽﷽el cual Estudios confidesde Estudios acerca de nuestras ponencias del coloquio. Lo m a travñes del cual Estudios confi no excedió las sesentas personas en su momento más  “comunicacional”.  Es decir, sumando los dos y tres grupos, no había, a las 17 hrs, más de treinta personas.  Entre dichos asistentes no había más de diez artistas, no más de diez gestores independientes, no más de cinco galeristas, no mas de siete críticos independientes, no más de cuatro directores de museos, por mencionar algunas cifras. 

No es que dichos documentos no representen lo discutido, sino que mezclan la naturaleza de las demandas y confunden las propuestas porque no calzan con el diseño de una matriz previa que el propio servicio debe validar.  Lo que ocurre, entonces, es un ejercicio de conductismo promocional a través del cual Estudios confirma lo-que-ya-sabe. 


Hasta la fecha, ninguna observación profesional ha sido elaborada desde Estudios acerca de mis ponencias en el coloquio. Lo mínimo que se espera es una “devolución crítica” y no una exclusión metodológica.  En mi caso, he colocado dos cuestiones que merecen al menos un comentario,  siquiera una objeción, porque no son “demandas”, sino proposiciones sobre criterios de trabajo.  Me refiero a la distinción entre prácticas de arte específicas  y prácticas culturales singularizadas, por una parte, y por otra, la especificidad de los procedimientos de producción de obra en relación a las definiciones simbólicas de una macro-zona, en su dependencia estructurante con los imaginarios locales.  ica"﷽﷽﷽﷽﷽el cual Estudios confidesde Estudios acerca de nuestras ponencias del coloquio. Lo m a travñes del cual Estudios confi

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