A ver si responde. Se supone que el Ministro de Ceremonias
debiera ocuparse del estado actual de los emblemas del espíritu novo-mayorista. Entre ellos, fiel a un populismo de baja intensidad, está el monumento al
General Schneider, tan celebrado por Gaspar Galaz como un hito de la escultura
chilena contemporánea, pero que el desarrollo inmobiliario del sector ha
convertido en un “chupete helado” solitario condenado a la omisión por una
comunidad que considera su permanencia como una agresión.
Recordemos que está elevada en una especie de plaza que se encuentra a centenares
de metros de la Escuela Militar y de unos edificios ocupados por personal
castrense. El monumento fue emplazado en
ese lugar para señalar una advertencia que no fue tomada en cuenta por aquellos
a quienes estaba destinada. Lo que se
espera, probablemente, es que el entorno
disuelva su pertinencia y la condene a un rol decorativo primario que la
aleja de los motivos por los cuáles fue erigida.
En esto, debiera entrar a tallar la comandancia en jefe del
Ejército. No es posible que el monumento a un general asesinado no sea tratado con el respeto debido por los encargados de faena. El ministro debiera saber que la
defensa de este monumento puede fortalecer la frágil presencia mediática que lo
expone como administrador de falencias. Es
cosa que visite él mismo las obras que amenazan la estabilidad formal del monumento y que actúe como un
verdadero inspector fiscal, para así
al menos demostrar que una autoridad política
está dispuesta a proteger el patrimonio ejerciendo las atribuciones que
le corresponde.
Presento a continuación
una fotografía que me han remitido personalidades del sector para
ilustrar esta falta de consideración elocuente. Incluso, hay personas que han enviado cartas al Consejo
de Monumentos, simplemente para manifestar su preocupación por el estado de la
escultura, amenazada por la indolencia de los ejecutivos de terreno.
A dos semanas de la embarrada
de Sacyr en el puente Lo Saldes tenemos
todo el derecho a esperar lo peor del criterio de los encargados de las
obras. Pero de la mencionada institución
no se dignan responder. No tienen noción
de la urgencia. En verdad, ya no tienen
noción de nada debido a la demolición institucional de que han sido objeto. Es
muy probable que sus funcionarios no estén en medida de responder a nada.
Es el efecto visible de la política
triunfante conducente a la formación de un ministerio.
Sería muy considerado de parte de la asociación de funcionarios
que realizaran todas las acciones
posibles tendientes a que sus autoridades tomen una decisión rápida al
respecto.
Por otro lado, me sorprende que Gaspar Galaz –gran defensor
de la obra de Carlos Ortúzar y reconocido intelectual de la modernidad política- no haya iniciado
todavía una campaña pública en favor de la preservación del mencionado
monumento, y que no haya iniciado diligencias
ante el ministro, dada las extraordinarias relaciones que sostiene con el Poder.
El problema en cuestión tiene que ver con la desprotección
del monumento. Por cierto, se trata de
una desprotección frente al entorno; más bien,
habilitada por un sentimiento ideológicamente hostil. En
verdad, la construcción del Hotel Hyatt
lo sometió a la mayor de las ofensas contextuales. Entonces, ahora solo queda reclamar por su preservación en la medida de lo posible, porque ya nadie confía en las
habilidades sociales finas que las empresas manifiestan en relación a la
conservación preventiva de bienes patrimoniales.
Lo que hay que solicitar de inmediato es la confección de un
plan de manejo preventivo, que proteja la dignidad
material del monumento. A menos que
ya se haya comenzado a pensar en su
traslado a la explanada del Museo de la Memoria, que ha sido la gran empresa de
ghettización simbólica de todo este
período.
No hay comentarios:
Publicar un comentario