El título de la última columna es inexacto, pero lo escribí
a consciencia, para tener que comenzar esta otra diciendo que era inexacto,
porque así podía emplear las dos palabras involucradas y hacer de todo esto una
“media historia”. La historia, de paso,
nunca de muestra entera. Entonces, la
palabra francesa “face”, la he traducido
como “frente”; es decir, para denotar “ponerse frente a”. Se supone, el que se
pone frente a la historia es el artista, en el diseño de la portada del
catálogo y de la exposición recurrida. De este modo asegura la distancia
necesaria para, justamente, poder hablar de eso. Pero la palabra “frente” encubre el otro
deseo de los artistas, que es el de constituir, siempre, un “frente”, en el
sentido político del término, siempre que hay un fantasma neoliberal, por
ejemplo, que amenaza la rapidez de sus carreras. Un “frente de artistas”, por
ejemplo, conducidos por el
Magister-de-la-Chile en su larga marcha por la liberación del arte, concebido
para este efecto como “zona ocupada” (por los alemanes). Esto corresponde a la fascinación de académicos por habitar “terrenos ocupados”
por el discurso de sus comentadores de glosa.
¿Se entiende? Siempre: “sitio eriazo”/”toma de terreno”. Los artistas
del “frente” aspiran a ser considerados como combatientes.
¡Que fascinante! El poeta Raúl González Tuñón escribe en
1933 “Las brigadas de choque”. Transcribo unos versos:
“He
reconquistado el fervor y tengo algo que decir:
Se llama brigadas de choque a las vanguardias lúcidas de los obreros especializados.
En la URSS, nombre caro a nuestro espíritu.
Formemos nosotros, cerca ya del alba motinera,
las Brigadas de Choque de la Poesía.
Demos a la dialéctica materialista el vuelo lírico de nuestra fantasía”.
Se llama brigadas de choque a las vanguardias lúcidas de los obreros especializados.
En la URSS, nombre caro a nuestro espíritu.
Formemos nosotros, cerca ya del alba motinera,
las Brigadas de Choque de la Poesía.
Demos a la dialéctica materialista el vuelo lírico de nuestra fantasía”.
Y siete
versos más adelante, escribe:
“Mi voz
para decir al antipoema
en la esquina de las fábricas,
a la salida de las costureras,
en las puertas falsas de los teatros,
en los fondos de los talleres,
en las poternas de la civilización burguesa,
el gran castillo vacilante”.
en la esquina de las fábricas,
a la salida de las costureras,
en las puertas falsas de los teatros,
en los fondos de los talleres,
en las poternas de la civilización burguesa,
el gran castillo vacilante”.
¡Qué curioso! La palabra “antipoema” ya
aparece, en 1933, en otro contexto. Por
“Las brigadas de choque”, González Tuñón pasó varios días en el subsuelo de
Tribunales, procesado por incitar a la rebelión.
De modo que escribí “frente a la
historia”, pensando en este poema de González Tuñón, que “contaminó” mi
asociación, al enterarme que la pintura de Victor Brauner reproducida en la
portada del catálogo fue realizada en 1934: “Sans titre (Hitler), 1934,
Ancienne collection André Breton, collection particulière”.
Sin embargo, el propio Antonio Guzmán,
haciéndose el “informado”, me dice: “Pero si esta pintura tiene que ver con la
cabeza de palo de Haussmann”. Dicho y hecho. La información de Guzmán era más
que correcta. La cabeza de palo no era la de un maniquí, sino una cabeza de
madera utilizada por los peluqueros para colocar las pelucas. No deja de ser
importante este dato. Y claro: la obra de Haussman se (in)titula “El espíritu
de nuestro tiempo – Cabeza mecánica”.
Guzmán agrega: “Díaz sacó de ahí el
pedazo de huincha de sastre”. Y como se sabe, la hincha de sastre es
profusamente utilizada durante su producción de la segunda mitad de los
ochenta; de su “período pictórico-serigráfico”, antes de iniciarse en las obras
de conmemoración histórica. Todo eso me
lo decía Guzmán, para señalar de manera muy simple la conexión regresiva entre
ese objeto de Haussmann de 1919 y la
pintura de Brauner de 1934, aunque éste realizaba la “performance” de trasladar
a la tela un procedimiento que Heartfield ya había instalado en sus photomontajes,
en la misma época. El punto, para mi
análisis “evocativo” y “pedagógico”, es
que la tela de Brauner reproduce la manufactura de una máscara de cuero que
debe cubrir la faz (el rostro) identificado por el bigote y el peinado. Claro
que si: los pelos señalan la filiación en la imagen. Luego, objetos que provienen del fondo de
herramientas de ebanistas de hombres que manejan armas corto-punzantes para
afectar directamente el cuello (decapitación) y un ojo (ceguera).
La hipótesis que se me ocurre,
conociendo a penas la obra de Ditborn, es que me extraña que éste no haya
intervenido el corpus del catálogo con obras pertenecientes a sus series de
“Historias del rostro”. Pero, a lo mejor, quedaría en evidencia su cercanía con
los surrealistas de entre-guerras, lo que confundiría la aproximación francesa
a todo ese trabajo que está más ligado
a la historia de la fotografía judicial.
Y tendría toda la razón. Entonces, tenía que marcar la diferencia señalando su
propio procedimiento de trabajo, que no debiera ser asociado ni al “collage” ni
al “arte postal”. Además, pienso que la
radicalidad de la intervención de Dittborn, en 1996, es sustraerse de la
tendencia denotativa con que se aborda la fase cercana a 1934, que es la fecha
más próxima a la epopeya inicial del nazismo. Dittborn, en 1996, a siete años
de “Magos de la Tierra”, no iba a dejar pasar la ocasión de señalarlo. A riesgo
de que los críticos franceses y compañía no entendieran absolutamente nada. En
todo caso, de todo esto no hay huella alguna.
Es decir, es cosa que los
investigadores del Complejo de Narraciones Reductivas (post-Arcis-ACA-La-Chile)
lean el comunicado de prensa de la exposición de 1996 y que analicen el hecho
que Dittborn es exhibido en una sección titulada “1980-1996 – De la búsqueda de
raíces identitarias a la renovación del Protest Art”, en compañía de Boetti, Camnitzer, Dittborn,
Doherty, Donagh, Elso, Farocki, Haacke, Herold, Horsfield, Jones, On Kawara,
Kuprianov, Lichtenberg-Ettinger, Marker, Metzel, Peress, Ping, Piper,
Pistoletto, Richter, Ristelhueber, Rosier, Sekula, Tuymans, Wodiczko, . ..
¡Es que no lo puedo creer! Es decir, hace tiempo, en el
2007, ya me enteré de todo esto, con el
retraso adecuado para que no interfiriera en mi trabajo de ese entonces. Pero
como ahora me he coinvertido –por razones completamente domésticas- en un
analista de iconografías del arte contemporáneo de antes, he fijado mi atención en esta portada, que me
induce hacia la consideración y estudio de la intervención gráfica de Dittborn
en dicho soporte de exhibición desplazada.
El tema es que no hubo indicios de las obras que
corresponden a la fase de las “historias del rostro”. Aunque no lo sabemos.
Habría que preguntarle al propio Dittborn cuales fueron las pinturas
aeropostales exhibidas en dicha muestra, porque de lo que me ocupo ahora es
nada más que de la intervención en el catálogo. Lo cual obliga a relacionar
ambas “acometidas” y estudiar cuál fue, en ese momento, el efecto de su
recepción en el campo de la crítica. Lo
cual obliga a tomar en consideración el hecho de que en 1997 tiene lugar en
Nueva York su exposición en el New Museum,
y que para esa ocasión, el dúo Cameron/Mosquera convierten a Dittborn en un
miembro eminente del “Protest Art”. La
situación es “inaceptable”: tuvieron que “pinochetizar” a Dittborn para
hacerlo circular en una escena neoyorquina determinada. Porque, en términos
estrictos, ¿en qué consiste esa ·escena neoyorquina” dependiente de la tolerancia
de los curadores?
Dicho sea de paso, no hemos evaluado, todavía, el daño
objetivo que un tipo como Mosquera ha infligido al arte chileno contemporáneo.
La obra de Dittborn se legitima y se justifica por razones que sobrepasan su
“pinochetización” y su condición de “artista de protesta”. La protesta que
Dittborn realiza es contra el propio diagrama del sistema de arte mundial;
partiendo por el desmontaje de la pintura chilena de la historia. Por eso, no se trata de una “rebelión” ni
tampoco de una “infracción” formal; sino de una “ruptura copernicana” en el
arte chileno.
En la actualidad de la circulación restringida de un catálogo
de ejemplar único, me pregunto por la
pertinencia de una intervención, no escuchando “cahuines”, sino sometiéndome a
la consideración estricta de las fuentes.
Perdón su señoría, habría algún sinónimo para la palabra Dittborn al cual usted repite decenas de veces?
ResponderEliminarDe pasada le dejo este enlace para refrescar la memoria del para qué de esta muestra... sin ofender... https://www.facebook.com/notes/cristián-gómez-zaccarelli/los-colajos-humanos-de-la-derecha-chilena-cr%C3%ADtica-de-arte/10155507379897775/
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