Justicia es justicia.
En La Tercera del sábado 9 de abril aparece una crónica sobre Espacios revelados y se reproducen las
palabras de Enrique Rivera: “queremos dejar esta experiencia en un libro que
sirva como un manual para futuros eventos de arte público”. ¡Uf! Hay que tener paciencia con este tipo de gente
que emplea todo su ingenio para mostrarnos lo “invisible de la ciudad”.
Pero lo que hace Rivera es negar la experiencia de quienes
ya lo precedieron en “innovación artística”.
Camilo Yáñez, en su época de Matucana 100, invitó a Philippe van
Cauteren a trabajar en un proyecto que operaba sobre la hipótesis de hacer
visible la invisibilidad de la ciudad, trabajando justamente en las primeras
cuadras de Matucana. Pero Rivera habla
como si hubiese inventado la pólvora.
¿Es ingenuidad, ignorancia o cara-de-rajismo? Sin mencionar el hecho que todo este tipo de
prácticas proceden de experiencias que Jan Hut, siendo director del Museo de
Gand, realizó hace más de dos décadas. No
estaría mal hacer una referencia mínima
acerca de donde vienen las ideas y las cosas.
O sea, Rivera nos quiere hacer
digerir como novedad un tic
nervioso del arte contemporáneo más académico, con la pretensión de
ofrecernos un manual que sirva para futuros eventos desinformados de arte
neo-decorativo.
Le recomiendo a Rivera y a sus secuaces que se pongan a leer
un viejo libro de Paul Ardenne sobre
“arte contextual” para que no cometan fraude referencial. Rivera es un especialista en explotar el exotismo de
poblaciones vulnerables y ha logrado hacer de ello una fórmula, cuyo propósito confeso es
“entusiasmar a las autoridades a financiar este tipo de eventos que se
involucran de manera efectiva con la ciudad y sus habitantes”.
Parece que Rivera aprendió rápido a blufear en Valparaíso
acerca del uso de corporalidades limítrofes en provecho del progresismo
artístico. . Aunque lo que venía haciendo ya era un
bluf. Entonces, ¿cómo despachar, así no
más, los esfuerzos de Camilo Yáñez, que
en ese entonces ya trabajaba con el Ministro Ottone, cuando éste solo iniciaba
su carrera de escenógrafo? Es como borrar antecedentes que la más mínima consideración
ética obliga a mencionar.
De aquí, probablemente, Rivera ya esté meduseando en el área de artes visuales del CNCA para obtener
recursos con qué programar intervenciones en los espacios públicos de
regiones. Al fin y al cabo deben
justificar la existencia de “nuevos medios” en el área. (Dicho
sea de paso, no se entiende por qué no han
sido incluidos en el sector industrial del audiovisual. Es obvio que hubiesen
sido barridos de inmediato. ¿Es suficiente para seguir manteniendo una
“bienal” que epistémicamente ya no se justifica?) Varinia Brodsky debiera tomarlo en
consideración para que Rivera le
proporcione un caballo de batalla en los
proyectos de “residencias”, y exportar
desde Santiago el nuevo manual de arte público.
Es una broma.
La nueva decoración pública demuestra hasta qué punto los
artistas jóvenes ascendentes, y otros no tan jóvenes, son voluntariamente prisioneros de la ilustración asistencial, convirtiéndose en avanzadas
compensatorias de fallidos o a
veces no tan fallidos proyectos de mejoramiento de barrios. Es decir, este arte público termina por completar las ineptitudes del Ministerio
de la Vivienda, mediante operaciones simbólicas que se asemejan a ritos de
consolación.
Rivera es un tipo excepcional. Solo me queda transcribir su sabiduría
territorial: “Hicimos un trabajo previo de recuperación, instalando medidas de
seguridad, desratizando, sacando camionadas de basura para hacer habitables
estos espacios, desde allí este proyecto ya es un aporte”.
¿Acaso nadie quiere entender que este tipo de operaciones
trabaja desde una hipótesis anti-museal destinada a musealizar post festum toda sus iniciativas? Todo
esto es trabajo-para-la-foto. Las
intervenciones para mejorar el entorno son siempre una excusa con qué seducir a los
responsables políticos y lograr las garantizaciones que oficializan la experiencia como ejercicio de “crítica
institucional”.
Ahí está la base de
la superchería y de la impostura intervencionista como condición de fabricación de presencia, abriendo un nicho para hacer reventar
presupuestos de patrimonio en que el arte opera como vector de
iniciativas de mejoramiento urbano. El
negocio es redondo.
A ver si a Rivera se le ocurre desarrollar un proyecto de
intervención en Chañaral, por ejemplo.
Podría ser financiado por el Ministerio del Interior, para hacer dialogar de manera efectiva la ciudad-que-no-es con la clase (de) política que los ha abandonado.
¿Y por qué no sugerirle que se dirija a Atacama? ¿Y no se atreve a mostrar lo invisible de la Araucanía? El propósito
está en revelar lo invisible de las socialidades en crisis. ¿Después de limpiar las ruinas llegan los coreógrafos para realizar ritosd de sanación? ¿No será que
el Barrio Yungay ha sido convertido en una especie de Cerro Alegre
capitalino, que necesita encubrir con iniciativas de arte, la docu-realidad de una gentrificación que debe pasar
piola?. Entendemos perfectamente que se trata de promover un arte que ayude
a entender la importancia del espacio
público. ¡Plop! ¿Seremos tan estúpidos? ¿O Rivera se hizo
especialista en meter el dedo en el ojo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario