El asunto de Sacyr y su indolencia empresarial es un modelo
de comportamiento generalizado que puede ser extendido hacia el trabajo de
reducción en el sector de las artes
visuales. Primero, por la naturaleza de las concesiones. Siempre hay un agente
externo al que se debe referir el trabajo de organización de la “cultura” de
las concesiones, tanto formales como académico-políticas.
El CNCA es el gran
agente Sacyr de la cultura chilena y su ministro administrador de
mediocridad opera como el ingeniero que estaba en el lecho del río manejando
una excepción que no estaba en los contratos. Sabiendo de antemano que los contratos están
concebidos para no acoger
excepciones culturales.
Los miembros del equipo de Camilo Yáñez lo saben demasiado
bien. Siempre hay cláusulas no escritas
que definen las prácticas administrativas y disimulan las fallas
estructurales. De todo eso, simulan levantar una política para un sector
de(s)preciado.
Para colmo, la salida de un funcionario deferente de un
museo referencial por “negociación de
instrumento” éticamente incompatible
con el cargo, hace que la permanencia de
familiares en ese medio endogámico -CNCA- ya no
reporte utilidad política alguna. Nadie ha inventado nada. Es lo que se ve a simple vista como efecto
Pizarro, pero en este “otro” sector.
Por esta razón
tuvieron que nombrar a Ana Tironi en la sub-dirección; para dar una
"señal inclusiva" de funcionarias históricas de la DIBAM como prueba de fidelidad
administrativa en el nuevo período de discusión de la ley de ministerio. Todo eso es previsiblemente risible. Ana
Tironi se lamentará de dejar los libros por las pasiones chicas de un gabinete. La ventaja es que los
libros son “mudos”; uno los “hace hablar” mediante la lectura. Pero en un
gabinete, la voracidad de los sujetos se traduce en un docu-reality que al final del día no compensa.
Mientras tanto, Rivera seguirá contándole historias truchas a sus crédulos amigos alemanes. Los franceses –por su parte- ya han sido suficientemente gratificados por
el Ministerio del Teatro para dar curso a itinerancias que en su país de origen
ya no les son rentables. Y eso que todavía no los hemos sometido a la
crítica severa de haber importado a la fuerza las artes de la calle, como
alternativa consoladora en una especie de senamización de
teatro de segunda.
En definitiva, en el teatro, la danza, las artes visuales y
la fotografía, las “políticas públicas” son habilitadas y garantizadas por los servicios culturales
de las embajadas, por comodidad y por
colusión.
No es posible que la internacionalización ficticia de la
fotografía chilena dependa de Mapfre Seguros (Madrid) y de PhotoEspaña como
horizonte de lo posible. La mítica versión
de un triunfo de la fotografía chilena en Arles dio apenas para una exposición
de Sergio Larraín. El FIFV ya no puede seguir viviendo de fondos que al
parecer está obligado a ganar, para cuadrar
con la encubierta voracidad de su más representativo regente, en nombre
de una tendencia que cada día recibe más objeciones, justamente, por haberse
demostrado que solo es el soporte de una agenda propia, que no colabora de
manera decisiva en la colocabilidad de la fotografía chilena en una escena de
rigor.
¿Seguimos? El 3 de mayo se inaugura en el MNBA de Buenos Aires La exposición pendiente, que estaba en el MNBA de Santiago. Camilo Yáñez siempre sostuvo que se trataba de una nueva exposición, completamente diferente. Al parecer, es la misma. ¿Reducida? ¿Acomodada? ¿Pero a quien le importa en Santiago? A nadie. Solo es una arista de la ficción de internacionalización de su equipo. Todo lo que esa exposición significó, para la escena chilena, ya está sepultado por el reciente Funeral de Estado.
Digamos ahora que tan solo fue una gran exposición de las mejores obras de caballete de Orozco, Siqueiros y Rivera, provenientes de la Colección del Museo Carrillo Gil. Podríamos haber obviado toda esa inflación de heroísmo museográfico que le fue asociada. Era una exposición que se bastaba a si misma. Todo el circo levantado en torno a las condiciones de su des/cuelgue en septiembre de 1973 resultaron completamente anecdóticas.
Solo me queda en la memoria el hecho de que mientras el presidente mexicano Echeverría enviaba esta exposición a Chile, al mismo tiempo combatía a la guerrilla de Lucio Cabaña (Partido de los Pobres). Había nacido en el 12 de diciembre de 1938 en Atoyac de Álvarez, Guerrero y fue estudiante de la Normal Rural de Ayotzinapa. Lucio Cabañas y su guerrilla fueron perseguidos, detenidos, torturados, desaparecidos y asesinados por militares y policías secretos durante el gobierno de Echeverría. Fue abatido el 2 de diciembre de 1974 por el Ejército mexicano en El Otatal, Estado de Guerrero, al sureste de Iguala.
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