En
términos aristotélicos, la tierra corresponde al mundo sub-lunar y en ella todo
es corruptible. De lo que se trata de fijar en esta acción es la
corrupción de las técnicas clásicas de la pintura europea, siendo ésta la cara
(face) que le pone la pintura de Dittborn a la historicidad de su
reproducción como derrame de transferencia.
El
párrafo anterior está incrustado en el
relato de la columna anterior y está referido al traslado de un tipo de
escurrimiento que fija los efectos de
su exceso como asentamiento en la cultura.
Las
imágenes que consigné están distribuidas
en tres registros cromáticos que apelan
a la Santísima Trinidad y su rol en la “historia sagrada” de la humanidad. No será necesario reproducir mi argumento. Solo baste señalar una frase que no deseo
dejar en la retaguardia: en el principio fue el Verbo. Este es un
chiste de culto. Lo que importa es que
–ese Verbo- se hizo mancha de aceite
sobre la arena, yaciendo como tinta gruesa que delimita el residuo de la grasa
(corporal) reclamada. Solo que los cuerpos inertes no yacen;
simplemente, caen, y los líquidos –valga
la redundancia- se escurren.
En
esta obra de Dittborn el Verbo en cuestión
apela a dos momentos discursivos mayores en la historia de la pintura;
por un lado, la transferencia
propiamente técnica relativa al óleo en la conquista de América; y por otro
lado, la crítica a la preeminencia de la poesía chilena en el discurso de la
historia. Ya lo he dicho en otro lugar: la poesía proporciona a la política el suplemento
de “mito” que le hace (la) falta.
Dittborn hace que el Verbo se haga mancha, porque de este modo la obliga a anteceder el
cuerpo que la pre-figura de manera terminal.
Al voltear el tambor, fija en
este contenedor la función de un “origen
portátil”. Pero es el propio cuerpo del
artista Dittborn el que derrama en el desierto residuos tóxicos para dar la
medida de su expansión enunciativa como chiste pollockiano, pero desmontado
desde la retroversión hacia el tema propio del materialismo francés del siglo
XVII al que Marx le da tan duro, como pre-materialistas históricos, cuando al
menos hay que reconocer su pasión por la hipótesis del animal-máquina.
Se sorprenderán porque
hago mención a la poesía en este análisis. Pero hay que entender que la
distinción que hago entre el cielo y la tierra en términos de la física
aristotélica tiene el propósito de señalar la sobredeterminación de la lectura de Dante en la formación de la
epopeya zuritiana y de su corto paso por el Colectivo de Acciones de Arte.
En 1996, Dittborn imprime un estado de situación en la que
el diagrama del CADA queda convertido en
un “escrito en el cielo”, cuyos signos deben ser interpretados en épocas de
catástrofe por el poeta/chamán. Dittborn
lee lo que está “escrito en el suelo”. Es ahí que entra a jugar un rol
generativo la frase de Defoe “huellas de pies desnudos sobre la arena” y que
encontramos formulada con todo su potencial en el libro-único “Un día entero de mi vida” (1981).
No hay que leer en el cielo la disposición de los astros,
sino las marcas que dejan los hombres sobre la tierra. Entonces, en esta obra de 1996, el efecto de
merma que afecta el régimen de la cita es asumido como letra impresa que declara que la niña “yacía
inerte sobre la arena”. Es aquí, en este punto, que se aclara la
función de la palabra “arena” como recurso de atención flotante entre los
textos, para designar la superficie de recepción de un “taco de carne” que deja
su huella como indicio del cuerpo que ya no está, dejando el hueco
“desfalleciente” de la matriz, donde se
va a localizar la reproductibilidad como
potencial. Sin embargo, se complica el
relato visual porque la marca sobre la arena, contraria a la función de
vacío, porta consigo la densidad inerte
de un cuerpo des/animado que se extiende como sombra de si mismo, sobre una
superficie.
La historieta de “Quintín el Aventurero” –es decir,
Saint-Exupéry transferido a Dittborn en la época de su escolaridad más
plena- está impresa en la página izquierda para ser
homologada como una matriz mecánica donde el dibujo precede a la escritura. Lo
repito de la siguiente manera: la
densidad del cuerpo de la mujer no es tal; solo está dibujado/registrado/reproducido , asumiendo
la forma de una sombra acarreada que
calza con el cuerpo que la proyecta en su grado cero de expansión, como
un faltante que solo adquiere la densidad de la tinta impresa.
La palabra “arena” ejerce la tarea de un denominador común que
se opone a la humedad suspendida en el
cielo por los textos rituales del CADA en 1981, mientras Dittborn se somete al rigor de la sequedad y de su
relieve. A falta de agua, que diluye la letra escrita con tinta estilográfica, Dittborn responde poniendo por delante (face à l´histoire) el exceso de óleo,
que hace costra, sobre tela de yute.
Pero hay un aspecto que no ha sido advertido por los
analistas autorizados de la obra de Dittborn, y consiste en el rol asignado a los “recuerdos
de infancia” como plataforma generativa. En este caso, pienso que hay dos que
merecen, al menos, un mínimo de atención, y que “ilustran” el interés y
preocupación del artista en el trabajo hipertextual.
El primer antecedente
de que dispongo es el avión dibujado que aparece impreso en la portadilla del folleto-catálogo para “delachilenapintura,
historia” (1979) y que todo el mundo sabe que proviene de la historieta del
dibujante belga, Hergé. Pero en que, de
todos modos, traslada consigo las
trasposiciones heroicas de quien fuera uno de los pilotos más eminentes de la
Compañía Latécoere (Aeropostale), que abrió las rutas regionales para los aviones del correo, Antoine de Saint-Exupéry.
Dittborn se trans/muta –en LA POSTE MODERNE- en un piloto que abre rutas y traza mapas de
trayectos e itinerarios comerciales de los primeros aparatos que surcaron el sur del continente y que eran de
diseño muy parecido a los realizados por
el dibujante de “Quintin”. Esa es
una hipótesis plausible para entender la razón de por qué Dittborn convierte los trayectos de las
pinturas aeropostales en significantes gráficos eminentes en los
libros que edita, como es el caso de “Remota” (1997).
¿Es “Remota” un libro independiente?, ¿Es “Remota” un
catálogo que sirvió para dos exposiciones? Sostengo que “Remota”, editado para fungir
como insumo en la carrera internacional de Dittborn es una amplificación de la doble-página LA POSTE
MODERNE, pero por otros medios.
Uno de los problemas cruciales que se plantea como Dittborn
es cómo un artista que ha sido determinado por la figura del náufrago, termina
trazando “líneas de fuga” sobre la representación planimétrica del
planeta, siguiendo las líneas de apertura de las vías de los
primero aparatos de la “Aeropostale”. No
podía encontrar un nombre más apropiado para re/definir el carácter de una obra por la transportabilidad comprometida, que convierte a los museos y centros de arte en sustitutos
de oficinas postales, donde lo que parece importar no es siquiera lo que el
paquete contiene, sino el trayecto ejecutado que
ha sido sometido a la burocracia de un itinerario.
En general, el yacimiento de imágenes al que recurre Dittborn está situado en el
período de entre-guerras, pero que será leído por un escolar de fines de los
años cincuenta. Esta lectura diferida es fundamental para entender en Dittborn
la “teoría de la hibridación” implícita
en su trabajo y que no tuvo que esperar la circulación de la obra de García
Canclini para darse a entender, garantizado por CENECA y FLACSO durante la
dictadura. El diagrama de la obra de
Dittborn ya había precedido a la
sociología de la cultura.
Ahora, es muy probable que Dittborn haya exhibido los mapas de trayectos
en algunas muestras. No estoy del todo
seguro. Aún así, lo que importa es la
existencia de estos modelos gráficos que operan desde la infancia en la viva
admiración que provocan los grandes mapas que ocupan paredes enteras, colgados
en las salas de clases del colegio francés. De hecho, no se ha pensado en la relación que
existe entre los silabarios y primeros libros de gramática francesa, con
ilustraciones muy simples, similares a las imágenes que recupera de los
manuales de dibujo, siempre remitiéndose a una situación de “enseñanza”
deficiente.
Entonces, para pasar a lo otro, solo debo mencionar el
recurso a “El Peneca”, que sustituye en
el diagrama el uso de revista “Detective”, porque son –en cierto sentido- revistas
contemporáneas. Digamos que se publican
entre los años 20 y 30, antes de que W. Benjamin escribiera el ensayo sobre la
obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica donde trata de la
pérdida del aura y la politización del arte, pero que Dittborn recién lee a
mediados de los 70´s, a menos que
demuestre que lo hubiera leído durante su estadía en Alemania, en 1969, lo cual
es muy posible, porque circulaba en un ambiente de estudiantes de filosofía y
sociología, todos ellos muy próximos a los dirigentes que condujeron el
movimiento de estudiantes en 1967 y 1968 en Berlín.
En el Santiago de 1976, Dittborn se indispone para decir que
en la merma de las transferencias no existe “aura” posible. El problema que se debe calificar en la crítica histórica es cuándo ese ensayo es leído en Chile, en el
marco de qué debate y bajo qué condiciones de recepción.
De modo que tenemos que pensar en los debates en que
participa Ronald Kay en 1981 y en las notas que señala en textos anteriores.
Pero no hay “lectura orgánica” de
Benjamin antes de la aparición de la obra de Dittborn. Abordemos en otro lugar, después, qué se
entenderá por “lectura orgánica”. En
otras, después de establecer en qué idioma fue leído, de cuando circuló la
primera traducción francesa y de cuando es la primera traducción al castellano
y en qué espacios académicos y de la
crítica fue recepcionado.
Antes de la lectura de Benjamín, Dittborn
ya coleccionaba revistas de historietas.
Lo que hizo la diferencia con los coleccionistas de revistas es que
convirtió su “pulsión de archivo” en la “condición materialista” de un trabajo de producción simbólica
fuertemente asentado en el diagrama (arcaico) de las transferencias
técnicas.
“El Peneca” pasó a ser un desvío que encubrió el acceso a la
arqueología de la mirada chilena, en su propia construcción mecánica, porque en
el momento en que se publica “Quintín el Aventurero”, tiene lugar la dictadura
de Ibáñez y eso quiere decir, se impone la política anti-oligarca del Ministro
Ramírez. Y eso no es un asunto menor. Este es el ministro que “cierra” la Escuela de
Bellas Artes y envía a un grupo de estudiantes y profesores becados a Europa,
pero a estudiar “artes aplicadas” , porque entiende que las artes deben
contribuir al desarrollo económico del país.
Nadie admite que es una medida anti-oligarca y anti-bellas artes, en
provecho de un utilitarismo industrialista que corresponde a una “ideología de
progreso”, que es sostenida por sectores significativos de intelectuales y
profesionales que se plantean la
necesidad de un “pensamiento nacional”.
En el caso del empleo
que Dittborn hace de “Quintin”, no solo
se trata de una versión chilena de una serie
extranjera, sino de una
adaptación que adquiere tal autonomía, que a partir de ella el artista va a habilitar una
“teoría de la merma” tecnológica significante que va a dar pie a una programa
de investigación que va a realizar en 1981
con el videasta Carlos Flores del Pino,
sobre la construcción del “concepto
de vice-campeón” en el imaginario chileno contemporáneo.
Esta investigación no tendrá un “resultado visual” unitario,
sino que se traducirá en la elaboración de una actitud analítica que ambos
compartirán durante años.
Para terminar, es preciso mencionar un último “recuerdo de
infancia” que sostiene la analítica dittborniana, y que corresponde a una
canción infantil que se aproxima a la
estructura del refrán:
“La peinture à l´huile c´est bien difficile; / máis
c´est bien plus beau que la peinture à
l´eau”.
En efecto, el juego consiste en hacer rimar “huile” y
“difficile”, primero, para luego terminar con “beau” y “eau”. De modo que la traducción vendría a ser: “La
pintura al óleo es muy difícil (de hacer), pero (de todos modos) es más bella
que la pintura al agua”. Y es por eso
que la pintura está en la página derecha y la tintura en la izquierda. Lo que
hace Dittborn es exponer su programa con la férrea coherencia de un anacoreta,
pero que ha perdido la fe en algún dios y solo persiste por ser fiel a si
mismo. No existe la luz divina, sino la
sombra (mancha) que la reclama. El aceite se derrama, porque es la manera de
yacer de los cuerpos inertes.