lunes, 13 de marzo de 2017

LOS EFECTOS SIMBÓLICOS DE UNA POLÉMICA



 El 7 de marzo El Mercurio publicó una columna de opinión de Genaro Arriagada, sobre la polémica entre la DC y el PC. A su juicio, esta polémica ha planteado tres asuntos: el anticomunismo, las omisiones del PC respecto de Cuba y el mito según el cual durante la UP el PC fue garantía democrática. 

El desarrollo de cada punto es ejemplar por la simpleza de los argumentos y la extensión en el contexto de la columna. Todo apunta a sostener la tesis de la esquizofrenia que caracteriza la acción de los partidos comunista en el mundo.


Antes de proseguir con el análisis de la lectura,  es preciso introducir una cuña inquisitiva a Genero Arriagada.  Conociendo la esquizofrenia de los comunistas, ¿por qué la DC aceptó hace cuatro años  formar parte de una alianza que los incluye? Es muy probable que las debilidades estructurales de su partido no le hubiesen permitido sustraerse de una alianza que no ha hecho más que desdibujar  la percepción de su “identidad”.

Según lo anterior, la polémica se entendería como una ocasión de la DC para redibujar las líneas de su tolerancia ideológica; no así programática, porque en el terreno de la centro izquierda no hay 36 soluciones y todos los programas se parecen, ya que existe un paquete de reformas portadoras de un sentido común político que no hace mayor diferencia entre PC y DC.

Sin embargo, lo que Genaro Arriagada no reconoce es la necesidad implícita que la DC  -y la Concertación- tenía  del voto de los comunistas, para definir el resultado de las elecciones presidenciales. Primero, los comunistas llevaban un candidato testimonial y luego revertían su votación al candidato menos malo para ellos, pero que sin embargo impediría el triunfo de la derecha.  Hasta ahí, todo bien. Lo que hacía falta, respecto de la Nueva Mayoría, era reconocer de manera práctica el aporte electoral de los comunistas, que al final, podían esgrimir el apelativo de garantes implícitos del triunfo.

Frente a esta columna de Genaro Arriagada, no puedo dejar de recordar otra columna suya, en un medio financiado, probablemente, por la Konrad Adenauer, a comienzos de los años ochenta.   Es  aquí que  aparece la importancia de la segunda parte de la columna de El Mercurio,  puesto que se conecta con la columna escrita en los ochenta.  Pero esta última estaba escrita en un momento en que ni la propia izquierda asumía su autocrítica,  porque el objetivo fundamental era otro.  Bajo la excusa de la necesaria unidad contra el tirano, justificaba y promovía el silencio sobre todo aquello que pudiera perturbar sus fines.

En los ochenta, la lectura de la columna de Genero Arriagada  me produjo una profunda decepción.   No por lo el cuestionamiento que hacía de la estructura autoritaria –por decir lo menos-  de la izquierda,  sino porque ésta  última jamás  había  formulado su autocrítica al respecto. Lo  único que la ocupaba era un tibio balance de sus errores  tácticos y estratégicos durante el gobierno de la UP. 

Entendamos que el texto de Genero Arriagada buscaba establecer bases académicas para cubrir el horizonte de responsabilidades  y  justificar  la alianza de la DC  con el Partido Nacional para legitimar el derrocamiento de Allende.  Es lo que el Correa-de-siempre calificó en su momento de “matrimonio sin libreta”. 

Regresando a la polémica de hoy,  no se entiende quien  padece de esquizofrenia, si la DC o el PC.  Lo que queda meridianamente claro es que la DC  experimenta el mayor goce en poder extorsionar simbólicamente a la izquierda no comunista por intermedio de la Iglesia, que termina defendiendo a quienes fueron responsables de haber legitimado la “necesidad” de interrumpir a Allende.  Entendamos que entre interrumpir y el golpe mismo hay un matiz, que no funcionó en la ficción de Frei Montalva, ya que tuvo que dejar en la Escuela Militar el auto del Senado. El poder no le sería remitido, como esperaba, en su calidad de presidente de la mencionada  entidad.

La ausencia de autocrítica  de la izquierda era previsible,  ya que concordaba  con la negación de la izquierda-des/marxistizada-más-ocupada-en-asegurar-su-financiamiento.  Hay que mencionar que los intelectuales sustitutos se lavan las manos y no a abordan la caracterización de los socialismos reales y el daño provocado mediante el retoque de la historia por la vía del control discursivo a través del dispositivo  autoritario denominado partido.  Y luego, ONG.  Los comunistas, digámoslo así, no tenía ni a la Ford ni a la Konrad de su parte.  Solo podían acudir a su hermano mayor,  puesto en severa dificultad después de la caída del  muro de Berlín.  

Curiosa vuelta de la historia: el muro  se desmorona en 1989.  En verdad, ya había comenzado muchos años antes. Pero “coincide”  con el triunfo del NO.  Podríamos decir que la singularidad chilena anticipa la caída.  Todo el mundo entenderá que es para la risa hacer semejante relación.  La izquierda, en esa fecha, todavía no asume su complicidad con los “socialismos reales”.  Su nivel de victimización se lo impide.  En ello va su sobrevivencia.

Mientras la DC  desplazó a la izquierda en el liderato del “regreso regresivo” a la democracia, casi treinta años después, el PC   aparece como el  sujeto que “todos” esperaban que los militares hubiesen aniquilado, y ocupa unos cargos en un gobierno, desde los cuáles va a legitimar todo  residuo simbólico que opera en la actualidad como un “après-coup” psicoanalítico de la Unidad Popular.  ¿Qué tal?

Esto es lo que la DC ya no ha soportado más y  por eso  a través de  la pluma corrida y escurridiza de Genaro Arriagada,  plantea  retro/traer al PC a su momento militar como prueba de su incompetencia democrática.   Y para ello, hace una lectura muy conveniente del libro de una mujer  política y éticamente irreprochable, que le proporciona argumentos –desde la izquierda- en favor de  lo que quiere demostrar.

En esta perspectiva, una actitud consecuente de Genaro Arriagada sería interponer una demanda,  por las responsabilidades penales que se pueden deducir de la responsabilidad política de los dirigentes comunistas en la construcción de su aparato militar, que en virtud de una determinada lectura de la fase, enviaron a la muerte a una cantidad apreciable de jóvenes militantes. 

Sin embargo,  la DC hizo lo contrario. Pactó con quienes hoy demoniza, quizás con razón. Pero atendiendo a la historia comparada,  la DC no tuvo que recurrir a un brazo armado, porque contó, en algún momento, con que ese rol lo cumplían las FFAA.  Solo que no era el brazo armado de su conveniencia.  De ese modo,  recurrió al otro brazo,  teológicamente fundamentado, la Iglesia, para recuperar la decibilidad de la democracia.






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