El
11 de Noviembre, en la Pinacoteca de Sao Paulo,
en las Octavas Jornadas de Historia del Arte (Pinacoteca/CREA/UAI) leí
una reducción de la ponencia que aparece publicada en http://www.humanas.unifesp.br/ppgha/publicacoes/livro-historia-da-arte-colecoes-arquivos-e-narrativas/view. Esta ponencia ya había sido anunciada en el
primer capítulo de Apuntes sobre la
exposición de la Colección de Pedro Montes en el MAVI, publicados por Galería D,21 en marzo de este año, bajo el
título de Palotes. De este modo, esta ponencia fue el comienzo
de un largo ensayo que prometía la entrega de una Segunda Entrega, actualmente
en curso de redacción. Así planteada, frente a la posibilidad de ser objeto de
una lectura durante unas jornadas, su extensión superaba los veinticinco mil
caracteres. Fue entonces que tuve la
iniciativa de escribir reducciones que me permitieran no exceder los quince
minutos de exposición que cada uno de los participantes disponíamos. Para lo
cual, finamente, escribí dos versiones,
teniendo que escoger por una de las dos en función de cómo estimaba el
desarrollo de los debates. Fue así como presenté La primacía del trazo, que de hecho, no leí en su totalidad, sino
solamente las dos últimas páginas, destinando mis esfuerzos iniciales
a la exposición oral improvisada de un incidente según el cual se
sostiene que es la poesía la que ha inventado el paisaje chileno. Para luego, situar la densidad
des/ilustrativa de las obras de Balmes y Dittborn. Por un corto período. Vuelvo
a sostener, entonces, que la pintura chilena no ha hecho más que
–mayoritariamente- ilustrar el discurso de la historia.
En
este blog que pongo en función, hago
público no solo el texto reducido de la presentación durante las Octavas
Jornadas, sino también el que desestimé, pero cuya utilidad me parece de rigor, en la actual coyuntura editorial. Su título
es Los palotes, la tortilla y la
sirvienta y aborda el objeto de la ponencia bajo la presión descriptiva de
los primeros soportes de presentación del método-manifiesto de Dittborn –La Tortilla Corredora, catorce tumbos- , ya publicado en el catálogo de su exposición
de dibujos en Galería Epoca, en mayo de 1976 (delachilenapintura, historia).
En
el coloquio paralelo que tiene lugar durante el desarrollo de unas grandes
jornadas académicas, en que yo representaba a la Escuela de Artes de la
Universidad Diego Portales, dos críticos
y profesores italianos me hicieron dos observaciones que me parecen de extrema
utilidad para el desarrollo de mis trabajos.
La
primera se refiere al carácter de la madonna
del arte chileno propuesta como figura paródica por Díaz, en relación a sus
filiaciones iconológicas, que determinan la procedencia higienista de la jugada narrativa sintomatizada por la imagen
de la Klenzo. Habiendo realizado una estadía en Florencia, en 1979, es muy poco
probable que no se haya enfrentado al uso cotidiano de un producto de
limpieza de la marca Lanza, que tenía
como ícono la imagen de una sirvienta holandesa.
Resulta
evidente la deuda referencial respecto
del modelo de producción de brillo que estaba implícito en la estampa italiana,
que desde la cultura popular instalaba sus colores y funciones como una
sustituta que ponía de manifiesto el
deseo de re-virginización del mundo y de su percepción. La operatividad chilena de la chica
Klenzo tiene su en la colaboración
implícita que forja la estancia
florentina entre Díaz y Smythe.
La
segunda observación dice relación con la tecnología del trazo, ya que de acuerdo
a la teoría vinciana no es indiferente la presión bajo la cual éste viene a ser ejecutado. A mayor presión, mayor proximidad; a menor
presión, mayor distancia. La aparente
inconsecuencia dittborniana se afirma en
la política del trazo. La famosa y mítica formulación de la política del
pliegue está precedida por la política del trazo, en su determinación
técnico-manual. Lo cual es un guiño
inconsciente a la enseñanza albersiana que se instala en el campus de
arquitectura de la Católica, desde comienzos de los sesenta en adelante. Sin embargo, no es determinación directa sino
por la presencia en Dittborn del principio “menos es más”, propio de la
pulcritud que lo asiste. Lo cual me hace pensar en el agotamiento que ya en esa
coyuntura experimenta la referencia al sistema
gráfico de la Chile, que en las obras de Smythe y de Díaz verifica su última
insistencia. Si por ello podemos figurar
las operaciones de “stencilización” de la imagen que abre
remueve la zona polémica de 1981.
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