El catálogo de la muestra (en)clave
Masculino está pronto a hacer su ingreso a imprenta. Las dos introducciones institucionales están
a la altura de sus pretensiones. El director de la DIBAM inscribe esta
iniciativa en las políticas de la Unidad de Patrimonio y Género, haciendo uso
de tres palabras significativas:
equidad, inclusividad y ciudadanía. Después de eso, ya debiéramos sospechar sobre
lo que viene. El enunciado de estas nociones nos conduce inexorablemente
hacia el reconocimiento de una política pública que pone en énfasis –¡esto es maravilloso!-
“en la construcción femenina, su rol en la historia y la cultura, su
participación ciudadana y política, entre otros aspectos que conllevan la tan
olvidada historia de las mujeres”.
Todo eso está muy bien. El director de la DIBAM
hace la tarea de remitir toda acción de sus funcionarios a una política
general, de cuyas orientaciones, esta singularidad expositiva adquiere su
legitimidad. De este modo, Gloria Cortés, cuyo nombre no
aparece por ninguna parte en esta presentación, queda instalada como la más
eficiente expresión de la política del servicio. Lo cual señala que los intentos de sacarla
del camino, de parte
del CNCA, se verán dificultados
por este apoyo consistente a su trabajo.
Los operadores del Ministro de Patrimonialización (in)Material tienen que
asumir que (en)clave Masculino es la expresión, en el terreno expositivo, de
la política general del servicio, como
expresión singularizada de los esfuerzos de la la Unidad de Patrimonio y
Género.
Esta es una muestra que la manera como en el terreno de la
Documentación y de la Investigación de Archivos y Colecciones, el trabajo real está siendo realizado,
con creces, y no se entiende bajo qué
marco ni estrategia de investigación la
Obra Institucional pretende hacerse
cargo de esto, sino bajo la consideración de una duplicidad de funciones.
Dicho esto, es al
director del MNBA a quien le corresponde
escribir con todas sus letras el
nombre de Gloria Cortés como la responsable de la exposición. No
especula sobre la dependencia funcionaria de la política general, sino
que reconoce con hidalguía que se trata de una selección de obras de la
colección del museo, “cuyo eje se ubica en una serie de problemáticas en torno
al género, sobre la masculinidad y sus discursos desplegados en la historia del
Arte”.
Esta serie de problemáticas, “consecuente con la
expertiz de la curadora”, es lo que
hace -absolutamente toda- la diferencia
con la exposición trinitaria que la
precede, como si fuera una broma curatorial que condena las expertices de los curadores mencionados, que desde “sus
particulares posturas y visiones del arte, (producen) nuevas lecturas sobre la
historia del arte en Chile”. De verdad,
no hay “nuevas lecturas”, sino reiteración de lo que ya sabíamos. Lo cual amplifica la falla de un método para el trabajo
de campo en un terreno acotado para
satisfacer unos intereses
historiográficos “ocultos” que brillan como secreto-a-voces.
Lo que no puede decir Roberto Farriol es que (en)clave Masculino des/autoriza la historiografía
implícita en la Trinidad Interpretativa de Madrid, Martínez y Zárate, revelando el alcance que ha adquirido el naufragio de las
identidades, no solo masculinas, en el drama de traspaso de poderes de la imagen en la
historia próxima y lejana de la visualidad chilena.
Dicho de otro modo: no se puede sostener que (en)clave Masculino es la prolongación
de Tres Miradas. Mejor no haberlo dicho, porque obliga a
desmentir. A lo mejor, era lo que
buscaba.
Lo extraño y
no menos inquietante es que Gloria
Cortés haya realizado el corte temporal a comienzos de los años cincuenta. La presencia de dos obras contemporáneas, la de Leppe y la de las Yeguas, no hacen más que sobre/intensificar
unas posiciones de crítica desde el género, enfatizando la hipótesis acerca del rol del
trasvestimiento y de la homosexualidad en la construcción de un discurso
crítico. No es una plataforma feminista
la que sostiene Gloria Cortés, sino una táctica que las feministas le van a
reprochar de manera excluyente. Su
modelo crítico se sostiene en la cadencia homo/erótica ya esbozada en un
arriesgado texto que ha escrito sobre la escultura de Rebeca Matte que precede el ingreso al MNBA.
Todo esto contribuye a precisar el lugar desde el que
trabaja la distinción total respecto de la
exposición Trinitaria, manifestando su abrupta y total diferencia con la
representación viril de la carne, que no
es lo mismo que la representación de la carne viril. De eso, la comparación de las dos pinturas de
Pedro Lira señala una situación de tránsito respecto de las ensoñaciones
corporales, entre la posición de
desfallecimeinto en el Prometeo (1983) y la erección desplazada de Sísifo (1893).
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