Desde hace unos años he puesto mi atención en los trabajos de artistas cuyas obras se
despliegan utilizando recursos de los sistemas de corte y confección. Existe una cierta fascinación por tomar
el patrón McCalls o Burda, para hacer declinar de su despliegue, una modalidad de trato con la representación del
cuerpo, a través de la manufactura vestimentaria.
En cierto modo, la ceremonia de la toma de medidas para hacerse un traje anticipa simbólicamente el
tamaño de la urna. No sería impreciso
pensar que el porte de ropa no fuera una manera de conjurar la angustia ante la
muerte, llevando puesto consigo un ataúd
de trapo. Sin embargo, existe un elemento
intermedio que acompaña el movimiento
del cuerpo y que se pega a él como una condición inevitable de fijación; me
refiero al sudario.
Uno de los relatos más bellos sobre estudios de exhumaciones
en la zona del Mediterráneo próxima a Palestina tiene que ver con el uso de
telas de barcas pesqueras que ya han dejado de cumplir sus funciones de
navegación y pasan a proporcionar insumos a diversas prácticas de sepultación.
Son telas remendadas hasta el cansancio material y que se hacían disponibles para que la “gente de a pie” pudiera envolver a sus
deudos. De algún modo, acostumbrados a
un trato regional con las ceremonias funerarias andinas, nos señalan esta doble
función de “envoltura” de la tela y de la vasija de barro que sirve de
sepultura. Existe, en estas prácticas
“arcaicas” una cierta pasión por las envolturas.
¿Qué es lo que importa, en este terreno? Habría que establecer dos cosas: la importancia
reparadora de la envoltura y el
efecto gráfico de los remiendos en las
telas para uso productivo. Entre
envolver y remendar se instala una relación que nos va a conducir a montar una
gran interpretación sobre las condiciones del sujeto psíquico. Lo sabemos muy
bien: ¿qué hay de más cercano que la tela y la piel?
Pues bien: este es el momento crucial que permite dar cuenta analítica del trabajo de Cecilia
Juillerat. Toda envoltura supone la existencia de un despliegue; es decir, de
la validación ostensible de la superficie; y para no ir más lejos, hablar de
superficie es hablar de superficie de
contacto; es decir, de una zona fronteriza conducida por una prohibición;
que es, sin más, la prohibición del tacto.
El tacto debe ser habilitado porque existe algo así como una
“jurídica de los cuerpos”, donde la consciencia de la cobertura pone en
evidencia este doble juego del tacto y de su repliegue.
¿Qué es lo que hace Cecilia Juillerat? Des / envuelve para expandir una tela que
será un símil de piel, porque requiere trabajar por capas. En el entendido que
se coloca de inmediato en un campo específico: el cuerpo de la pintura. Sin
embargo, se trata de un cuerpo casi desfallecido que vive amenazado por el
fantasma del despegue de las capas básicas de protección. Por eso,
no hay, prácticamente, humedad. Solo costura de capas sobre capas, como
si fueran remiendos que corresponden a momentos temporales diferenciados, pero que son remitidos a comparecer en una
misma zona. De este modo, entre piel y
tela, la diferencia se hace evidente en
la materialidad del hilo y la factura de un tipo de costura determinada, por cuya amplificación
quedará marcada la herida. Solo hay
remiendo porque existe merma en la trama. La recomposición que depende de la
toma del hilo a veces fracasa y se requiere una solución mayor, que consiste
directamente en aplicar un parche. Un
parche, antes-de-la-herida, o “ante la herida” (delante de). Si por eso
entendemos que a cada herida, el
parche que corresponde, como una especie de primeros auxilios.
En francés, el
parche, el esparadrapo, la vendita adhesiva, el apósito, se dice pansement. Pero su homofonía lo acerca a la palabra
española pensamiento. La pintura es un modo de pensar. Pero René Passeron sostiene de inmediato: oui,
cést une pensé, mais, comme pansement. Es un juego de palabras muy productivo. Es un pensamiento, pero como un apósito,
sobre la herida. Passeron agregará, un
pansement sur le vide: un parche sobre el vacío. De esto ya he hablado, en otra ocasión,
comentando el aporte que tuvo Jean Lancri
en el desarrollo de mi trabajo.
Entonces, envoltura, despliegue, parchado, son operaciones
mediante las cuáles Cecilia Juillerat sustituye los elementos fundamentales del
dibujo por aplicación de patrones y
recupera el hilo perdido de los relatos infantiles, que va a recuperar de las
ilustraciones de primeras ediciones de “Alicia en el país de las maravillas”,
como expresión de aquellos sueños fundantes en la infancia. Pero el traspaso de las ilustraciones va a
ser seguido al hilo como ejercicio de remiendo; es decir, convertirá el dibujo,
propiamente, en ejercicio de costura destinado a recuperar el hilo
perdido.
La entre-tela proviene de la industria de la confección, que
se despliega sobre la corporalidad, pero tiene la función de proporcionar a la
pieza una cierta rigidez, una especie de certera consistencia protectora dispuesta a mantener
las formas. En el dibujo, a veces, hay
que mantener las formas. Lo que importa,
en estas láminas, es la visibilidad de las costuras sobre las estratagemas
mínimas de parche. Porque en definitiva, toda esta figuración sobrepuesta corresponde
a una unidad compuesta de remiendos que llegan a cubrir la consistencia de la
tela de origen, como cuando se habla de una “lengua de partida” en una
traducción.
Los remiendos son la marca de una fricción social y
simbólica de los cuerpos. Todo esto,
para dar nacimiento a conjuntos de tela (género) en que la visibilidad del
remiendo habla de la consistencia de los indicios de cobertura de los cuerpos.
Pero de lo que habla es de la corporalidad de la imagen pespunteada, en algunos
casos, hilvanadas en otro, preparando la disposición de costura propiamente
tal.
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