sábado, 4 de noviembre de 2017

PRESENTACIÓN DE "MONROE", NOVELA DE MARCELO MELLADO, EN FILSA.



La novela se articula a partir de tres regímenes de escritura: el relato de N, el relato de Conrad y las Notas. Es suma, combina un compendio de historia general con un relato paralelo y un conjunto de apreciaciones de método, para montar una “novela de origen” en la que encontramos  archivos perdidos y héroes de un cuento ruso modelado a la medida de distinciones retóricas de manual y distinciones toponímicas risibles que reproducen la fobia a la poesía chilena como el lado B de la mitología social chilena. La cobertura visible de esta articulación verifica la existencia de un relato épico de una banda de cazadores-recolectores, hábiles en el empleo de armas arrojadizas y corto-punzantes, que expresan la condición reparatoria expansiva de culturas nómades orilleras, para las que las tierras altas son un sinónimo de otredad territorial ominosa, en contraposición a la insistencia corrosiva de las tierras húmedas de un cuerpo político en crisis de continencia.
De este modo, “Monroe” es la novela  “más estructuralista” de Marcelo Mellado,  porque está armada  sobre mitos de calce  que comparten los relieves resultantes de una separación material de los parentescos y las historias de filiaciones perturbadas en la construcción del relato de Chile.

Los tres regímenes de escritura  exhiben el andamiaje de lectura de tres proyectos novelescos de envergadura: “Actas del Bío-Bío” de Patricio Manns, “La rama dorada” de Fraser  y “La insoportable levedad histórica de la clase política civil” de Gabriel Salazar. Esto no solo reconstruye el viaje iniciático de un tal Conrad, sino la parodia del relato mítico post-troyano que omite la epopeya de Eneas como portador de una derrota de proporciones que anticipa la reversión chilena de la novela polifónica en que se hace manifiesta la distinción entre el hombre que habla y su palabra (socialmente construida como sustitución de un mito fallido).

En Patricio Manns, el relato conduce a la tragedia –Ranquil- , mientras que en Salazar, el ensayo histórico  induce a la farsa por la cual un mercantilismo local usurpa la soberanía popular. Al final de cuentas, “Monroe” es la gran novela corta de la soberanización que se las juega, además, en el tiempo corto compensado como reconocimiento de un lugar en la historia de los poblamientos. A cambio, Marcelo Mellado expone los diferentes regímenes de restricción del plurilingüismo, a través de una hibridación modulada por el relato de Conrad que se hace portador de una epopeya de soberanización que termina siendo muy cercana a la estilización paródica, que consiste en la integración temática y lingüística de un discurso estilizante que penetra y aclara el discurso estilizado.

El relato de Conrad interviene no sólo como una divergencia respecto al discurso estilizado de N, sino más aún, como denuncia y destrucción del primero en el segundo. En tal caso, el relato de N posee una lógica interna que lo revela como un mundo singular, indisolublemente ligado al lenguaje parodiado; a tal punto, que la sombra acarreada por el relato de N define el límite narrable del relato de Conrad, que se instala como una transformación caricatural, exagerada, acentuada, maniquea, entre la ruralidad arcaica que, siguiendo  las instrucciones de la “teoría del foco” acecha la Ciudad Caníbal desde la sola mención a una novela de aventuras de tipo griego, haciendo uso restringido del relato de N como heroización  amplificada de una ur-novela.  Es decir, la invención de un momento cazador-recolector en la economía del relato, que exige la presencia de armas arrojadizas, combinadas con un Colt y una Winchester, que son armas de frontera. “Monroe”, en este sentido, reproduce la perspectiva de las “novelas de frontera”, no solo combinando regímenes de escritura que corresponden a momentos diferenciados en el desarrollo de las fuerzas expresivas. Y todo esto ocurre justo en el momento en que N sobre determina a Conrad como aquel elabora una estrategia de victoria que combina la lucha territorial, dispersa y escurridiza, con una táctica de emprendimiento productivo, que adquiere proporciones estratégicas.

En este sentido difiero de Roberto Careaga, que en una  entrevista  a Marcelo Mellado sostiene que “Monroe” se sitúa en las antípodas de “Informe Tapia”. A mi juicio, “Monroe” es la continuación de “Informe Tapia”, pero por otros medios.  La Ciudad Caníbal es el modelo simbólico de gestión del poder sobre lo visible que predica en “Monroe” lo que ya abdica la Dirección General de Cultura en “Informe Tapia”.  Lo que ha hecho Marcelo Mellado en esta última novela es revertir el dominio de lo narrable como un mito fundador de los relatos heroicos que solo pueden anticipar en el deseo, el orden de una ficción que nos haría libres y nos convertiría en ciudadanos. 


Pero todo esto resulta ser como tiene que ser. Al final del relato de Conrad se revaloriza el grotesco recurso al emprendimiento productivo, invirtiendo de paso el efecto del relato de N como un desprendimiento jocoso que se desliza hacia un correctivo textual, que lo convierte en NN y luego en el relato de Ñ, de niño, asimilándose como el efecto mariposa que en su retroversión restaura su condición narrativa como defecto de origen.  Solo en este momento nos damos cuenta que el relato de N no es la sombra acarreada que anticipaba el concepto de Conrad, sino la deflación del relato familiar estatuído como origen de la novela; es decir, como señala Marcelo Mellado en la última de las Notas: “una historieta alegórica pastichera de una patria posible”, que es, siempre, la infancia.  Pero es una infancia descalzada “en la (im)posibilidad de la aventura como parodia del relato institucional”.

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