viernes, 8 de abril de 2016

GLOSARIO


Tasa Mínima de Institucionalización[1]: 
Noción  propuesta para designar la existencia de situaciones locales que no alcanzan a constituirse  en escena, pero que funcionan de un modo relativamente eficiente, al punto de alcanzar grados de reconocimiento local consistente. Justamente, allí donde falta uno o dos de los elementos mencionados para que exista una escena, es possible reconocer condiciones de reproducción de ciertas prácticas, que hacen pensar en la posibilidad de un desarrollo desigual  que puede llegar a producir indicios de situaciones  similares a las que se plantean en una escena.  
El reconocimiento de estos indicios depende de la fortaleza de agrupaciones autónomas de artistas que exigen a la institucionalidad política local un comportamiento acorde con un desarrollo humano local concertable con el enunciado de unas políticas públicas dictadas como protocolo de intenciones  en las oficinas de la capital.  La existencia de estos indicios se manifiesta en un grado avanzado de consumo local de información contemporánea de arte contemporáneo, permitiendo la gestión de proyectos con agentes provenientes de escenas ya constituidas, nacionales o extranjeras. 
Las situaciones en las que se reconoce la existencia de tasas mínimas se conectan con as escenas constituidas para poder consilidar su existencia local mediante el sostenimiento de una ficción de expansion. Lo local pasa a ser una plataforma de atracción y de choque “atomistico”, en un sentido propiamente epicúreo. De este modo, la tasa minima de transferencia demuestra que es posible  supercar la barrera instalada por artistas tardo-modernos que se erigen como “heroes locales”  que señalan  el horizonte de espera regulada para el manejo de recursos destinados a reproducer el estado de cosas existente y perpetuar su rol obstructivo. 
Esto tiene lugar en ciudades carentes de vigilancia formal en las que resulta fácil instalarse como referente de arte, dispuesto a reproducir condiciones de información, o ben, pre-modernas, o francamente tardo-modernas, pero en ningún caso contemporáneas. En el caso de dominio de las iniciativas tardo-modernas,  lo que tiene lugar es la persistencia de una obsession por disponer de espacios de exhibición de obras que satisfacen espectativas muy locales de reconocimiento, que carecen de fuerza para conectarse a estrategias de reconocimiento con escenas determinadas.   
En este caso, se ha popularizdo el uso de la noción de ACR (Arte Contemporàneo de Retaguardia), que corresponde a prácticas vindicativas de derechos de exhibición ya perimidos y que reproducen los tics de obras ya sancionadas como canónicas en el espacio nacional. Bajo esta consideración las Actitudes Tardo-Modernas (ATM) no se convierten necesariamente en ACR, porque entre ellas existe una diferencia “epistémica”. Las ACR señalan, sin embargo, la existencia de iniciativas que presentan fallas analíticas considerable en relación a la lectura que sus portadores pueden realizar sobre las alianzas a desarrollar en las escenas de referencia.  Por algo se les ha denominado ACR, enfatizando su aspect de Retaguardia, si bien demuestran un manejo de terminus que remiten a un universe contemporáneo, pero que a fin de cuentas solo está referido al empleo de un léxico nuevo pero que sigue siendo pensado con criterios tardo-modernos.



[1] Mellado, Justo Pastor. Escena Locales (ficción, historia y gestión de arte contemporáneo, CuratoríaForense ediciones, Córdoba, Argentina, 2015).

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