Lo de ayer fue una broma. En verdad, el ministro de
ceremonias no tiene ningún peso para realizar una inspección de obras. No es que no esté en sus atribuciones, porque
él se acostumbra a atribuirse funciones que no le corresponden. Sino que nadie
lo pesca en estas cuestiones, porque tiene tejado de vidrio en las cuestiones
patrimoniales. Por otro lado, es tal el embrollo que tiene con los funcionarios
del CNM que no se va a arriesgar a usurpar funciones, como lo ha hecho en la
dirección de museos de la DIBAM. Así las
cosas, el destino de todo estudio acerca del estado actual de la escultura de
Carlos Ortúzar no tendrá curso, a menos que la SOECH (Sociedad de Escultores de
Chile), por ejemplo, plantee algunas exigencias para que una comisión especial
visite el lugar y constate su estado de conservación. Está claro que por el lado de Camilo Yáñez y
de Gaspar Galaz esto no tendrá ningún efecto, porque no están disponibles para
ninguna acción irresponsable, que implique perturbar la indolencia pragmática
de los operadores especializados en arte público. Es el momento de que Rivera,
por ejemplo, solicite a sus contactos extranjeros que eleven una carta de
protesta. Y que los coleccionistas de obras de Carlos Ortúzar eleven una
solicitud ante quien corresponda, para
preservar este hito que, en definitiva, garantiza por contigüidad elaborada, el
valor de sus propias adquisiciones. En
fin. Hay que hacer algo. ¿No?
La iniciativa de trasladar el monumento a la explanada del
Museo de la Memoria, sostenido por algunas personalidades que han sido
consultadas, pareciera ser una solución que pondría en relevancia dicha obra,
ya que le proporcionaría un espacio de amplitud suficiente, en relación a lo
que este monumento podía disponer en los años de su elevación. Preservar la memoria es también preservar sus
monumentos más emblemáticos en la ciudad. ¿Verdad? Porque, dejémonos de cosas,
las fotos que subí ayer no le hacen ningún favor a las tentativas de
conservación-restitutiva. El “chupete helado” resulta evidente en su inestable
erección, entre masas de mala arquitectura. ¿Qué tal?
Se me ocurre, simplemente, reproducir la fotografía en
blanco y negro que aparece en Chile Arte
Actual (Galaz/Ivelic, 1988), a título de homenaje. Al menos, es el
estado de la obra en 1988. Se nota que ya presenta ciertos grados de merma en
las junturas de las placas. Agrego la
fotografía del único texto que en ese
momento fue publicado al respecto. No
había otra manera de hablar de ese monumento. Y me parece que fue un cierto
acto de disidencia, el solo hecho de relevar su existencia.
Hoy día, no hay disidencia posible. El monumento ha quedado des/monumentalizado por el “desarrollo
urbano”. Al fin y al cabo, el nuevo carácter de “lo público” disolvió
toda la “simbología” del acontecimiento escultórico, que sin embargo permanece
como una incisión sobre la conciencia de quienes fueron cómplices implícitos (y
explícitos) de la muerte del general. Para eso sirven los monumentos: para que
ciertas “memorias” persistan como indicios percutores que impiden el “olvido”, a pesar-de-todo.
Entonces, ¿qué hacer, para re/monumentalizar esta escultura,
formalmente datada y que corresponde a un debate artístico perimido, que apenas
logró levantarse como alternativa de desarrollo de un campo ya precarizado.
Gracias !!!
ResponderEliminarNos haremos cargo.
Saludos
Laura Quezada
Presidenta Soech