Respecto de Album de
Chile, que está por terminar, hay un punto en el que se debiera
insistir. La selección, ya sabemos, es
extrañamente discriminante, en cuanto a autores. Es muy raro explicar la ausencia de un gran
número de referentes. Bien. Es su
derecho, el de Leiva, de poner a sus amigos.
Al fin y al cabo, da exactamente lo mismo. Y siempre, en una exposición mala, habrá algunas buenas obras. De modo que siempre hay
a quien rescatar.
Pero esta curatoría podría haberse ahorrado todo esto, si hubiese tomado como criterio lo que el departamento educativo instaló como
dispositivo. No creo que esto haya sido parte de la curatoría. A lo mejor fue una idea del CCPLM, forzado
por la obsesión “inclusiva”. El hecho es que este dispositivo hubiese resuelto
la exposición y podría, incluso, haber
sustituido la curatoría externa, haciéndolo por si mismo. Pero no se
dieron cuenta de lo que podrían haber hecho con autonomía.
La solución está en este cubo sobre el cual se puede leer un
primer párrafo: “Inclusiones del Rostro
de Chile. En el año 1960, cuando Chile
cumplió 150 años como país independiente, se realizó una gran muestra
fotográfica que se llamó “El Rostro de Chile”. En ella un grupo de fotógrafos recorrió el país capturando sus
diferentes rostros y paisajes”.
Album de Chile no
pudo jamás desmarcarse de Rostro de Chile.
Primer problema. El fantasma de Quintana ganó la partida. No puede esta muestra incluirse en la memoria
de la otra muestra, porque los procedimientos son antagónicos. El grupo de fotógrafos que recorrió el país
hace toda la diferencia.
La situación de la imagen en Chile experimentaba un cierto déficit que debía ser colmado con aquellas que no
habían sido incorporadas al corpus fotográfico que en ese entonces se podían
reconocer como “chileno”. Es decir,
había que completar la tarea que en otras partes del mundo ya había sido realizada por el
foto-reportaje y el foto-documentalismo.
En el país había un déficit de imagen que incluyera a los
sectores no deseados en la historia. La
completud de este déficit fija tecnológicamente cual es el
horizonte de espera de los sectores que no habían sido reconocidos por
la captura. La
fotografía los incorpora a una narrativa en construcción que anticipa durante
el gobierno de Alessandri lo que se tendrá que comenzar a ver en el gobierno de
Frei Montalva. .
Aquí se entiende el gesto de Sergio Larraín como fotógrafo
oligarca que se hace experto
en capturar los cuerpos no deseados de la historia. En esta lógica, los cuerpos de Quintana son
inscritos aunque subordinados, incluidos en una historia de luchas y de
productividades que fijan a su vez la
imagen del progreso.
Pero aquí tenemos un
botón de muestra de la dependencia inclusivista de esta muestra: Chile cumple 150 años como país
independiente. Pero convengamos: un país
no tiene cumpleaños. El cumpleaños es un
rito privado. Ah, ¿por eso, Album de
Chile como título? . Entonces, esta muestra, ¿no habrá privatizado una historia
no privada? Los fotógrafos de 1960
compartían una ideología de la objetividad fotográfica. Los fotógrafos escogidos para esta muestra
solo ponen de manifiesto un compendio de subjetividad “afectada”. No es una exposición de fotografías sino del
síntoma de sus autores que fijan, a su antojo, la imagen (del) país, en el
2016. ¡Nadie puede abrogarse semejante
pretensión! Ni la curatoría, ni los
autores.
Sin embargo,
queda todavía la peor frase: país
independiente. ¿Esta fue una licencia
del departamento educativo? Justamente,
Quintana lidera Rostro de Chile
porque el país no es independiente de la imagen producida hasta ese entonces.
¿Cómo no entenderlo? A estas alturas da por pensar que hubiese sido mejor no
haber realizado la exposición-kermesse.
En este marco, el cubo pedagógico deja al descubierto que el CCPLM pudo haber
realizado la más grande y nacional-populista
exposición de fotografía, y perdió la oportunidad.
La retórica de la solicitud impresa en el cubo proviene de los concursos
de turismo: ¡envíanos tus mejores fotografías de vacaciones! Pero en la era patrimonial, el turismo
conduce la cultura y determina el modo
cómo se construye por saturación, la imagen-país,
que no es la imagen (del) país.
Imagen-país señala
el deseo de disponer de una marca pregnante. Ahora se habla de marca sectorial. El país
carece de pregnancia, valga la repetición., en el concierto de las
naciones. Entonces, la alternativa es segmentar la
oferta. No se dan cuenta que mutilan simbólicamente el cuerpo.
La imagen (del) país resulta ser un efecto de ilusión novo-mayorista que pone el
énfasis en la suma de deseos incumplidos,
cuya enumeración consolida los documentos de la reparación irreparable.
De ahí que en el cubo didáctico aparezca la segunda frase magistral: “Si tu tuvieras que capturar el “rostro de
Chile”, ¿qué imagen eligirías?. Envíanos tu fotografía a través de nuestra
página web para que tu también seas parte de este gran Album de Chile.”. Es
decir, la exposición se podría haber hecho sola, con soporte web para acoger y
distribuir la inclusividad participativo-ciudadana. ¿Cómo no lo vieron con la anticipación
requerida?
Hubiese sido una gran exposición de aniversario.
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