La novela se articula a partir de tres regímenes de
escritura: el relato de N, el relato de Conrad y las Notas. Es suma, combina un
compendio de historia general con un relato paralelo y un conjunto de
apreciaciones de método, para montar una “novela de origen” en la que
encontramos archivos perdidos y héroes
de un cuento ruso modelado a la medida de distinciones retóricas de manual y
distinciones toponímicas risibles que reproducen la fobia a la poesía chilena
como el lado B de la mitología social chilena. La cobertura visible de esta
articulación verifica la existencia de un relato épico de una banda de
cazadores-recolectores, hábiles en el empleo de armas arrojadizas y
corto-punzantes, que expresan la condición reparatoria expansiva de culturas
nómades orilleras, para las que las tierras altas son un sinónimo de otredad
territorial ominosa, en contraposición a la insistencia corrosiva de las
tierras húmedas de un cuerpo político en crisis de continencia.
De este modo, “Monroe” es la novela “más estructuralista” de Marcelo
Mellado, porque está armada sobre mitos de calce que comparten los relieves resultantes de una
separación material de los parentescos y las historias de filiaciones
perturbadas en la construcción del relato de Chile.
Los tres regímenes de escritura exhiben el andamiaje de lectura de tres
proyectos novelescos de envergadura: “Actas del Bío-Bío” de Patricio Manns, “La
rama dorada” de Fraser y “La
insoportable levedad histórica de la clase política civil” de Gabriel Salazar.
Esto no solo reconstruye el viaje iniciático de un tal Conrad, sino la parodia
del relato mítico post-troyano que omite la epopeya de Eneas como portador de
una derrota de proporciones que anticipa la reversión chilena de la novela
polifónica en que se hace manifiesta la distinción entre el hombre que habla y
su palabra (socialmente construida como sustitución de un mito fallido).
En Patricio Manns, el relato conduce a la tragedia –Ranquil-
, mientras que en Salazar, el ensayo histórico
induce a la farsa por la cual un mercantilismo local usurpa la soberanía
popular. Al final de cuentas, “Monroe” es la gran novela corta de la
soberanización que se las juega, además, en el tiempo corto compensado como
reconocimiento de un lugar en la historia de los poblamientos. A cambio,
Marcelo Mellado expone los diferentes regímenes de restricción del
plurilingüismo, a través de una hibridación modulada por el relato de Conrad
que se hace portador de una epopeya de soberanización que termina siendo muy
cercana a la estilización paródica, que consiste en la integración temática y
lingüística de un discurso estilizante que penetra y aclara el discurso
estilizado.
El relato de Conrad interviene no sólo como una divergencia
respecto al discurso estilizado de N, sino más aún, como denuncia y destrucción
del primero en el segundo. En tal caso, el relato de N posee una lógica interna
que lo revela como un mundo singular, indisolublemente ligado al lenguaje
parodiado; a tal punto, que la sombra acarreada por el relato de N define el
límite narrable del relato de Conrad, que se instala como una transformación
caricatural, exagerada, acentuada, maniquea, entre la ruralidad arcaica que,
siguiendo las instrucciones de la
“teoría del foco” acecha la Ciudad Caníbal desde la sola mención a una novela
de aventuras de tipo griego, haciendo uso restringido del relato de N como
heroización amplificada de una ur-novela. Es decir, la invención de un momento
cazador-recolector en la economía del relato, que exige la presencia de armas
arrojadizas, combinadas con un Colt y una Winchester, que son armas de
frontera. “Monroe”, en este sentido, reproduce la perspectiva de las “novelas de
frontera”, no solo combinando regímenes de escritura que corresponden a
momentos diferenciados en el desarrollo de las fuerzas expresivas. Y todo esto
ocurre justo en el momento en que N sobre determina a Conrad como aquel elabora
una estrategia de victoria que combina la lucha territorial, dispersa y
escurridiza, con una táctica de emprendimiento productivo, que adquiere
proporciones estratégicas.
En este sentido difiero de Roberto Careaga, que en una entrevista
a Marcelo Mellado sostiene que “Monroe” se sitúa en las antípodas de
“Informe Tapia”. A mi juicio, “Monroe” es la continuación de “Informe Tapia”,
pero por otros medios. La Ciudad Caníbal
es el modelo simbólico de gestión del poder sobre lo visible que predica en
“Monroe” lo que ya abdica la Dirección General de Cultura en “Informe
Tapia”. Lo que ha hecho Marcelo Mellado
en esta última novela es revertir el dominio de lo narrable como un mito
fundador de los relatos heroicos que solo pueden anticipar en el deseo, el
orden de una ficción que nos haría libres y nos convertiría en ciudadanos.
Pero todo esto resulta ser como tiene que ser. Al final del
relato de Conrad se revaloriza el grotesco recurso al emprendimiento
productivo, invirtiendo de paso el efecto del relato de N como un
desprendimiento jocoso que se desliza hacia un correctivo textual, que lo
convierte en NN y luego en el relato de Ñ, de niño, asimilándose como el efecto
mariposa que en su retroversión restaura su condición narrativa como defecto de
origen. Solo en este momento nos damos
cuenta que el relato de N no es la sombra acarreada que anticipaba el concepto
de Conrad, sino la deflación del relato familiar estatuído como origen de la
novela; es decir, como señala Marcelo Mellado en la última de las Notas: “una
historieta alegórica pastichera de una patria posible”, que es, siempre, la
infancia. Pero es una infancia
descalzada “en la (im)posibilidad de la aventura como parodia del relato
institucional”.
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