Tasa Mínima de Institucionalización[1]:
Noción propuesta para designar la existencia de
situaciones locales que no alcanzan a constituirse en escena, pero que funcionan de un modo
relativamente eficiente, al punto de alcanzar grados de reconocimiento local
consistente. Justamente, allí donde falta uno o dos de los elementos
mencionados para que exista una escena, es possible reconocer condiciones de
reproducción de ciertas prácticas, que hacen pensar en la posibilidad de un
desarrollo desigual que puede llegar a
producir indicios de situaciones
similares a las que se plantean en una escena.
El reconocimiento de estos indicios depende
de la fortaleza de agrupaciones autónomas de artistas que exigen a la
institucionalidad política local un comportamiento acorde con un desarrollo
humano local concertable con el enunciado de unas políticas públicas dictadas
como protocolo de intenciones en las
oficinas de la capital. La existencia de
estos indicios se manifiesta en un grado avanzado de consumo local de
información contemporánea de arte contemporáneo, permitiendo la gestión de
proyectos con agentes provenientes de escenas ya constituidas, nacionales o
extranjeras.
Las situaciones en las que se reconoce la existencia de tasas
mínimas se conectan con as escenas constituidas para poder consilidar su
existencia local mediante el sostenimiento de una ficción de expansion. Lo
local pasa a ser una plataforma de atracción y de choque “atomistico”, en un
sentido propiamente epicúreo. De este modo, la tasa minima de transferencia
demuestra que es posible supercar la
barrera instalada por artistas tardo-modernos que se erigen como “heroes
locales” que señalan el horizonte de espera regulada para el
manejo de recursos destinados a reproducer el estado de cosas existente y
perpetuar su rol obstructivo.
Esto tiene lugar en ciudades carentes de
vigilancia formal en las que resulta fácil instalarse como referente de arte,
dispuesto a reproducir condiciones de información, o ben, pre-modernas, o
francamente tardo-modernas, pero en ningún caso contemporáneas. En el caso de
dominio de las iniciativas tardo-modernas,
lo que tiene lugar es la persistencia de una obsession por disponer de
espacios de exhibición de obras que satisfacen espectativas muy locales de
reconocimiento, que carecen de fuerza para conectarse a estrategias de
reconocimiento con escenas determinadas.
En este caso, se ha popularizdo el uso de la
noción de ACR (Arte Contemporàneo de Retaguardia), que corresponde a prácticas
vindicativas de derechos de exhibición ya perimidos y que reproducen los tics
de obras ya sancionadas como canónicas en el espacio nacional. Bajo esta
consideración las Actitudes Tardo-Modernas (ATM) no se convierten
necesariamente en ACR, porque entre ellas existe una diferencia “epistémica”.
Las ACR señalan, sin embargo, la existencia de iniciativas que presentan fallas
analíticas considerable en relación a la lectura que sus portadores pueden
realizar sobre las alianzas a desarrollar en las escenas de referencia. Por algo se les ha denominado ACR,
enfatizando su aspect de Retaguardia, si bien demuestran un manejo de terminus
que remiten a un universe contemporáneo, pero que a fin de cuentas solo está referido
al empleo de un léxico nuevo pero que sigue siendo pensado con criterios
tardo-modernos.
[1] Mellado, Justo Pastor. Escena Locales (ficción, historia y gestión de arte contemporáneo,
CuratoríaForense ediciones, Córdoba, Argentina, 2015).
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