Ayer, en Galería Arte Espacio tuvo lugar la presentación del
libro MARTA COLVIN, editado bajo los cuidados de un equipo liderado por Jorge
Colvin.
Si pienso en el último párrafo de la última columna, este es
un caso de autonomía editorial e investigativa que no pasó por la garantización de ninguna estructura universitaria reconocida,
y cuyo producto terminó inscribiéndose
en el MNBA como insumo para el estudio de la obra de la artista. Este fue un extraordinario y perturbado trabajo
que se extendió por una década,
superando todas las dificultades de rigor, desde las conceptuales,
historiográficas, documentales y
financieras.
Milan Ivelic hizo una pequeña conferencia de presentación en
la que mencionó a los autores de los ensayos, pero sobre todo expuso una aproximación crítico-colaborativa a la obra de Marta
Colvin, insistiendo en su autonomía formal y en la proyección monumental de una
obra ejemplar. Pero se refirió también a
algunos aspectos de su biografía, que no se toman en consideración. Como por
ejemplo, que inicia sus estudios en Bellas Artes a los treinta años y que tiene
cuarenta y uno cuando se instala en Paris. Es una artista grande, que no ha
sido becada. Carece de la ingenuidad de
quienes no saben donde llegan porque carecen de estructuras de recepción
consistentes. El secreto de llegar es
saber cómo y donde llegar. Me refiero a
redes intelectuales y afectivas de acogida.
En el libro hay una sección de textos escritos por Marta
Colvin en la Revista ProArte, que funcionó a comienzos de los años cincuenta y
cuya comparación con revistas de hoy es “incomparable”; es decir, inconducente.
No hay revista que cumpla esa tarea de “construcción de escena”. Ni Arte al Límite, ni La Panera, ni
Artishock, construyen nada, solo difunden el pensamiento políticamente correcto
de un mercado auto-complacido, que sabe a quien mencionar de la escena
internacional para hacer como si las cosas existieran de otro modo.
¿De quien habla Marta Colvin? Nótese bien: de Henri Laurens, de Jean Le
Moal, de Etienne Martin, de Ossip Zadkine, de Henry Moore, de Marie-Therese
Pinto. Ah! Le Moal ya era conocido por
los artistas chilenos, ya que estaba presente en la exposición francesa de
1950.
Pero también, en el
libro hay fragmentos de textos de Jacques Lassaigne, de Pierre Volboudt, de
Denys Chevalier y de Paule-Marie Grand. Todo son textos de 1967,
cuando ya ha regresado a Francia con el premio de la Bienal de Sao Paulo. Pero nadie en Chile quiere saber quien
era ella en la escena francesa, antes de ser seleccionada para ir a Sao Paulo y pelear
un premio, con el apoyo de la crítica francesa.
Es decir, la crítica francesa real de fines de los años
cincuenta y comienzos de los sesenta, con la que se encontraba habitualmente y
con la que mantenía relaciones estrechas.
Esto no se logra de la noche a la mañana y no se construye sin tener una
idea precisa sobre como funciona en una escena local, el deseo de artista.
¿Cuál era la escena local de Marta Colvin? A mi juicio, la escena
chilena no era una “escena”, propiamente hablando. Lo cual nos deja la tarea de definir qué es
una escena y cuando se constituye como tal.
Marta Colvin llega a Sao Paulo
siendo una artista universal que se hace portadora del discurso
dominante de la crítica francesa, que ejerce un poder significativo en la
organización de la institución artística de post-guerra. Esto, por una razón
muy simple. La mayoría de los críticos que tienen visibilidad en los
años cincuenta pertenecieron a los dispositivos culturales de la Francia Libre
y fueron exilados durante la guerra del 40-45.
Milan Ivelic se hizo la pregunta: ¿quiénes eran Elliot y Romera para la crítica
internacional? Nadie. ¿Ellos “acogen” a Marta Colvin? Se sorprenden por su inscripción internacional. El único que tenía algún peso en el ambiente
de la crítica local era Luis Oyarzún.
Entonces, nada. La institución
encargada del envío chileno es el Instituto de Extensión de Artes
Plásticas. Según esto, Marta Colvin
sería una enviada de la Facultad. Pero
no. Marta Colvin no llega como “chilena”
ni como “académica” universitaria a Sao Paulo.
Esos son dos atributos que más bien le harían un caro favor en ese
contexto. La verdad es que Marta Colvin va a Sao Paulo como representante
oficiosa de la crítica francesa. Al
menos, es una hipótesis plausible para trabajar en estudios independientes por venir.
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