La historia
de las luchas urbanas en Chile proporcionan las bases, digamos,
“arqueológicas”, de esta tendencia que adquirió carta de ciudadanía entre
funcionarios estatales que desde sus instituciones salieron a buscar a la calle
a las “fuerzas sociales” que podían encarnar sus proyectos de avance de
carrera. Así las cosas, es comentado el caso de funcionarios que promueven
actos de ocupación ilegal de predios, no
solo para impedir su rápida tugurización, sino para levantar demandas
pro-patrimonialistas y contra-especulativas de fácil adscripción ciudadana,
solo con el propósito de hacerse un nombre para una candidatura al municipio,
que por lo demás, jamás prosperó. El
funcionario tenía una fuerza social de apoyo, pero no entendió que debía
articular su ofensiva con una férrea y no menos elaborada intriga en las
internas de su propio partido. No lo hizo y perdió, dejando abandonadas a las
huestes iniciales, que dicho sea de paso, adquirieron una visibilidad que los
llevó a desear unos objetivos que ya los funcionarios no podían satisfacer y se
convirtieron en un incordio para las autoridades. Gran parte del poder extorsivo
de lo que Guattari llama “no garantizados”
tiene su origen en esta primera tentativa de manipulación de la
contra-estatalidad, por parte de agentes del Estado.
Lo
descrito con anterioridad forma parte de
las mitologías de las soberanización, que consiste en hacer una toma, primero,
consolidar una “cabeza de playa”, mantenerse durante una unidad de tiempo
razonable, para solicitar protección en Tribunales argumentando, justamente, a
partir de la experiencia de “ocupación
soberanizante”, por efecto de
legitimación de una ocupación ilegal, gracias a la acción de ayudistas expertos
en recursos de protección. No sin antes
constituir una fuerza de choque y auto-defensa destinada, más que nada, a
forjar una ilusión de fuerza en medio de un conflicto en el que se busca
alcanzar un status quo de larga
duración, hasta que la autoridad “no e queda otra” que acreditar un dominio.
La
contra-constitucionalidad atribuida en la columna anterior a ciertas acciones
de la Señora Presidenta no es una
construcción intelectual y política de la que haya que hacerla directamente responsable, sino más bien ella
resulta ser un personaje que resulta “ser trabajado” por la estructura
paranoica que la sobre/determina en lo político y en lo militar.
No pudiendo
sostener una política militar de insubordinación de los signos, la Señora Presidenta resultó ser lo
suficientemente hábil para encarnar el espíritu de una contra-estatalidad
sustentada en una singular interpretación de la teoría leninista del “doble
poder”, reducida al espacio de maniobras
que le proporciona el Poder Ejecutivo.
El conglomerado que la llevó a la primera magistratura solo
deposita en ella un cúmulo de
esperanzas, muchas de ellas no cumplidas,
o pésimamente implementadas, da lo mismo, pero deja al Ejecutivo la
responsabilidad de convertir el rencor en
horizonte de una pulsión constituyente,
dejando en estado de latencia el deseo de soberanización.
En esta
reflexión, repito un fragmento de la columna anterior, para insistir en un
hecho que me resulta capital:
“En esta misma lógica se
planteó el envío de Bernardo Oyarzún a Venecia. Lo genial de todo este asunto
es que el envío no es más que un síntoma distintivo de (todo) este significante
político anticipativo contra-constituyente”.
Al final, todo este rodeo no tendría otro propósito que sostener la hipótesis
según la cual, el arte sería aquel espacio simbólico privilegiado que
anticiparía la contra-contituyencia de algo-que-no-sería-él,
dando pie a pensar desde ya un ministerio destinado a formalizar actividades
contra-estatales, al interior del propio aparato de Estado, con recursos de
éste. Este ha sido el gran diseño para
el que se ha prestado Ottone, que vendría a ser como el “Eyzaguirre-de-la-cultura”, por satisfacer la leal condición de perro faldero.
Sin embargo, para gran
pesar de los diseñadores de la infracción oficial convertida en academia, en la escena chilena ya no hay artistas a la
altura de semejante empresa de contra-instituyencia, de modo que los actuales operadores de la anticipación
intersticial deben conformarse con
recurrir a ilustraciones de
segundo orden de las recomendaciones de la UNESCO, en lo
que a diversidad cultural se refiere.
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