Así definida la retaguardia textual como efecto directo de “18BRUMARIO” hice
mención en la columna anterior a los textos de la izquierda extra-parlamentaria
italiana que sostuvieron el primer acceso al
“Gramsci de los consejos”, en contra del “Gramsci del príncipe moderno”,
en un intento por luxemburguizar su lectura y rescatarlo del fatalismo orgánico
leniniano, en un momento fatal.
Ese fue el propósito de la ponencia en el
Simposio Gramsci de mayo de 1987, que proseguía lo que ya había experimentado
como derrota, en la cercanía de la producción de un centro de izquierda
alternativa que se ganó muchas propuestas de exploración y explotación de los
despojos del movimiento popular, en provecho de las re/articulaciones
partidarias que sabotearon el movimiento social que, suponían, había emergido
de las protestas contra la dictadura.
Todo esto no era más que la continuación de lo que había publicado en
Revista Margen: “La representación de Nicolás Maquiavelo” (junio, 1980). Lo que hay que buscar es el nexo explícito
entre este trabajo y la ponencia del Simposio, siete años después. Y lo que es
más grave, demostrar que “El misterio de
la gran pirámide”, el ensayo sobre Downey para el catálogo del Festival Downey
que tuvo lugar en noviembre de 1987 es la continuación de la ponencia en el
simposio de mayo de ese año.
Respecto de esto debo señalar lo mismo que respecto de la escritura sobre Díaz: no tuvo utilidad alguna para el desarrollo de
su carrera ni para el reconocimiento de su trabajo. Este ensayo sobre Downey jamás fue traducido.
Era in/traducible. No servía para
fortalecer la inscripción de su obra. Ya estaba suficientemente
consolidado en un medio analítico que me des/calificaba por "afrancesado".
Solo puedo decir que tuvo
utilidad solo para el desarrollo de mi escritura, operando en varias capas simultáneas, tales
como historia del video, escena de artes, discurso político, análisis del discurso y del uso de “ciertas
palabras” y los efectos de su inflación.
Lo cierto es que el texto “El misterio de la gran pirámide”
es inútil para ser invertido, siquiera, en el ambiente del video-arte. Ya
señalé que era el fragmento de una novela. El momento en que se conectan, este texto con
la ponencia sobre Gramsci es cuando
menciono el título del último capítulo de El Príncipe –“Exhortación a liberar
Italia de los bárbaros”-, en relación a la posición que éste asume cuando
escribe los “Discursos sobre la primera década de Tito-Livio”, escrito por
Maquiavelo a la medida anticipativa de la fabulación marxiana del 18 Brumario,
como un momento en la historia de los discursos, en cuanto a la necesidad que
tienen las clases ascendentes, para cumplir la misión de su tiempo, de vestirse
con la ropa de épocas pasadas. Esta es una buena explicación de porque mi
propia sujeción al modelo del corte y costura. Y no como reclaman algún@s
artistas que fue gracias a sus trabajos. Más bien habría que decir que la
matriz narrativa ya estaba establecida y
que sus obras calzaron con esa
preocupación pre-existente.
Ahora bien: la relación entre la ponencia y el texto de la
Gran Pirámide no ha sido suficientemente establecida. Espero hacerlo en la
jornada del 29 de noviembre. Solo puedo sostener que la ponencia posee dos
antecedentes documentales que aparecen publicados en los números 1 y 2 de
Revista Margen. El número 4, en cambio, es una propuesta visual, ya que
reproduce la contra/portada de Protocolo 5 (Acuerdo Díaz-Mellado), en que
aparece la reproducción de la pintura de David y el fotograma del film de Abel
Gance, “Napoleón”. Nadie que no haya
seguido estudios mínimos en arte no sabe que se trata del gesto neoclásico del
pintor jacobino. Este es, propiamente,
un texto visual que se presenta como el reverso de la portada de esa
publicación, en que aparece la foto de Gramsci que luego es empleada en el
diseño de la tarjeta y de la portada del catálogo de la exposición
“Hegemonía&Visualidad”. Es de ahí
que hay que saltar –hacia atrás- a la ponencia, que es escrita en mayo,
mientras que la “gran pirámide” es de noviembre.
Si se quiere discutir, hoy día, sobre cultura y hegemonía, no se puede dejar de considerar que el texto que escribí como presentación de dicho catálogo posee un título en el que hay una pequeña variante: “Hegemonía de la visualidad”. En algún momento, pensé que ciertas prácticas artísticas habían
pasado a ocupar el rol que en los setenta había jugado las ciencias sociales,
como escena de anticipación crítica de
la sociedad. En los ochenta, desde Flacso y Sur se entendió, sin duda, que las
ciencias mencionadas solo servían para producir los insumos de la industria de
la transición. Todo eso venía experimentando situaciones de inversión garantizadas por las ciencias rockefellerianas que ya se venían preparando
desde el momento que en Sur montaban los seminarios de lectura indirecta del
Gramsci-de-Laclau y que en Flacso se
ponían a la saga del discurso de Touraine para asegurar sus presupuestos de
funcionamiento. En los noventa, las prácticas artísticas
diluyeron la densidad imaginada y montaron la función de un arte oficial de la infracción.
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